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Insinuaciones sexuales, acoso, sexo oral y penetraciones en los baños públicos

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(PARTE 2)

Cómo lo había señalado aquél hombre, una vez que el intendente sale de un baño, el lugar queda sin vigilancia, y se convierte en el idóneo para realizar distintas prácticas que no siempre tienen que ver con ir al sanitario a orinar o defecar. Al pagar los cinco pesos, de nuevo estas dentro de un mundo que aunque crees que conoces, es desconocido para muchos que ven en el lugar sólo un baño público.

Cuando el gato no está en casa…

Alrededor de 10 minutos más tarde, “el cazador”, entra a este sanitario, en donde además hay “casa llena”, ahora sí la acción está al descubierto, cinco hombres que están en los mingitorios, parece que nunca dejarán de orinar, están con el pene fuera de la bragueta y se masturban mientras entre unos y otros se echan miradas furtivas, como si fuera una exhibición de penes en pleno baño público alrededor de las 11:15 horas.

De igual forma las puertas de los sanitarios no se cierran por completo, y a decir de los pies, varios no corresponden a la posición que se adopta cuando se sientan sobre las tazas, hay hombres de pie que miran a través de las rendijas que quedan entre la puerta y el marco de esta, ha comenzado la fiesta dentro del lugar, y no pasa mucho tiempo para que el sonido del torniquete que da entrada a los baños haga que todos como ratas, se pongan alerta y actúen como si dentro no sucediera nada.

Hay hombres que dejan el mingitorio para ir al espejo, lavarse las manos, eternamente, hasta que los “bugas” (hombres heterosexuales) salgan o bien se metan a un cubículo a hacer sus necesidades, para nuevamente comenzar con el ritual, ver quien se anima a hacer algo o en el mejor de los casos ponerse de acuerdo y salir hacia un lugar más privado y propio para la intimidad.

Las señales

Para los hombres que esperan dentro de los sanitarios a que alguien se acerque e incluso se  meta para que le haga sexo oral o tengan relaciones sexuales en todo su esplendor, la paciencia debe ser su bandera, en cambio para los que andan en los mingitorios, todo parece indicar que no pueden esperar más.

Pero ¿Cómo saben que hombre sí y a qué hombre no deben insinuarse? El cazador me responde que hay ciertos códigos que se conocen entre los que acuden a este lugar, si el del cubículo de a un lado está muy inquieto con los pies, y  los juega mucho, es una señal, de que anda buscando que por lo menos, por debajo de la separación otro hombre le meta mano y le acaricie sus genitales o bien lo masturbe metiéndole un dedo “ensalivado” en el ano.

De igual forma me explica que las miradas son esenciales, ya que un gay por lo general siempre andará morboseando y tratando de mirar los genitales de otros, además de las puertas semiabiertas, y las sombras que se pueden ver en el piso de los sanitarios más iluminados, “te das cuenta luego, cuando alguien se la está jalando, ya nada más le pasas la mano por debajo y solito se agacha para que se lo agarres”, dijo.

Finalmente destacó que no faltan los que son más obvios, que llevan ropa muy pegada, cabellos pintados, que caminan muy afeminado, mismos que por lo general son los que escogen a los cazadores y que hacen el rol de pasivo (en la relación sexual se dejan penetrar, mientras que los activos son los que penetran), aunque el cazador aseguró que no hay reglas, si agarraste algo es seguro que si no te dejas dar al menos se lo vas a chupar o al revés.

Los feos a veces cogen pero siempre avisan

Por otra parte me dice que aún los más feos tienen acción ahí y que no por ser un lugar un tanto insalubre, dejan de ir chavos “de muy buen ver”, incluso trabajadores del gobierno o del Poder Judicial, ya que según él, tuvo un encuentro con un abogado que trabajaba en los tribunales de justicia.

“La calentura es pareja, aquí viene de todo, a todas horas”, me dice y solamente le respondo “lo bueno que casi no vienes acá”, a lo que nuevamente responde con una sonrisa para continuar “no es que venga seguido pero cuando he venido me ha tocado ver de todo, “la otra vez un chavito se lo desquitaron aquí, se metió con un wey bien vergudo y no manches se la dejó ir y gritó como no tienes idea, los que estábamos adentro nos salimos de rápido. Seguramente entrarían los de seguridad, el wey que se lo estaba cogiendo se terminó de abrochar el pantalón aquí en los lavabos y se fue”, cuenta su anécdota mientras no deja de ver que “nueva carne” entra al lugar.

“Aquí los feos a veces cogen, y si no, al menos te avisan”, continúa con el tema que estaba desarrollando, “aquí es bien fácil darse cuenta de muchas cosas, desde aquí con el azulejo puedes ver quién va a entrar, si estás en los mingitorios, a través de los espejos te das cuenta quién entra y si ves que es de seguridad, te abrochas el pantalón, le bajas al mingitorio, vas te lavas las manos y te sales como si nada”.

Y agregó que no falta la persona a la que todos le niegan el placer, sin embargo se conforman con ver y masturbarse desde un punto estratégico que le permita ver si entra alguien o si hay peligro para los que se dan sus “encerrones” dentro de los sanitarios. Aunque también hay quienes se niegan a ser vistos y ahuyentan a los mirones, pero esto último es más riesgoso, ya que según el cazador, son quienes frustrados y rechazados van y acusan para que entren vigilantes y se lleven a los calientes que se negaron a dejarse ver por el desafortunado en el sexo.

El acoso

Sin más me despido del cazador no sin antes ser acosado, ya que la amabilidad y la explicación de este sujeto, por un momento desaparecieron y pretendía cobrar la información, aunque la insinuación que hizo de “y que no vas a querer probar nada, si quieres nos salimos yo tengo un lugar para hacer lo que quieras”, fue seguida de una carcajada y un “es broma amigo”, opté por salir del lugar ya que de broma en broma la verdad se asoma y no fuera siendo que la siguiente víctima del cazador terminara siendo yo.

Finalmente, y antes de que saliera del lugar, el cazador me dijo “deberías venir en la noche, después de las diez, ya no hay vigilante y se pone bueno, nada más no vengas con miedo”, volvió a sonreír, mostrando sus muelas con caries, se dio la vuelta y se dirigió al área de mingitorios, en tanto afuera, la señorita que cobra la entrada seguí haciendo su trabajo y en la central la vida común y corriente continuaba sin que muchos supieran lo que ahí sucede, aunque varios de los que trabajan en la central de autobuses si conozcan pero no pueden hacer nada más que mantener todo en silencio.