Donald J. Trump: una biografía llena de racismo

 

En 1973 los Trump (papá e hijo) recibieron una denuncia por discriminación racial por parte del Departamento de Justicia, que le acusaba de vetar a negros como inquilinos en sus propiedades. El informe del FBI, desclasificado el pasado febrero, recogía testimonios de familias afroamericanas rechazadas, así como de empleados que, entre otras cosas, contaban que les obligaban a marcar con una C de Colored (persona de color) las solicitudes de negros

“Soy la persona menos racista que haya visto jamás”. Eso le dijo Donald Trump a un entrevistador en diciembre de 2015. Lo repetiría más veces durante la campaña electoral. Sus insultos a los mexicanos habían causado estupor y su biografía daba material suficiente para indagar sobre la relación del republicano con otras razas. Porque mucho antes de esta polémica sobre los supremacistas blancos, la vida del presidente de EU ya estaba punteada por los conflictos raciales.

Sin ir más lejos, su carrera política echó a andar como gran promotor de una teoría conspirativa que cuestionaba la americanidad de Barack Obama. Aquello fue en 2011, la campaña le acusaba de haber nacido en otro país, probablemente Kenia, y llegó tan lejos que el demócrata tuvo que mostrar su certificado de nacimiento. Trump no le reconoció como estadounidense de nacimiento hasta septiembre de 2016. Hace menos de un año.

La sombra del racismo persigue a Trump desde joven. En 1989 desempeñó un papel funesto en el caso de ‘Los cinco de Central Park’, en el que cuatro adolescentes negros y uno latinoamericano fueron detenidos por error en un crimen atroz que no habían cometido, la violación y paliza a una joven blanca que corría por el parque y estuvo a punto de morir desangrada. El suceso conmocionó a Nueva York y el magnate se puso a la cabeza de la manifestación.

Antes de celebrarse el juicio siquiera, publicó anuncios a toda página en los periódicos pidiendo la pena de muerte para los chicos. Los sospechosos, de entre 14 y 16 años, habían confesado tras horas de interrogatorio –enseguida se desdijeron- y pasaron más de una década en prisión sin haberse realizado siquiera pruebas forenses. En 2002 apareció el verdadero culpable y fueron exonerados, pero ni eso hizo a Trump rectificar.

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