DÍA NACIONAL DE LA ORATORIA

“Orador es un hombre bueno,
hábil en el arte de hablar”.

Quintiliano.

La retórica en general y la oratoria en particular en tiempos recientes se encontraban en un bajo nivel de aceptación como creaciones estéticas y como herramientas de comunicación.  En este sentido, la tercera acepción de la RAE define: “Retórica.  Adjetivo despectivo.  Vacuo, falto de contenido (oficio de sofistas)”.  Aunque, en seguida admite.  “Arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover”.  De manera complementaria, dice que la oratoria es: “Género literario que se concreta en distintas formas, como el discurso, la disertación, la conferencia, el sermón, etcétera”.

Antes de Cristo, Catón, El Viejo (severo censor con fama de incorruptible), introdujo principios morales en la personalidad del orador.  En el mismo orden de ideas, Quintiliano plasmó en su definición, la bondad como valor y la destreza en el arte de hablar, como conducta pragmática.

Sin duda, la historia en el mundo greco romano no sería la misma sin la presencia de los grandes oradores; como ejemplos, Demóstenes y sus “Filípicas”; Cicerón y sus “Catilinarias” son representativos de la lucha parlamentaria y jurídica para arribar a los más altos sitiales del poder.  Lo mismo ocurrió en la Revolución Francesa y en la post Revolución Mexicana.  La oratoria ha sido compañera inseparable de los hombres de poder, de saber, de ley, de fe… en todos los tiempos.

Como todos sabemos, las formas de gobierno, según Aristóteles, pueden ser puras o impuras, por la congruencia de su concepción teórica con su aplicación práctica.  La integridad de la democracia se corrompe por el abuso de la retórica y por el desgaste de las palabras en la oratoria política.  La Democracia teóricamente es el gobierno que surge del pueblo, se elige por el pueblo para servir al pueblo; cuando se pervierte, se transforma en Demagogia.

En nuestro tiempo el lenguaje sufre una serie de atentados a su corrección y a su claridad.  Muchos jóvenes sienten profundo desprecio por el buen decir: la Analogía, la Sintaxis, la Prosodia, la Ortografía (especialmente los signos de puntuación)…  están en desuso.  La poesía, el discurso correcto o la expresión bella, se califican como “rollos”, “choros mareadores”, “ondas marcianas” y otras expresiones peyorativas similares.  Las redes y el neo lenguaje de la cibernética, prácticamente constituyen otro idioma.  Cuando alguien tiene la osadía de sugerir alguna corrección, la agresiva respuesta es: ¡Me entendiste!  ¿No?

A pesar de lo anterior, los gobernantes deben apostar a la información eficaz.  Me atrevo a decir que, gran parte de la descalificación de una gestión se engendra en la defectuosa comunicación.  Por regla general, la vox pópuli no perdona a sus mandatarios, cuando sus palabras denotan incultura, ignorancia y otras rusticidades.  Claro, se dan excepciones: hubo alguna vez una pareja presidencial, famosa por sus dislates; él, impunemente se refirió a José Luis Borgues y ella a Rabina dat Tagore, sin recibir las rechiflas del respetable, ni afectar su popularidad.

El buen decir es un arte con sentido práctico.  El orador, además de amplio acervo, espléndida memoria, privilegiada voz (volumen, dicción, modulación…), debe tener cualidades de histrión y siempre proyectar sinceridad: elegante ademán, firme y adecuada postura, evitar que los brazos formen ángulos de noventa grados en relación con su cuerpo y el mortal “índice de fuego”, entre muchas otras cosas.  El orador debe ser un gigante en la tribuna y un hombre bueno, sencillo, al bajarse de ella.  ¿Recuerdan la vieja anécdota de Julio César, quien tenía un esclavo con el exclusivo fin de jalar su túnica en los momentos de gloria?  Todo ello para llamar su atención y decirle: ¡“César, acuérdate que eres mortal”!

Redactar y/o pronunciar un discurso, no es la espera pasiva de las musas que traen la inspiración como gracia divina.  La oratoria es cultura, información, honestidad, sentido crítico, valentía para expresar verdades, sin temor al poder, al ridículo o a la censura social.  Requiere sentido del orden y capacidad de síntesis.  Los chinos decían que un viaje de mil kilómetros comienza con el primer paso ¡Falso!  Antes de darlo, es necesario conocer el rumbo ¿Para qué caminar sin saber hacia dónde?  Cuando un discurso termina, el público debe saberlo, sin que el orador lo diga.  Un buen final puede salvar una intervención mediocre.  Un mal final puede destrozar una estructura brillante.

Todo discurso puede sostener o derribar un mundo.  Es como una columna.  Para soportar peso, no necesita adornos; pero no es lo mismo una estructura de hierro (utilidad pura) que una con estilo propio: Dórico, Jónico, Corintio, Barroco…  Lo breve es bueno, pero si además es bello y útil, es tres veces bueno.

A iniciativa de la Fundación Ealy Ortiz AC (Diario El Universal), a partir del dos mil quince, por mandato legislativo, se estableció el primer viernes de marzo de cada año como Día Nacional de la Oratoria.  Ese día, en toda la República se organizan actos conmemorativos.  Con tal motivo el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, de la Universidad Autónoma de Hidalgo logró reunir en un Panel a varias generaciones de oradores hidalguenses, en un acto sin precedentes.

Felicidades al Doctor Edmundo Hernández Hernández Director y al Licenciado Teódulo Quintín Pérez Portillo, Subdirector.  Ambos, hombres comprometidos y oradores de primera línea.

Fue un gran suceso.  Gracias por la invitación.

Marzo, 2017.

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