El zócalo circular que se niega a desaparecer

Mochilazo en el tiempo
– Ante el reciente redescubrimiento del basamento circular que dio nombre al Zócalo capitalino, hacemos un recuento de los aspectos éste desde 1843, cuando lo mandó hacer Santa Anna
La Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, epicentro de la historia nacional, la semana pasada dio de qué hablar cuando el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) anunció el redescubrimiento del zócalo (base circular de una estatua) del monumento que el presiente Antonio López de Santa Anna pensaba erigir en 1843 en honor de la Independencia nacional.
El proyecto no fue construido pero permaneció la base, la cual fue encontrada hasta 1983, durante los trabajos de excavación de la Línea 8 del Metro, pero se cubrió de nuevo y fue encontrada hace unos días en la remodelación del piso del Zócalo.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Alejandro Meraz Moreno, investigador de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, celebra el interés que el hallazgo ha causado. “Este redescubrimiento [remarca la palabra] resulta relevante porque es el basamento que da nombre de manera popular a lo que es la Plaza de la Constitución. Con el tiempo, éste fue trasladado a todas las plazas importantes de la República”.
Antes de la construcción del zócalo, el espacio que hoy es conocido así era llamado Plaza de Armas o Plaza Mayor. Con el tiempo los capitalinos empezaron a llamarlo Plaza del Zócalo, hasta que quedar sólo en Zócalo.
“No hay referencias de que antes del proyecto de Santa Anna hubiera alguna construcción previa en ese lugar en particular”. Durante el virreinato la plaza era plana. El arquitecto español Lorenzo de la Hidalga fue el encargado de diseñar el deseo de Santa Anna, y que consistía en una columna con una figura alada. En otro punto, hacia el sureste de la plaza, estuvo instalada la estatua ecuestre de Carlos IV, el “Caballito”, de 1803 a 1824.
“Cuando Santa Anna emite su decreto sobre la demolición del mercado del Parián y la construcción del monumento a la Independencia, es en una de las veces en que él está en la presidencia y luego se retira”, dice Meraz. El desorden político y económico de la época impidieron la construcción de lo que iba a ser el homenaje a la lucha de Miguel Hidalgo.
En 1864, Maximiliano de Habsburgo, en su calidad de segundo emperador de México, pensó en retomar la idea de Santa Anna. Sobre el mismo zócalo, el austriaco pensó en una efigie que estuviera ataviada con ropas indígenas. “Maximiliano siempre se preocupó por resaltar las raíces indígenas de la nación. Se menciona que fue Carlota [su esposa] la que colocó la primera piedra”, apunta el investigador. El fin del Segundo Imperio dio al traste nuevamente con la construcción. Sólo quedó la piedra de la emperatriz.
Cuando Benito Juárez retoma el poder en 1867, es erigida, en el mismo lugar que escogieron Santa Anna y Maximiliano, una estatua en honor a la República Restaurada. Alejandro Meraz comenta que no existen menciones sobre ella salvo algunas fotografías. Es probable que haya sido donada por el gobierno de Querétaro. Los datos generales de este símbolo –quién lo construyó, cuánto medía, cuántos años estuvo en pie- son desconocidos.
En 1875, un año antes de la llegada de Porfirio Díaz a la presidencia, fue instalado un kiosco, construido en París, en el lugar de los fallidos monumentos anteriores. Fue instalado para que en él tocaran las bandas militares y adornó la plaza hasta 1914, cuando fue donado a Huejutla, Hidalgo.
A partir de entonces, la superficie fue cubierta con jardines. En todas las fotografías de las primeras décadas del siglo XX se observa que el jardín principal, el central, respetaba el círculo del viejo basamento.
En 1957, durante la remodelación que planeó el regente capitalino Ernesto P. Uruchurtu, las áreas verdes desaparecieron. El motivo, explica Meraz, fue la funcionalidad de la plaza: era más sencillo mantener limpio el espacio si la superficie era llana. El concreto sepultó aquella base.
“En ese entonces el principal interés estaba en lo monumental o prehispánico. A este tipo de vestigios no le prestaban mucha atención. Fue hasta los años 70 que se empezó a tomar conciencia de su importancia”, apunta.
Otro elemento que forma parte importante del Zócalo es el astabandera, que ya existía en los años 40, pero con otras dimensiones. En 1996, durante la administración de Ernesto Zedillo, fue colocada la monumental bandera en la plaza principal. Esta colocación afectó apenas la forma original del intento de columna de Santa Anna.
El zócalo ha sido cubierto otra vez. Concreto hidráulico ha sustituido a la primitiva plancha. El motivo, señala el investigador del INAH, es la preservación del monumento. “Si se dejara abierto el vestigio, no se podría asegurar su conservación, su mantenimiento, su seguridad”. Para evitar lo anterior, será cubierto con materiales que permitan en el futuro su exploración. Se prevé que la remodelación quede lista para las fiestas patrias.

Related posts