Un ángel de vidrio

PEDAZOS DE VIDA

En aquél libro, decía que la forma en que uno se deshacía de las cosas repercutía siempre en el ambiente donde habían permanecido por algún tiempo, que muchas veces romper las cartas o quemarlas no servía de nada si no se había hecho de la forma correcta, con la paz interior, con la decisión y la determinación necesarias, sin que la rabia fuera la causante del deshecho del objeto, que la energía se transforma y que al ser aplicada de una u otra forma sobre un objeto podría generar siempre un halo de negatividad al no saber cómo desprenderse de esta.
La relación que había tenido no había sido sencilla, aquél cabrón resultó ser un hijo de mami, de esos que ni para tragar poder levantarse a servirse, un hombre chapado a la antigua pero sólo en su conveniencia, porque al final de cuentas, no dejaba de ser el holgazán, que no trabajaba la tierra, que no cuidaba del ganado, pero sí el que tenía que ser respetado solo por disque “ser hombre”.
Fue en la feria del pueblo, donde encontraron aquél artesano, que con ayuda de un soplete, transformaba en verdaderas obras de arte, las varillas de cristal que de todos colores brillaban en su vitrina ambulante. Vidrio que viajaba de feria en feria, para convertirse en algún animal, en alguna imagen religiosa, en algo que la gente pagaba y se llevaba a casa.
Ahí fue donde este cabrón con su complejo de niñote, le mandó hacer un ángel con grandes alas y enmarcado por un corazón, todo en completo cristal transparente, como ella lo había querido, sin colores rojos ni dorados. Con la sencillez y elegancia del cristal, con la hermosura que provoca la descomposición de la luz sobre este.
Eso había pasado, cuando todavía los algodones de azúcar se compartían entre labios manchados por el colorante, sin embargo, todo había pasado, ya nada era igual, la relación se había ido lentamente como remolino por el excusado y se había convertido en agua negra de recuerdo, en putrefacción del alma.
Tenía que quedar atrás, todo tenía que irse, y también el ángel de cristal, pero romperlo le auguraría que el polvo quedaría regado por toda la casa, el aventarlo a la basura podría hacer que se fuera con él, energía que era de ella, la energía de la ilusión y los buenos sentimientos, y regalarlo podría provocar la mala suerte para quien se le entrega dicha figura cargada de tanta energía.
Fue en la misma tarde cuando, tomó las llaves del carro, se dirigió a toda prisa hasta las afueras de la ciudad, allá donde comienzan los pastizales, y sin más a orillas de una zanja seca, acomodó la figura de tal forma que la energía fluyera, que se quedara y que lograra la armonía. Ahí el viento, la lluvia, la tierra y el tiempo se encargarían de hacer que todo fluyera y de acomodar todo lo que contenía aquel ángel.
Agua, tierra, viento… El conjuro había sido poderoso, con el calor que se había sentido en esos días, el mismo amor atrajo los rayos del sol que filtrados por la figura se convirtieron en llamas, los cuatro elementos se habían completado, se habían unido para fusionar la maldita figura, y también para provocar un incendio que acabó con hectáreas de pastizal, y allá a lo lejos, ella pensaba en lo incendiario que había sido su amor.

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