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LA VIDA NO VALE NADA…

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Hace muchos años, cuando como un proceso natural de la vida, los pueblos, las ciudades y los países se fueron integrando, surgió la actitud a veces hostil, o a veces ventajosa de obtener nuevas riquezas y magnas propiedades. Las confrontaciones aparecen destacando siempre la victoria al más poderoso, y el papel de súbdito al derrotado, nacen pues los imperios y la hegemonía de los pocos sobre los muchos. San Francisco decía que el hombre fue hecho de mala levadura, y sea este o no el pretexto, tal parecería que la historia se encarga de recordarnos que en toda la trayectoria de la humanidad hemos caído en límites diversos en esto del valor a la vida.

Muchos años hace que la esclavitud se vivía como una forma “natural”de convivencia, y el asesinato por la búsqueda de poderes oscuros, era una forma regular de la existencia humana; las leyes del levirato, de pernada, del Sati en la India etc. Por decir algunas, arrinconaban a la existencia a un valor ínfimo y muchas veces grotesco. Sin embargo aun dentro de este movimiento arcaico de valores, existían elementos que promovían ciertas reglas de un juego que solía ser de muerte.
Entre los antiguos caballeros el reto a duelo era una forma elegante de confrontar fuerzas; en la edad media las luchas cuerpo a cuerpo, arma contra arma, provocaban resplandores gigantes del choque de las espadas, y gritos agudos de muchos corazones partidos, las guerras históricas de pueblos antiguos nos hablan de estrategias inteligentes para utilizando la astucia, se derrotaba al enemigo aun a costa de la vida misma. El valor a la vida se cifraba en aflorar el valor, la confrontación y el honor.
Nunca la violencia ha generado equidad y tranquilidad, a veces provoca paz, pero en el fondo de los derrotados surge un odio tan grande que al paso de los años suele convertirse en la génesis de la venganza con sed de muerte. Sin embargo el valor a la vida se percibía desde aristas más humanas.

Hoy somos testigos en primera fila de una “guerra contra los narcotraficantes y los huachicoleros”, donde hasta esta fecha del sexenio presente, los homicidios han superado el pasado, cuando Felipe Calderón con gritos desaforados inició la “guerra contra el narcotráfico”; mexicanos que matan a otros mexicanos; hoy mismo asistimos como en cine de alta resolución, a una protesta y contra-protesta de maestros, de líderes de antorcha campesina, de padres adoloridos para siempre de Ayotzinapa, de gente azorada repleta de miedo a la inseguridad, y de corajes reprimido por la terrible corrupción sazonada por la impunidad. Vivimos la violencia como un péndulo de muerte que se agita cada vez más, y a todo esto le llamamos guerra.

No es posible hablar de una guerra cuando las fuerzas lucen desiguales, cuando cual obra de teatro, se anuncia con mucho tiempo y casi se esperan los combates para el mejor horario de la televisión.
La vida vale en relación directa al impacto que tenga para la televisión, es decir si fueron muchos muertos y con poco impacto para la difusión, pasaran como hechos aislados, y solo que haya sido la vida de un niño, arrancará suspiros y conmiseración que se exaltará horas y horas por la t.v.
Hoy la moda son los que roban combustible, como si por magia hubieran aparecido ayer, y se desgarran las vestiduras, y recrean desde drones en blanco y negro el movimiento de decenas de camionetas como monjes en silencio, el ir y venir con gasolina robada. ¿Apenas se dieron cuenta? La comparsa es perfecta, la televisión y los chefs de la corrupción.
 
Vivimos un siglo XXI que se perfiló como la centuria de la comunicación, y donde el diálogo sería privilegiado antes que la mínima intención de ser violento, se anunció que durante estos cien años los procesos científicos sólo estarían por debajo de las buenas conciencias, y hoy, sí hoy, nos damos cuenta que hemos dado un brinco al pasado, para demostrar al mundo que el diálogo no sirve, que las instituciones son nulas como la ONU, las cámaras de diputados y senadores, los tribunales de justicia, que los gobernadores viven en sus feudos como amos y señores, -aunque después para algunos los esperen los reclusorios- y lo más doloroso que la vida no VALE NADA.

Creo que no estamos lejos en asistir al nacimiento de los primeros seres clonados con fines maquiavélicos, o posiblemente estaremos ya caminando por un túnel si regreso.
Pase lo que pase, la VIDA será siempre el principio y el fin, la obra máxima, que ojalá la naturaleza nos dé la oportunidad de conservarla por muchos miles de días.