Mientras el matrimonio presidencial decide su futuro en común o no en Washington, el Ala Este, lugar tradicionalmente reservado a la primera dama y su equipo, sigue prácticamente vacío pese a que se acumulan las tareas pendientes: desde los tours por la famosa residencia presidencial, que suele organizar la oficina de la primera dama, a la próxima celebración de Pascua, en la que la casa del presidente se suele llenar con miles de invitados, muchos de ellos niños.
Y es que aunque el puesto de primera dama no conlleva tareas oficiales, la esposa del mandatario de EU, en las últimas décadas, ha asumido un papel importante de representación y, también, como organizadora de eventos sociales, además de adoptar una causa que promociona durante los cuatro u ocho años que le toca vivir en el 1.600 de Pennsylvania Avenue..
Cuando el miércoles de la semana pasada Donald Trump se desplazó hasta Dover, Delaware, para recibir los restos de William Ryan Owens, el primer soldado estadounidense caído en la primera acción militar ordenada por el republicano, en Yemen, quien lo acompañó fue Ivanka Trump.
La hija mayor del presidente tiene un lugar destacado en la Casa Blanca como asesora no oficial de su padre en temas como la baja por maternidad pagada que dice quiere promover, pero también como esposa de uno de sus consejeros oficiales, Jared Kushner.
Aun así, en numerosas entrevistas ella ha negado su intención de suplantar a Melania Trump en las tareas de primera dama. Ivanka Trump, de 35 años, sí se mudó a Washington con su marido y sus tres hijos poco antes de la investidura de su padre y es una figura habitual ahora en los pasillos de la residencia presidencial.