Construyendo el futuro en América Latina y el Caribe

A medida que América Latina y el Caribe comienza a dejar atrás seis años de desaceleración económica, incluidos dos de recesión, es imprescindible hallar la manera de estimular y fortalecer esta incipiente recuperación.

El crecimiento económico fue el factor central detrás de las notables conquistas sociales y económicas de la región en los últimos 10 años, período en el que América Latina redujo la pobreza extrema a la mitad, recortó la desigualdad de manera significativa y amplió considerablemente su clase media. Pero ya no disfrutamos de las condiciones que permitieron todo esto. La caída en los precios de las materias primas y la desaceleración de economías clave como China golpearon duro a la región.
Hoy en día el panorama es muy distinto, por lo que es imprescindible que reconstruyamos las bases para una recuperación económica. La infraestructura se destaca como uno de los principales facilitadores a la hora de mejorar la productividad e impulsar de manera sostenible los motores de crecimiento domésticos.
Queda claro que América Latina y el Caribe no posee la infraestructura que necesita o merece y las conquistas de los últimos 10 años hacen que este contraste sea aún más evidente. Los caminos de baja calidad alejan a las personas de los puestos de trabajo y aumentan los costos tanto de los pequeños productores agrícolas como de los exportadores, minando su capacidad de competir. Más de 100 millones de personas, casi una quinta parte de la población, carece de acceso a saneamiento mejorado, mientras que dos tercios de las aguas residuales no son tratadas, propagando enfermedades y degradando nuestros ríos. Sólo en 2012, esto hizo que los latinoamericanos perdieran un total combinado de 900 mil años de vida a causa de discapacidad, mala salud o muerte.
Históricamente, la región intentó resolver estas cuestiones buscando recursos adicionales. Hace mucho que se habla de la falta de inversión en infraestructura —la diferencia entre lo que tenemos y lo que se necesita—, que se estima en unos 180 mil millones de dólares por año. Sin embargo, esta cifra oculta una realidad compleja y que varía a lo largo de la región. Si bien la región en su conjunto invierte menos de 3% de su PIB en infraestructura, comparado con más de 7% en Asia oriental, algunos países invierten más de 4%. Asimismo, no es realista pensar en aumentos significativos de la inversión pública bajo el actual contexto fiscal restrictivo.
Dos nuevos informes del Banco Mundial señalan que, en lugar de gastar más, podríamos hacer mucho gastando mejor y aprovechando plenamente el potencial del sector privado. La discusión debe pasar de cuánto financiamiento necesita la región y cómo obtenerlo, a qué necesita hacerse realmente y cuál es la manera más eficiente de lograrlo.
Las nuevas circunstancias económicas en torno a América Latina y el Caribe requieren de un nuevo enfoque respecto a la infraestructura, uno que libere su capacidad de servir como motor de crecimiento. Los medios para lograrlo están a nuestro alcance y el momento de hacerlo es ahora.

*Jorge Familiar es el Vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.

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