Despedida

Historias de Buró

Ahí había permanecido por más de un año, bajo la sombra de aquel árbol joven y fuerte que constantemente me brindaba sus frutos como alimento. Recuerdo que cuando llegué a él, una triste tarde de otoño, después de caminar por varios meses sin descanso bajo el incesante calor y la lluvia, me sentí tan dichosa de encontrar un lugar donde descansar y volver a llenarme de vida.
Durante el tiempo que permanecí cobijada, aprendí a conocerlo, vi sus raíces enclavarse en la tierra para volverlo aún más frondoso y su imponente fuerza ante los cambios bruscos del clima, conocí el amor que entregó a otras especies que como yo buscaban un refugio en su camino. Con el tiempo me acostumbre a su calidez, a la comodidad y a la paz que transmitía.
Cierto día noté que una hierba espinosa crecía a su costado, traté de arrancarla para evitarle una plaga pero él me lo impidió, otro día descubrí  a un montón de termitas que amenazaban su existencia por lo que me propuse eliminarlas una a una pero él volvió a reprimirme.
Luego llegó un grupo de pequeñas ardillitas que comenzaron a arrancarle sus frutos aún sin madurar y los lanzaban contra mí constantemente y al resto de las especies. Pero fue esa molestia que me despertó  de un sonambulismo.
Aparté mi vista del árbol que había admirado por tanto tiempo y volví a ver el camino que meses atrás me encontraba recorriendo, volví a poner un pie fuera de su sombra para marcharme y el intenso sol comenzó a quemar mi espalda, la tierra áspera lastimaba mis pies y fuertes torbellinos de aire dificultaban mi caminar, sin embargo, no me detuve.
Me fui de aquel sitio y ya lejos miré hacia atrás para despedirme, al verlo, sonreí y agradecí por el tiempo que me cobijó y rogué porque esas pequeñas imperfecciones no lo debilitaran.
“Me despido de ti y te agradezco por ayudarme en mi camino”.

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