La fragilidad del ciudadano

HOMO POLITICUS
El ciudadano se encuentra preso del poder de la clase política, es prisionero de una institucionalidad cruenta que no tendrá fin.

En estos días aciagos nada tan amargo como la indefensión en la que se encuentra la ciudadanía ante los usos y abusos del sistema político.
 
Lo más álgido del momento es la serie de anomalías y manoseos que presenta el Sistema Nacional Anticorrupción, el cual debería ser una de las iniciativas que encarne el sentir social y la razón ciudadana por controlar y custodiar la probidad del quehacer público, que a vox populi desde hace décadas en el país se encuentra aquejada.
 
Para el mundo intelectual, las trabas, conductas anacrónicas y verticales que han manoseado el nacimiento del SNA, sólo son el fiel reflejo de la reticencia del sistema político y su clase que se niega a captar un sistema de control de la corrupción donde prime la voz ciudadana; la cuestión es tan negra, que todo apunta a que el SNA, se convertirá en un elefante blanco de aquellos a que nos tiene acostumbrados el Estado.
 
La cosa no camina mejor en los estados, los cuales, tienen en deber de echar a andar sus réplicas, cuestión que tiene irritada a la población a nivel nacional y que ya comienza a entronizar con las especulaciones del escenario político hacia 2018, lo cual no es nuevo, pero denota que el pesar y desconfianza ciudadana son la única constante que se mantiene en la realidad política del país.
 
El SEA ha nacido mal parido, constituye un nuevo revés en la trama de ciudadanización del Estado que no se ha llevado a cabo; más aún, constituye una de las más grandes afrentas de la probidad pública y ha creado una estela de irritación que amenaza con deteriorar la casi inexistente legitimidad y credibilidad del quehacer público.
 
El cuestionamiento que subyace en esta estela de fragilidad ciudadana sin duda es, ¿hasta cuándo la ciudadanía será respetada por el establishment?
 
El ciudadano se encuentra preso del poder de la clase política, es prisionero de una institucionalidad cruenta que no tendrá fin.

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