Un Infierno Bonito

POR UN PELITO Y SE VA CON EL DIABLO
Se cayó de su motocicleta en un  puente. Estuvo a punto de venirse de cholla desde lo alto, cuando se dirigía a la colonia Villas de Pachuca, al sur de la ciudad capital.

Se derrapó. Resultó lesionado por el santo madrazo que se dio, pero tuvo mucha suerte de salvar la vida.
En los reportes de la policía, quedó anotado que el motociclista iba en su caballo de acero, marca Honda, color negro, sobre el boulevard  Nuevo Hidalgo.
Agarró vuelo para subir el puente que conecta a Villas de Pachuca con Tulipanes, y cuando iba a llegar a lo alto se derrapó y madres, cayó al suelo, saliendo de su moto como el Hombre Bala.
Fue con tanta fuerza que toda la ropa que llevaba se le desgarró y quedó con la cola de fuera, todo raspado. Salió volando hacia el frente y rodó echando maromas como chango, y se atoró con un tubo que lo salvó de caer a plomo, unos 15 metros, que ni pelos hubiera dejado.
De los automovilistas que lo vieron, unos cerraron los ojos y esperaron a escuchar el madrazo a bote viejo. Uno de ellos llamó al 911 reportando el accidente. Una persona quedó como gusano de tomate enroscado.
Llegaron los paramédicos de la Cruz Roja quienes lo valoraron y se lo llevaron a la Clínica 35 del Seguro Social. Los uniformados trasladaron la motocicleta al corralón.

TERCO COMO UNA MULA
Un  tipo que andaba hasta las chanclas de briago, estaba en plena vía pública chupando, acompañado de una vieja greñuda y borracha, haciendo sus necesidades en la calle. Avisaron a la policía, que llegó a llamarles la atención diciéndoles que estaba prohibido chupar.
Les contestó el alcoholizado, que a él le valía madre, que era escolta de un alto funcionario público de los que se roban los millones y no les hacen nada.
Por lo tanto, les dio un consejo: que se retiraran porque le iba a hablar a su jefe y los darían de baja por no pasar la prueba de distinguir a personas importantes. Y no se quedó con las ganas de darle un descontó al policía.
Eso fue su quiebra, porque no sabía que en la nueva ley aprobaron que cualquier borracho puede golpear a su vieja, a su familia o a su madre, pero por pegarle a un policía le pueden dar cadena perpetua.
Y hasta ahí acabó su carrera de briago, porque a él y a la vieja se los iban a llevar a las mazmorras para que los bañaran con agua fría, porque apestaban feo. Y le pidió que por favor se identificara.
Fue cuando sintió la dura. El borracho chillo y les dijo que lo perdonaran. Lo de la escolta fue una mentira piadosa. Y que se la pasaran, nada más se aventaban la caminera y se iban a hacer la meme.
En su reporte de los uniformados del municipio de Mineral de la Reforma anotaron que en su recorrido de vigilancia por el fraccionamiento  Hacienda Las Margaritas se dieron cuenta de que una pareja estaba chupando dentro de una camioneta Ford Windstar.
Los gendarmes se portaron cuates y los dejaron sin chistar nada para no hacerles mosca. Continuaron su camino. Poco después volvieron a pasar y los encontraron afuera de la unidad, chocando sus vasos y diciendo “Salud”. Al verlos la mujer se hizo ojo de hormiga. Se les perdió, dejando morir solo al hombre, que se enfrentó a los azules.
El borrachento se sentía muy gallito. Les preguntó cuál era su problema. El gendarme, con todo respeto, le dijo que estaba cometiendo una falta. Y fue cuando sucedió lo que ya les conté.
Se dijo escolta y que a él se la pelaban y podía chupar hasta en el centro de Pachuca, en el Reloj. Y le aventó el golpe. Cuando le tiró el segundo, si no se agacha el policía, le pasa lo que al perico.
Los guardianes lo rodearon y uno de ellos, haciendo una caravana frente a él, le dijo que le iba a leer sus derechos. Y luego se lo llevaban detenido por una falta administrativa.
Cuando lo agarraron de los brazos, como estaba bien mamado, les dio un aventón y los tiró. Les profirió de maldiciones, mentándoles la madre, y se les fue encima.
Pero los jenízaros utilizaron la fuerza y, a golpes, lo calmaron. Lo subieron a la patrulla y se lo llevaron ante el diablo mayor del MP, rajando leña de que se les puso al brinco y logró golpear a algunos de los gendarmes.
Por lo que se iba ser encerrado. Y fue cuando se puso a chillar como niño chiquito, haciendo pucheros. Les pidió  que por su mamacita linda, no lo encerraran, ya que su vieja lo iba a madrear. Se le escapó para irse de parranda.
El comandante le ordenó: “Cállese el hocico. Cuando venga su señora a preguntar por usted, le vamos a decir que estaba tomando con una greñuda”.

SU SUEGRA LO PUSO QUIETO DE UNA MADRIZA
Mariano Hernández Pérez, de 28 años,  repartidor de chescos, el domingo se fue de picos pardos con unos amigos, olvidándose de su vieja y sus hijos. Por la madrugada, llegó a su casa, situada en la calle Simón Bolívar 518, del barrio La Palma.
Le dio de a patadas al perro que lo desconoció y le ladró. Su mujer se levantó a decirle que no le pegara al Sultán, y que se callara el hocico. Eran las 4 de la mañana. Iba a despertar a los vecinos.
Eso enfureció a Mariano. “Para darme órdenes, solamente mi jefecita, y eso ya no puede hacerlo porque está comiendo pinole en el panteón”. Le propinó bofetadas y la mandó a dormir.
La señora Susana González, de coraje, lloró. El ebrio buscaba en el refrigerador, algo para chupar. El sube y baja del moco de la mujer despertaron al niño chiquito, que soltó un grito, como si le estuvieran apretando el gañote.
La fémina lo mecía entre sus brazos para que se quedara dormido. Y le gritó su señor: “Calla a ese escuincle antes de que le aviente un zapatazo como el que le aventaron a Bush”.
Por los gritos, el niño se espantó y chilló más fuerte. Eso sacó de quicio al tomador. Le dijo a su pareja: “No te dije que lo callaras”.
Le arrebató al pequeño de los brazos, lo aventó a la cama, éste rebotó y rodó del otro lado, cayendo de cholla. Del madrazo, se privó.
Susana corrió a levantar a su criatura, diciéndole a su viejo que la tenía la culpa si se le caía la mollera.
Alegaban a gritos. Llegó Julia Martínez, mamá de Susana, que vivía en la misma vecindad, dándole un jalón de greñas a su yerno. Lo mandó de nalgas al suelo.
Le preguntó a su hija qué pasaba. Llorando, le contó todo. Doña Julia se le fue encima al pobre de Mariano. Lo dejó desmadrado y lo corrió de la casa.
Mariano tenía los ojos de sapo. Apenas podía ver. Caminaba como viejito. Bajó a la calle Guerrero. Por la escuela Justo Sierra, paró un coche de sitio para que lo llevara a Seguridad Pública.
El ruletero no se dio cuenta cómo estaba. En la calle Nicolás Romero bajo un automóvil y chocho con el taxi donde viajaba Mariano.
Llegó la Policía Municipal. Al ver que estaba desmadrado, pidió una ambulancia. Se lo llevaron al Hospital General.
Horas después, declaró ante el Ministerio Público, que su suegra lo había golpeado. No le creyeron. Quedó detenido por echarle la culpa a otra persona, tapando al taxista.

UN BORRACHO HIZO CHUZA
Un chofer que estaba en estado de ebriedad, apenas podía abrir los ojos, los tenía como chale; manejaba haciendo eses en la carretera.
De pronto, ocasionó una chuza al chocar contra con una camioneta, que salió proyectada contra un Chevy. El ebrio manejaba un Seat Ibiza. La madrugada del lunes.
El conductor que fue señalado como responsable, circulaba en el boulevard Felipe Ángeles, a la altura de la Plaza Perisur, con dirección a la Ciudad de México.
Los agentes de la policía municipal llegaron al lugar para saber qué había pasado. Los automovilistas señalaron a Chucho, el alcoholizado, de 24 años. Él tuvo la culpa.
Les dijo que venía de una fiesta y que se había tomado unas copitas, por lo que andaba un poco despistado. Cuando iba a pasar, la luz roja del semáforo se prendió y no pudo frenar. Así que tuvo que darles en la madre a esos chillones. Le dijeron los uniformados que lo primero que observaron es que no hubo lesionados. Eso lo salvó de ir al bote. Pero también tiene que hacer convenio con los dueños de los coches que averió. Dijo que no había problema. Cuánto dinero era lo que querían, y con gusto se los pagaba. Solamente de cuates, porque ellos se le atravesaron.
Se arreglaron. Llamó a su seguro. Y dijo que se tenía que ir porque había quedado con sus cuates de seguir la parranda en la casa de uno de ellos.
Fue ahí donde le dijeron: “Se va a quedar arrestado por conducir en estado inconveniente y además, a gran velocidad.
Les dijo que les pagaba todo, pero no firmó ninguno de los convenios. Les indicó que en todo Pachuca lo conocen. Los policías ya no la hicieron de tos. Se lo llevaron a las instalaciones de la municipal y a los tres carros al corralón.

LA POLICÍA LO AGARRÓ CON PISTOLA EN MANO
Con pistola en mano, fue detenido un tipo que estaba dispuesto a cometer un burricidio. Le apuntaba a un vigilante que le pedía, por su madre, que no le fuera a disparar, pues tenía 10 hijos que mantener.
Jorge Pérez, guardián del fraccionamiento Valle Verde, ubicado a un lado de la colonia Matilde, explicó que hacía su rondín cuando vio a un sospechoso que viajaba en una camioneta Ford Pick Up, de color crema, con placas de circulación WY-46450 del Estado de Tlaxcala. Le pidió que se identificara porque por esos lugares se han soltado los ladrones.
Eso lo sacó de onda. Echó mano a su cintura, sacando una pistola, y vociferó: “Esta es mi identificación, guey”. Cortó cartucho. El pobre velador se las vio negras. Lo salvó la campana: en esos momentos pasaban los cuicos. Al verlo, también sacaron la suya. Y uno de ellos lo retó: “A ver quién le jala primero”.
Sin chistar, el de la pistola la tiró al suelo y levantó las manos. Los otros policías la recogieron. Estaba cargada. Tenía varios cartucho útiles.
Dijo llamarse Basilio Martín Escoto, vecino de la colonia Matilde. Se les echó a correr, levantando polvo, que no vieron por dónde se metió.
Una mujer les señaló una tienda de abarrotes, donde estaba escondido debajo del mostrador. Le llegaron los macanazos por el lomo, y lo subieron en la patrulla.
 

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