La sexualidad en la tercera edad

DE CUERPO ENTERO
El impulso sexual jamás desaparece, los años acumulados pueden generar dificultad para un ejercicio de la vida amorosa, en el hombre dificultad para una erección adecuada, y en la mujer disminución de la lubricación vaginal; ambos tendrán dificultad para alcanzar la respuesta de orgasmo, y seguramente para experimentar las diversas posiciones coitales como las que recomienda kamasutra; sin embargo la tercera edad es un magnífico retrato de la época donde podrán relucir con exquisita brillantez esos perfiles impactantes del amor.

No era la primera vez que Cupertino esperaba en la esquina el paso obligado de Rosita, sabía a la perfección la hora y hasta la gente que todos los días la acompañaban y como para mostrarse más interesante, solía recargarse en el viejo zaguán de Don Federico, y así con un aire distraído prendía un cigarro Carmelita para echar bolitas de humo justo cuando el cortejo pasaba; era un momento muy corto que solía ser la razón de vivir un día y esperar la tarde del siguiente con la misma cautela y emoción del primero.
Cupertino ha vivido un raudal de experiencias y sabores, fue de los primeros en conocer la ciudad, el único que allá en los años ya muertos por el tiempo conoció de cerca las viejas luminarias del cine Nacional como la misma María Félix cuando filmó La Escondida en el estado de Tlaxcala; él supo de los viejos cabarets de la ciudad de México, y al ritmo del Pérez Prado estrenó en  sus andarines pies los mambos de moda como El Ruletero, o en el tugurio llamado “Bombay” supo bailar en un match de cuerpo a cuerpo un danzón de moda llamado “Nereidas”, y como dicen en los pueblos eternos “anduvo para arriba y para abajo”.
Aun con la fortaleza de los años nuevos Cupertino quedó viudo, y con el alma llena de dolor y de soledad quiso arrancar a pedazos su tristeza y su desventura; estaba seguro que la finada lo seguía por todas partes, que aun en sus más íntimos pensamientos ella asomaba con prontitud para reclamarle su mal comportamiento. Solo el tiempo y los montones de días fueron capaces de ir borrando la imagen vigilante de la esposa ya muerta.
Han pasado ya muchos años y ahora, mientras recargado en la esquina espera el paso de Rosita, se da cuenta de que no puede empezar un romance como antaño; la gente se burlaría, y más si volviera a las viejas usanzas de sus tiempos: una carta perfumada, o una rosa repleta de olores de campo, o acudir a los padres de Rosita para pedir una cita (por cierto esto totalmente imposible dado que ella tiene 75 años de edad); ha pensado también en buscar una cita por un intermediario, y cuando va desgranando una y mil posibilidades siente un frío intenso en sus piernas delgadas, necesita descansar un momento, a brincos pequeños alcanza su fiel acompañante de varios años, una silla de ruedas que en estos climas de diciembre le ayuda tanto que siente dejarla cuando muera.
Cupertino está enamorado, y siente que sus impulsos solo viven para la siguiente tarde cuando pueda llenarse de Rosita, cuando la pueda ver pasar con ese aire soberbio que solo la belleza da; su caminar es lento y aunque sabe que las personas que la acompañan son dos enfermeras pagadas del pueblo, él imagina una corte que acompaña a una reina, disfruta de la mirada de Rosa que a hurtadillas le dice muchas cosas con destino claro a su corazón.
Con la valentía de un viejo caudillo enamorado, una tarde sin frío decidió abordar a su Rosita, las buenas conciencias de las enfermeras por fuerza chaperonas, hicieron que la dejaran sentada en una banca del parque; el sol como sabio consejero y cómplice obligado, se ocultó un poquito para dejar sentir su fuerza apenas, suave, cadenciosa. Hablaron con un fino desenfado, en realidad era ya poco lo que tenían que decir, las decenas de tardes cuando solo cruzaban sus miradas habían sido también muy ricas en eternas conversaciones. Al despedirse Cupertino le besó la mano, dejando un sello húmedo que de inmediato estremeció a Rosita.
Han pasado los meses, y como una devoción que para todos es un dogma, apoyan esta revolucionaria historia de amor. Solo una vez y a escondidas se besaron en la boca, ahora solo les basta el apretarse las manos, el tocarse la cara y el decirse con palabras llenas de de una pasión que desconocían: ¡me da mucho gusto verte!

LA SEXUALIDAD
El mundo que nos toca vivir fue diseñado desde la perspectiva del consumo in situ, inmediato y por consecuencia debe estar preparado para su mejor utilización. Así, cuando el trabajador se acerca a los 60 años de edad, empieza a pensar en el retiro, en la mal llamada en nuestros lares: jubilación. Una palabra que se sustenta en la enorme alegría de haber cumplido una etapa de la existencia donde se atesoró la experiencia, donde se brindó la mejor carga de energía de un cuerpo que a fuerza de pasar los años se ha hecho viejo, y ha tenido que aceptar enfermedades que ya nunca se van; y que al completar una meta, los directivos de la empresa deberían estar prestos a unirse a ese jubileo por el que ya terminó.
La verdad que nunca es así, el viejo por viejo se va y dolorosamente emprenderá un camino aun más difícil, cuesta arriba y ahora con menos armas para combatir.
El terreno del amor también suele esconderse en esta etapa de la vida, son pocos Cupertinos y Rositas que se dan la oportunidad de vivir el amor, porque la creencia popular es que a estas alturas los ancianos ya no sienten deseos, y que solo están para esperar la ayuda o la nueva enfermedad que pronto debe aparecer.
El impulso sexual jamás desaparece, los años acumulados pueden generar dificultad para un ejercicio de la vida amorosa, en el hombre dificultad para una erección adecuada, y en la mujer disminución de la lubricación vaginal; ambos tendrán dificultad para alcanzar la respuesta de orgasmo, y seguramente para experimentar las diversas posiciones coitales como las que recomienda kamasutra; sin embargo la tercera edad es un magnífico retrato de la época donde podrán relucir con exquisita brillantez esos perfiles impactantes del amor. Cupertino y Rosa han vivido los momentos más eróticos con el solo roce de sus pieles, han vivido las experiencias más eróticas con el poder supremo de la mente y siguen todavía experimentando el deseo como una corriente que los electrifica cada día.
Nunca la eficacia matemática de unos órganos sexuales suplirán la maravilla de la seducción, jamás la apariencia banal de una imagen artificial superará a la mirada que roba, que invade y que excita; y por ningún motivo superará al amor, una suma constante de años que tan solo nos vuelven viejos.
La sexualidad en los adultos mayores está allí, rondando, a veces sometida por los achaques que duelen, pero que siempre busca salir a una superficie que todos queremos ocultar.

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