Otro de los buenos filmes de la tercera edición de Quebecine, es Iqaluit de Benoit Pilon, el director de Ce qui’il faut pour vivre.
Basada en un guión del propio realizador, la cinta se sitúa en la población que da título al filme, y que está mayormente habitada por inuits, que han ido perdiendo sus costumbres.
Gilles (Francois Papillond), quien trabaja en una compañía, sufre un grave accidente, y su esposa Carmen (Marie Josée Croze), quien se había negado a acompañarlo, viaja para cuidarlo.
Pero Gilles muere y su mujer decide no abandonar el lugar hasta conocer las verdaderas causas de su muerte.
Es así como conoce a Noah (Natar Ungalaaq) un amigo lugareño que define a Gilles como un gran jefe.
Pero Carmen descubre que su marido tenía una amante, que no es otra que la sobrina de Noah, y que incluso tuvo un hijo con él, algo que ellos nunca pudieron.
Además, descubre que su esposo fue asesinado.
Al igual que en Las hadas ignorantes de Ferman Ozpetek, la esposa descubre la vida oculta que llevaba su marido, aunque aquí no llega a los extremos de la que descubría Margherite Bouy.
Como en el caso de Antes que las calles, se trata de mostrar a tribus poco conocidas como los atikamekw, aunque en este caso la historia está mejor construida, y los innuits resultan mucho mejor actores.
Conviene resaltar además la bella fotografía de Michel Le Veaux y la música de Robert Marcel Lepeage.
Iqaluit resulta pues uno de los puntos culminantes de esta tercera edición de Quebecine que se celebra en la Cineteca Nacional.