Logro de Donald Trump
• Mientras la corte revisa el caso, permite que la orden se imponga a personas que no tengan relación “con personas o entidades de EU”
La entrada del veto en el Supremo se materializó después de que la nominación del juez Neil Gorsuch, impulsada por el presidente, culminase con éxito. Asegurada la mayoría conservadora en la corte, la Casa Blanca se sintió con fuerza suficiente para entablar el combate.
Donald Trump logró imponer gran parte de su veto migratorio. Tras meses de bloqueo judicial, el Tribunal Supremo decidió por unanimidad aceptar el caso y, mientras lo resuelve, ha levantado su suspensión y permitido que se aplique a todos los ciudadanos de Irán, Libia, Somalia, Siria, Sudán y Yemen que carezcan de un vínculo sólido y creíble con “una persona o entidad de EU”. “Es una clara victoria de nuestra seguridad nacional. Como presidente no puedo autorizar la entrada de quienes nos quieren hacer daño”, afirmó el mandatario en un comunicado.
El veto suspende 120 días el programa de refugiados y paraliza, con la salvedad mencionada, durante 90 días la concesión de visados a ciudadanos de los seis citados países, todos de mayoría musulmana. Pese a su dureza, se trata de una versión aligerada del primer decreto. Nacida al calor de las proclamas electorales, la orden original incluía a Irak e impedía la entrada a viajeros con visados ya aprobados y residencia permanente.
La amplitud de estas restricciones, su profundo sesgo discriminatorio y la propia retórica de Trump desataron una gigantesca olea de protestas. El rechazo fue recogido por los jueces de primera instancia y dio pie a una casi inmediata paralización del veto.
Para superar este obstáculo, la Casa Blanca decidió aligerar su carga restrictiva y presentó una versión con menos aristas. Pero en las cortes de apelación tampoco tuvo éxito. Los recursos presentados por los Estados de Virginia y Hawái, controlados por los demócratas, hicieron hincapié en que permitir la orden, mientras se resolvía el fondo de la cuestión, podría lesionar gravemente el derecho de miles de ciudadanos, máxime si finalmente el Supremo fallaba en contra.
Los tribunales aceptaron esta advertencia e incluso señalaron que el decreto, lejos de atenerse a cuestiones de seguridad, estaba contaminado por “la intolerancia, la animosidad y la discriminación”. El éxito de las impugnaciones hizo presagiar a muchos un triunfo en el Supremo. Pero los abogados del presidente midieron bien los tiempos antes de elevar el caso.