Ahora le molesta lo que antes aplaudió
Una intervención rutinaria de las agencias de inteligencia detectó las llamadas que le costaron el puesto al consejero de seguridad
La ley estadounidense castiga con multas o una pena de cárcel de hasta 10 años la difusión de información clasificada. Se desconoce si Trump ha abierto una investigación sobre el origen de las revelaciones. Las críticas del presidente a las filtraciones contrastan con su actitud como candidato electoral, cuando aplaudió la publicación, por parte de Wikileaks, de correos del Partido Demócrata robados que pusieron en aprietos a su rival, Hillary
Las llamadas entre Michael Flynn, que propiciaron su dimisión como consejero de seguridad nacional de Donald Trump, y el embajador ruso en Washington no se habrían conocido si no hubieran sido pinchadas como parte de una intervención rutinaria de las agencias de inteligencia de EU. El contenido fue filtrado después a la prensa. Lo mismo sucede con los presuntos contactos entre el equipo de Trump y espías rusos en la campaña electoral.
Ambos episodios evidencian que es habitual que EU analice conversaciones telefónicas de funcionarios de otros países y reabren el debate sobre la difusión de información secreta.
Trump tildó el miércoles las filtraciones de “acto delictivo” y las atribuyó a la “comunidad de inteligencia”. Ayer dio un paso más al afirmar en una reunión con dirigentes republicanos: “Vamos a encontrar a los filtradores y van a pagar un alto precio”.
No es inusual el espionaje telefónico. Se desconoce quién lo llevó a cabo en este caso pero la tarea suele recaer en la Agencia Nacional de Seguridad, cuya función es recolectar información de otros países.
Lo que es insólito es que esa información se filtre a los medios, por parte de personas con acceso a la transcripción de las llamadas. Y más aún cuando afecta a un ciudadano sin responsabilidad pública como era Flynn antes de asumir su cargo en la Casa Blanca en enero.