Los escándalos judiciales han impregnado el espíritu de inicio de campaña electoral en Francia pero también el de los votantes. Muchos, a una semana de la primera vuelta, aún no saben a quién votar, otros no piensan hacerlo.
Los sondeos estiman una abstención del 32% en unos comicios donde la participación ha superado el 80% desde 1974, la única excepción fue 2002, con una abstención del 29%. Entonces, Jean-Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta contra Jacques Chirac. Tras las decepciones de éste como jefe de Estado, a la figura de Presidente de la República le ha costado levantar cabeza, la prueba más evidente de la crisis del sistema político francés.
“Al día de hoy se trata de una abstención bien repartida, por una parte el ‘Penelopegate’, que mina la moral de buena parte del electorado de derechas y por otra la izquierda, con un quinquenio que termina con muchas dificultades y que ha decepcionado a un amplio sector”, explica Jerôme Fourquet, director del IFOP (Instituto Francés de Opinión Pública).
Así, los casos judiciales de Fillon y Le Pen han dejado hasta ahora en un segundo plano los problemas de fondo que el país debería discutir.
El porcentaje se divide entre una parte de la población alejada de la política, “especialmente jóvenes y clases populares”, según Fourquet, pero numerosos ciudadanos se abstendrán también voluntariamente “para marcar su desaprobación al sistema”.