LAGUNA DE VOCES

* Las cosas simples y milagrosas de la vida

 

El escritor ruso Fedor Dostoievski realizó una de las más dramáticas, pero hermosas  descripciones de lo que piensa un condenado a muerte en “El Príncipe Idiota”. Porque resulta que sólo en esas circunstancias es posible apreciar la vida, los elementos más simples y no los sueños, que de tan grandes, nos hacen aplazar el gozo sencillo de oír el sonido de una pecera que al final de cuentas se convierte en un manantial particular de esperanza.

            Aplazamos tanto las cosas cotidianas por algo extraordinario que tal vez nunca llegue, que sólo empezamos a entender el valor real de las cosas, cuando nos miramos frente a frente con la posibilidad de que la muerte no atrape antes de tiempo.

            Es una reacción común de los que son por ejemplo asaltados en la calle, un camión de pasajeros como me tocó a mi hace tiempo en la autopista México-Pachuca, una calle a oscuras, un lugar el que sea donde de pronto se tiene la certeza de que ya no habrá futuro y pedimos una última gracia, oportunidad o como se le quiera llamar, para intentar apreciar, aunque sea una sola vez, lo que pensamos eran simplezas, cosas cotidianas, pero que día a día construyen los años y la vida entera.

            Será preciso rendir respeto a las cosas sencillas, porque sin ellas nada tendría sentido.

            No, no es ni el gran viaje, el salario monumental para comprar quién sabe cuántas cosas. No es sino la voluntad y capacidad de mirar con otros ojos cada instante, cada gesto de los hijos, la esposa, la nieta, los hermanos, los compañeros de trabajo, y sentirnos una vez más sorprendidos, agradecidos.

            A cada cual en un espacio de su vida le toca, por accidente, enfermedad o simple tristeza, entender que, efectivamente, Dios siempre tiene un nuevo rayo de sol para cada hombre, pero siempre y cuando esté en disposición de mirarlo, sentir su calor, su luz. Y eso es asunto de todos los días.

            El problema es que no pocas ocasiones uno va por la vida con la idea de que la felicidad está peleada con las cosas simples. Y por supuesto que no es así.

            Sucede un milagro cuando se comprenden.

            Y vaya que es necesario creer en los milagros, aferrarse a ellos y empezar a saber que la gratitud es el primer síntoma de que se va por buen camino. El que estuvo a la mano desde hace mucho, muchísimo tiempo.

            Esa es la única realidad.

            La que tarde o temprano llega, y sorprende, pero por supuesto se agradece.

            Mil gracias, hasta el próximo lunes y que tenga un espléndido fin de semana con las cosas simples, sencillas.

 

            pearaltajav@gmail.com

            twitter: @JavierEPeralta

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