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Guerra siria impulsa el negocio del narco libanés

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    •    El conflicto ha trasladado la lucrativa producción de anfetaminas a Líbano y los agricultores se pasan al cultivo de cannabis ante el corte de sus rutas comerciales


La guerra siria ha desinflado los precios en el mercado ilegal de armas en Líbano, en contrapartida ha elevado los beneficios en el de las drogas. Desde 2014, el cultivo de cannabis y la producción de captagon —anterior nombre comercial de la fenetilina y conocida como la anfetamina de los yihadistas— se ha disparado en el país
“El baño es por ahí”, indica un hombre de voz ronca con pistola al cinto. Para llegar al aseo hay que cruzar un oscuro cuartucho repleto de basura y obviar la recelosa mirada de dos hombres que, arrodillados, esnifan cocaína sobre una plancha de cemento.
En la habitación contigua, en un sofá estampado con flores, está sentado Abu Alí, traficante de drogas y armas. Tiene su cuartel general en una villa del poblado Hamudíe, al norte del valle de la Bekaa, donde se extiende el mayor imperio de cultivos de marihuana de Líbano.
Justo enfrente se sitúa la localidad de Britel, guarida de los mayores traficantes del país y escondite para aquellos huidos de la justicia donde, en las escasas ocasiones que las fuerzas el orden que se aventuran son recibidas con lanzagranadas y ráfagas de metralletas.
Sonriente y con una protuberante barriga tras 20 años de vida a la sombra de la justicia en un reducido puñado de calles, Abu Alí despliega su arsenal ante los visitantes.
Afable, no duda en ofrecer como bienvenida un recipiente repleto de cocaína y un puñado de anfetaminas como si fueran chocolatinas. Sobre la mesa extiende bolsas de heroína, éxtasis, hachís y todo tipo de pastillas.
“Me salí de Hezbolá [milicia-partido chií libanés que combate al sur del Líbano contra Israel y en Siria junto a Bachar el Asad] a finales de los noventa. Ganaba 100 euros, muy poco, y tuve un hijo que alimentar”. A sus 44 años lleva media vida en el negocio del hachís y ha tenido tres hijos más.
Uno de sus vástagos, que aparenta tener 12 años, desfila con una pistola Glock y un Kaláshnikov como muestrario. “En 2011 con la guerra de Siria hacíamos mucho dinero con armas y munición. Hoy ya no es un buen negocio”, cuenta Alí, que ahora importa armas del país vecino, donde “hay de sobra”.