No dejemos de soñar

Los sueños son la materia prima de nuestros actos, pues representan la meta que en muchos casos nos hemos planteado alcanzar; los sueños nos mueven en el ánimo, los sueños mantienen viva la flama de la esperanza; toda la vida hemos querido ser algo o alguien, pues los arquetipos que la mercadotecnia nos ha vendido, también son, si lo vemos positivamente, ideales que nos invitan a soñar.

Cuando niños, soñábamos con ser el futbolista de moda en la época, o bien, nos veíamos con una máscara de luchadores que nos haría famosos; también, se nos inducía a soñarnos como médicos, o abogados, o simplemente soñar con tener la misma profesión de nuestro padre; y sin darnos cuenta, nuestros sueños nos fueron impulsando, plácidamente, a materializar las metas soñadas; muchas frustraciones habremos vivido en el camino, pero cuando hay carácter, tales yerros solo representaban un reto adicional para vencer la adversidad, uno más de nuestros sueños: ser invencibles.

Cuando jóvenes, soñábamos con la muchacha más bonita de la escuela, la imaginábamos siendo nuestra novia y posterior compañera de la vida; hacíamos planes mentalmente del cómo sería nuestra existencia al lado de ella; después de todo, también eso era soñar.

Como adultos, no debemos apenarnos si seguimos soñando, es más, lo más saludable para el espíritu es que sigamos conservando siempre en el almacén de nuestra memoria un sueño para rescatarlo de las garras de la apatía, pues de lo contrario, caeremos en una zona de confort paralizante, cuyas consecuencias serán el castrar nuestro crecimiento integral.

Se dice, casi en tono ofensivo, que “el soñar no cuesta nada”, o que tal o cual persona “se la pasa soñando despierto”; esas expresiones son equivalentes a que un pájaro de barro le ponga límites a las alas de la imaginación, son pretensiones de enjaular la creatividad de la que los seres humanos somos capaces; ¡nada ni nadie nos debe limitar en nuestros sueños¡, y si estamos conscientes de ello, nos daremos cuenta que los “imposibles” son solo un accidente que nos costará un poco más de tiempo, nada más.

Nuestros sueños nos impulsarán a que poco a poco vayamos alcanzado nuevas alturas; alturas que nos mostrarán una nueva dimensión del horizonte que habremos de recorrer para llegar a ese lugar soñado, en donde seguramente seguiremos soñando con nuevas conquistas, con otras metas; todo ello ocurrirá al tiempo de que los sensatos, los cuerdos, los que nos tacharon de soñadores o idealistas, seguirán viendo de lejos el agua de ese océano de sueños al que les da pena o miedo meterse a nadar; sigamos soñando, pues al final de los tiempos nos daremos cuenta que, como decía Calderón de la Barca, la vida es simplemente un sueño.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

Miguel Rosales Pérez

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