Saltar el muro para caer en el infierno

La triste búsqueda de un mejor nivel de vida

En el desierto de Arizona, la parte más peligrosa de la frontera, la coordinación entre México y EU salva cientos de vidas al año
 

Según datos de la asociación Colibrí de Tucson, entre 1990 y 2000 se encontraban unos 12 cuerpos al año. En los 15 años siguientes, la media fue de 170 al año. A la morgue de Tucson han llegado más de 2.300 cadáveres del desierto, más de 800 permanecen sin identificar. En el sector de Yuma, al oeste de Tucson, la actividad es mucho menor, pero el peligro es el mismo.
El pasado 25 de mayo, la policía fronteriza de EU en su base de Yuma, Arizona, encontró a dos inmigrantes en la carretera 8, a la altura de Gila Bend. Habían llegado, exhaustos, a la línea que separa la vida y la muerte en este punto de la frontera con México.
Mientras recibían asistencia médica, los indocumentados les dijeron que había otra decena de personas atrás. El equipo de búsqueda rastreó el camino hasta llegar a una tercera persona, inconsciente y deshidratada. Era un muchacho mexicano de 17 años. Murió antes de llegar al hospital. Los agentes siguieron camino y encontraron a ocho personas más deshidratadas, a las que rescataron del desierto. En total, nueve mexicanos y dos hondureños.
Escenas como esta son habituales en el lugar más peligroso de la frontera entre EU y México. La policía de fronteras (Border Patrol) de Yuma y Tucson tiene un equipo especializado en rescates llamado Borstar (Border Patrol Search, Trauma and Rescue) especializado en rescates como estos. Cientos de personas son rescatadas al año y decenas mueren.
Cada año, a comienzos del verano, el mensaje de estos agentes, seguramente con poca esperanza de éxito, es pedir a la gente que no lo intente. Desde las casas seguras a las afueras de San Luis del Río Colorado, en Sonora, hasta la carretera 8 hay tres vallas y hasta 30 kilómetros de puro desierto. Se tarda entre 8 y 10 días caminando, a 45 grados y sin sombras, en llegar hasta la carretera.
“Los polleros les engañan”, dice el agente Fidel Cabrera, supervisor de Operaciones Especiales de la Border Patrol en Yuma. “Les dicen que en cinco horas caminando están en Los Ángeles”. De nuevo, “no lo intenten, no hay forma de que puedan cargar el agua que necesitan para hacerlo”.
El problema de las muertes de inmigrantes en el desierto de Arizona se agravó a raíz de la construcción del muro en la frontera de California y las grandes ciudades en los años 90. La inmigración irregular se vio desplazada hacia lugares más peligrosos, con temperaturas extremas y kilómetros sin ninguna ayuda. Lugares por los que nadie pasaba cuando había alternativa.

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