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Siria, las armas químicas y la guerra que sigue

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La comunidad internacional tendrá que evaluar las posibilidades de actuar más seriamente en la resolución de este conflicto

Analizar guerras no es fácil. A veces parece que quienes nos dedicamos a estos asuntos, fríamente perdemos de vista las imágenes, el sufrimiento de los niños, o las caras de madres y padres llorando sus tragedias. No es, al menos, mi caso. Pero si algo me queda claro es que cuando las espirales de violencia se detonan sin parar, y cuando diversos actores externos activamente contribuyen a que esas espirales violentas se perpetúen de manera imparable, lo que pasa son las armas químicas y las culpas aventadas. Y detrás de ellas, las imágenes que todos vimos en la semana. En esta ocasión, como muchas otras, la autoría del ataque químico parece encontrarse en las fuerzas leales a Assad. No porque los rebeldes sean inocentes de haber utilizado armamento químico en el pasado. Sino por la dimensión, las características del ataque, los análisis de expertos en la materia que detallan el tipo de material químico que parece haberse usado el martes, y por el historial de ataques similares. Esto deberá confirmarse con las investigaciones.
Con los distintos bandos en la guerra siria financiados y sostenidos por diversos patrocinadores internacionales, dicha guerra se mantuvo en un equilibrio prolongado, hasta que, en 2015, Moscú decidió intervenir directamente para revertir la balanza a favor de su aliado, Assad. Muchas milicias, tras sentirse reducidas, decidieron pactar un cese al fuego, y han estado negociando. Pero otras milicias siguen peleando. Varias, han formado una coalición con la filial de Al Qaeda, y bajo ese paraguas han establecido una milicia renovada que lanzó una feroz ofensiva en las últimas semanas contra el ejército, y de paso, una nueva ola de atentados terroristas contra civiles. El ataque químico es, presumiblemente, la respuesta de Assad.
Para evitar los bombardeos de EU contra Assad en 2013, Moscú prometió asegurarse de que el presidente sirio se desharía de sus armas químicas. Sin embargo, si bien se deshizo de la mayor parte de ellas, los reportes de ataques químicos siguieron fluyendo. Pero desde 2013, ninguno con la intensidad del actual. Assad podría estar pensando que era hora de enviar un mensaje masivo, y quizás definitivo ante la nueva ofensiva de los rebeldes que se han aliado con Al Qaeda. Adicionalmente, el presidente pudo haber estimado que en tiempos en que Trump tiene otras prioridades, sus actos no tendrían consecuencias.
Se debe valorar la situación con seriedad: (a) Assad sigue contando con armamento químico (o con capacidad de fabricarlo); (b) en caso de confirmarse su autoría en el último ataque, ello significa que sigue estando dispuesto a emplear ese armamento y que percibe no tener restricciones para hacerlo; (c) estos hechos podrían implicar la reactivación de las espirales de violencia típicas de esta guerra; (d) Rusia tendrá que asumir la responsabilidad de detener a su aliado, o pagar el costo político de seguir apoyándole, como lo es el distanciamiento con la nueva administración estadounidense; (e) de igual modo, Trump tendrá que definir cómo exactamente piensa jugar un rol más activo en este conflicto, si mediante el fortalecimiento de la diplomacia, o aplicando opciones militares, las cuales estando Rusia tan presente en territorio sirio, parecen demasiado complicadas, fuera de ataques punitivos de carácter limitado; y (f) la comunidad internacional tendrá que evaluar las posibilidades de actuar más seriamente en la resolución de este conflicto, o de lo contrario, atenerse a seguir mirando imágenes como las de esta semana y solo aventurarse a emitir condenas iracundas.
Twitter: @maurimm