Jessica… una historia de valor

DE CUERPO ENTERO

El mar con ese vaivén cadencioso del medio día, a veces se vuelve trémulo cuando las tormentas arrecian en esos meses de julio y agosto; así Jessica escuchó con un dolor infinito el diagnóstico que en el hospital le dijeron: “tienes un problema de cáncer en los huesos, que se llama osteosarcoma”, es muy agresivo y además de que será necesario amputar toda tu pierna, es necesario interrumpir tu embarazo; urge que platiques con tu Ginecólogo para hacerlo en forma inmediata”.

Seguramente sin la presencia de ese dolor, la mañana hubiera sido distinta.
Desde que se despertó sintió una punzada aguda en su pierna derecha y cuando la tocó, un ardor intenso se transmitió a su mano, “todo por correr tanto en el partido de fut de la semana pasada”, se repitió muchas veces.
Jessica estudia Odontología y no cabe de alegría porque desde hace dos semanas atiende pacientes, y cómo se siente orgullosa cuando le dicen: “gracias Doctora”. Sabe ya muchas cosas, inclusive hace apenas tres días extrajo una pieza dentaria a una tía que, como conejillo de laboratorio, aceptó haciéndose la fuerte cuando un temblor le cimbraba de pies a cabeza.
La semana pasada cumplió 21 años y ya casi un año de un amor compartido con Ricardo. Tanto sus amigas como la tía con la que vive, le han dicho que no es una relación prometedora, que ella llegará a ser una buena dentista y él nunca pasará de ser un vendedor de muebles viejos. Ella solo sonríe, y cuando busca en sus recuerdos jóvenes, aparecen un cielo cuajado de estrellas y una brisa suave casi miedosa, se estremece al recordar  aquellas noches de amor en las playas de Veracruz.
El dolor de la pierna es fuerte pero se vuelve nada cuando sabe que está embarazada, y que quiere gritarlo, platicarlo y que todo mundo se llene de esa felicidad que solo un hijo puede dar. Desde hace seis meses vive con Ricardo y sus familiares, molestos, casi le ha dejado de hablar; su madre, con ese coraje que nunca entenderemos, a pesar de que sabe que está embarazada no la ha visitado.
Al paso de las semanas y aunque la alegría de su embarazo brota como una fuente cantarina, Jessica acudió al Médico Ortopedista por ese dolor necio de la pierna derecha que nunca se va, Ricardo le ha dicho que la ve hinchada y roja y que además le nota una deformidad debajo de la rodilla.
El mar con ese vaivén cadencioso del medio día, a veces se vuelve trémulo cuando las tormentas arrecian en esos meses de julio y agosto; así Jessica escuchó con un dolor infinito el diagnóstico que en el hospital le dijeron: “tienes un problema de cáncer en los huesos, que se llama osteosarcoma”, es muy agresivo y además de que será necesario amputar toda tu pierna, es necesario interrumpir tu embarazo; urge que platiques con tu Ginecólogo para hacerlo en forma inmediata”.
Ricardo y Jessica como marineros extraviados en un mar tormentoso, solo atinaban a llorar juntos con las manos atrapadas en sus pechos, el cielo que suelen ver juntos en la tardes de abril, ahora lo vislumbran lleno de machas negras, como bocas de lobos que los quieren comer.
Pasaron pocos días y una mañana Jessica levantó la vista y tomo una decisión: QUIERO TENER A MI HIJO.
Como los gladiadores de la antigua Roma levantó los ojos al cielo y pidió por ella, por su hijo y decidió como respuesta al dolor sonreír, sonreír y ver la orilla de la playa a unos cuantos pasos.
La evolución del embarazo fue difícil, con recaídas frecuentes, con cuadros de anemia y fiebres constantes. Sus familiares aun conociendo el diagnostico seguían distantes porque no quieren a Ricardo.
Después del quinto mes de embarazo le era ya prácticamente imposible caminar, él, que vende muebles viejos y que la ama con el alma, la trae cargando a la consulta y jamás desfallece, jamás flaquea y lucha con una fe que a veces espanta.
Trabaja todo el día, busca compradores por todos lados, pero siempre está pendiente de su Jesi.
Cuando supieron que iba a ser niña lloraron y se ilusionaron con una fe que cancelaba cualquier otra aventura.
La insistencia del Oncólogo por la interrupción del embarazo desapareció cuando vio dentro de los ojos de Jesi. Se agravó al final de octavo mes de embarazo, y temiendo por su vida se decidió interrumpir la gestación cuando la bebé estaba ya madura.
Jesi sabía bien de su enfermedad y recuerdo en una consulta, cuando apenas tenia seis meses de gestación, que más que con lagrimas, con sonrisas me aseguraba: “solo deseo conocer a mi hija, sé que voy a morir, deseo que Ricardo guarde un milagro que le puedo dar, él me ha dado tanto”.
Pasaron los meses y seis meses después por vía telefónica me llamó para contarme de la belleza de su hija, y así como si no tuviera importancia me contó que ya le habían amputado su pierna. “estamos felices con nuestra hija”.
Casi tres años después cuando de acuerdo a la evolución de la enfermedad era poco probable su sobrevida, aparecieron en mi consultorio. La sonrisa y el brillo de vida en sus ojos, la mirada de su pequeña que adivina, y el valor de un Ricardo más maduro, me hicieron creer en los milagros. “Le traemos un regalo”. Una fotografía de la familia, y de sus veredas hechas en la playa, me demostraron que la vida les había devuelto muchas cosas.
Desearon recorrer con su hija esas playas de Veracruz donde hace algunos años su amor se hizo uno con la luz de esas estrellas chismosas de la noche.
“Sé que tengo metástasis a mis pulmones y que puedo vivir poco; sin embargo ya Dios me dio tres años para amar a mi esposo y a mi hija. Soy feliz, y voy a hacer una rifa para comprarme una prótesis, porque siempre me hace falta la pierna”.
Jessica es feliz, y basta conocer su historia para celebrar la vida, y mirar que el cielo siempre está lleno de luces y luceros.

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