Testigos de la vida
Cuando alguien te pregunta si fuiste a una función en el Cine de Plaza 2000, donde solo sobreviven de sus comercios originales la óptica y las pizzas que ya no son “Mamas”, empiezas a darte cuenta que ya formas parte de escenarios a los que se asoman con curiosidad los jóvenes, pero que aún te salvas de las miradas de asombro, porque ni es mucho tiempo de que cerró la mentada sala cinematográfica y los tiempos en que formarás parte de las reliquias pachuqueñas, estás seguro que se encuentran lejos, o al menos eso quieres pensar.
Todavía no te topas con quien busque a toda costa indagar cómo era ese mundo de la capital hidalguense que terminaba esa plaza de nombre futurista, porque se veía tan lejos el año dos mil que era fuente de inspiración para cuanta ocurrencia pasara por la cabeza.
En la calle de Guerrero, casi esquina con Bravo, donde hoy luce esplendorosa una tienda Elektra, donde aceptan abonos chiquitos para tener ahorros grandotes, estaba el Cine Alameda, quizá el de más lujo por su estructura interna de la que por supuesto ya no queda nada, porque las tiendas de los Salinas Pliego siempre resultan ser más edificantes para la memoria colectiva.
Todavía vi una película antes que fuera cerrado durante años y años, hasta que la mano sabia y culta de los Elektra la convirtió en lo que está convertida.
De tal modo que en lo posible evito decir que fui visitante asiduo del cine Alameda, y en su caso contesto lo que escribo: una sola vez. Y aunque sea verdad, seguramente hacerse pasar como testigo del fin de los tiempos de la historia que nos tocó vivir, acaba por ser incómodo porque el mote de sobreviviente de la vida siempre es patético.
Siempre pensamos que cualquier monumento o inmueble tendrá una vida más, mucho más larga que la nuestra, pero resulta que no, al menos en Pachuca no. Y prueba de lo que le digo es que ya pude acudir al funeral y entierro del cine de la Plaza 2000, al del Alameda, a los cíclicos remozamientos de la Plaza Independencia, donde también existieron salas cinematográficas especializadas en pornografía.
Y por supuesto nos ha tocado ver como salen de la nada edificios como el de Bancomer en la avenida Juárez; todita y completa la Plaza Galerías, donde ya se hicieron bolas en la construcción de un estacionamiento adicional que amenaza con caerse por más refuerzos que le pongan a las columnas.
De tal modo que duramos más que el mismísimo cemento y varilla; que las butacas de cines que un día se quedaron sin clientes luego que el monopolio de Cinépolis llegó para quedarse. Pasamos así del asombro al asombro, cuando en el mismo espacio donde antes cabía el Cine Auditorio que también vimos como lo hicieron polvo en una sola noche, ahora caben 12 o más salas con todos los avances de la modernidad.
Unos llegan y otros cierran.
Perisur, el primer centro comercial totalmente techado de Pachuca, empezó a languidecer de la noche a la mañana cuando a la vuelta se asomó el almacén con la primera escalera eléctrica de la capital hidalguense, y por supuesto fue olvidado sin sentimiento alguno de melancolía porque a ciencia cierta nuca pudo hacerse parte de la vida pachuqueña.
Sin embargo, lo fundamental, es que tiran edificios, levantan planchas de cemento, ponen y quitan árboles, abren y cierran cines, pero aquí seguimos, y de algún modo empezamos a creernos la historia de que eso nos hace inmortales, no eternos pero sí inmortales, que no es lo mismo pero es igual.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
CITA:
De tal modo que duramos más que el mismísimo cemento y varilla; que las butacas de cines que un día se quedaron sin clientes luego que el monopolio de Cinépolis llegó para quedarse. Pasamos así del asombro al asombro, cuando en el mismo espacio donde antes cabía el Cine Auditorio que también vimos como lo hicieron polvo en una sola noche, ahora caben 12 o más salas con todos los avances de la modernidad.