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UN INFIERNO BONITO

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“EL CHIMINO”

“Chimino” era un indio que venía de la sierra, se vino a Pachuca y se quedó a vivir en el Cerro de Cubitos. Pasado un tiempo, su primo “El Seco” lo metió a trabajar como barrendero en la Presidencia Municipal. Le dieron un carrito para que barriera las calles y recogiera la basura, que tenía una base con ruedas y estaba fijado con un círculo de fierro donde se metía un bote grande el que se le conoce como tinaco.

Luego de vivir solo como perro, decidió juntarse con Rosa, la hija del “Chaflán”, que también eran paisanos. A los dos les gustaba de a madres el pulque, eran muy felices a pesar de que no tenían hijos. Muchas veces “Chimino” amanecía crudo y se llevaba a su vieja a que le ayudara a barrer y empujar el carrito de basura, porque a las 6 de la mañana “Chimino” ya debería estar trabajando.

Un día que andaba solo su vieja se negó a levantarse, le pasó lo que a la Hormiguita que barriendo, barriendo, se encontró un billete de 50 pesos. Como andaba crudo, lo primero que hizo fue meterse a la cantina “El Campeón” para curar sus males. Se tomó 3 cubas al hilo y estaba a punto de echarse la caminera, cuando escuchó un fuerte golpe que lo hizo soltar el vaso. Salió a ver qué pasaba y un camión grande de redilas, al echarse para atrás, aplastó su carrito de basura. “El Chimino”, muy enojado, se subió a estribo del camión y le dijo al chofer:

  • ¡Quihubole, güey! ¿Qué no te fijaste? Ya chingaste mi bote.

  • Para que lo dejas a media calle, pendejo.

  • Me lo pagas o nos rajamos la madre.

  • Como quieras, pinche chaparro.

El chofer, al bajarse, abrió la puerta del camión y tumbó al “Chimino” que cayó en un charco de agua. Se levantó muy enojado y se le enfrentó al chofer, que se agarraba la barriga de risa.

  • ¿De qué te da risa? Pinche mono cilindrero. A madrazos yo te voy a aplastar la madre.

El chofer, al ver al “Chimino” ponerse en guardia y haciendo fintas como boxeador profesional, no dejaba de reírse. Se subió al camión, sacó la cabeza por la ventanilla y le dijo:

  • Quítate, pinche chaparro, o te apachurro igual que a tu bote.

“El Chimino” se puso a media calle con los brazos abiertos, retando al chofer.

  • ¡Hazlo, pendejo, hazlo!

El chofer puso en marcha el camión y se lo echó encima, que brincó como rana para que no lo atropellara; cuando se fue el del camión “El Chimino” no dejaba de mentarle la madre y se echaba saliva en los raspones. Después se abrió paso entre los curiosos y trató de enderezar el bote. Al ver que no podía se metió a la cantina y le dijo al cantinero:

  • Préstame un martillo, ya enchuecaron mi bote. Es tarde y no he barrido nada. A ver si no me chingan.

Le dijo el cantinero:

  • A ver, vamos a ver, yo te echo la mano.

Cuando vio el carrito todo chueco, le dijo:

  • No mames, ese pinche bote ya no sirve, mejor compra otro. Valen 70 pesos.

  • Préstamelos y en la quincena te los doy.

  • No pienses que soy gacho, carnal, pero hace unos días me tuve que dar en la madre con un cuate que me debía 50 varos. Perdí mi dinero y mi amigo, y para ya no tener broncas, juré ante la Virgencita de Guadalupe, que a ningún cabrón le prestaría nada.

  • ¡Hijote! ¿Y ahora qué hago? Los de la presidencia son bien hojaldras, si llega a pasar un supervisor y ve mi carrito chueco, me va a correr. Ayúdame a sacar el bote de la base.

  • Espérame, voy a dejarle la cantina encargada a un cuate de confianza, si no para qué quieres que los  pinches borrachos se hagan justicia por su propia mano.

Poco después, con mucho trabajo sacaron el bote de la base, tiraron la basura a un lado para que les fuera más fácil enderezar el bote, pero por más que le hicieron la lucha, no pudieron. Le dijo el cantinero:

  • Espérate, ahí viene la camioneta del pulque. Qué te parece si ponemos el bote en la orilla de la banqueta, que la camioneta le dé un recargón del otro lado, ya verás cómo lo endereza.

  • Ya dijiste, dile tú, que la llevas bien con el chofer.

Le chifló, haciéndole señas que se pegara a la banqueta, y luego se acercó y le dijo:

  • Queremos que con la defensa endereces este bote que es de mi amigo.

  • ¿Cómo le hacemos?

  • Échate en reversa y te vas clavando de este lado donde está el bote y le das un llegue.

  • Ya dijiste, échame aguas.

El cantinero de un lado y “El Chimino” del otro, comenzaron a hacerle señas al pulquero que a vuelta de rueda se acercaba donde estaba el bote.

  • Viene, viene, otro poquito más.

De repente el chofer aceleró la camioneta y se fue de golpe acabando de apachurrar el bote. “El Chimino” se lo quedó mirando muy triste, y le dijo al chofer:

  • ¡Pinche pendejo, ya acabaste de darle en la madre!

  • Se me fue la pata, ni modo.

  • Échate para atrás para sacar lo que quedó.

Le dijo el cantinero:

  • A mí se me hace que te paraste con la pata izquierda y no te persignaste. Vente vamos a la cantina, te invito una cuba. Yo tuve la culpa en decirte que el pulquero te enderezara el bote, pero nunca pensé que fuera tan pendejo.

“El Chimino” se metió con la base del carrito a la cantina, y le dijo al cantinero:

  • Voy a meter la base del carrito atrás del mostrador.

  • No mames, cabrón, para qué quieres que venga el dueño y me mande a la chingada con todo y base del carrito. Déjala en aquel rincón, yo le echo un ojo.

  • Sírveme mi cuba.

Cuando se la tomó, le dijo muy contento al cantinero:

  • Ya sé, voy a mi casa al Cerro de Cubitos, mi vieja tiene un tinaco  que es como el que apachurraron, ahí aparta su agua. Me lo traigo, lo lleno de basura, luego en la tarde me lo vuelvo a llevar y que lo llene otra vez de agua.

  • ¿Ya ves cómo la cuba te alivianó el cerebro? ¡Córrele antes de que se te haga más tarde!

“El Chimino” llegó a su casa y tiró el agua del tinaco. Cuando iba a cargarlo salió su vieja y lo jaló de las greñas.

  • ¿Dónde llevas mi bote, cabrón?

  • Ahorita te lo traigo.

  • Ni madres, es más tienes que llenarlo de agua, me pasé horas trayéndola desde la carretera y llegas muy chingón a tirarla.

  • Es que tengo un bizne grueso.

  • Ve arreglarlo, aquí no vengas a chingar, y si quieres chingar ve a ver a tu madre.

  • Préstame el bote, vieja, es un asunto de vida o muerte, me cae que en la tarde te lo traigo.

  • Ya te dije que ese bote me lo regaló mi jefa para apartar agua, ya ves que los pinches de Caasim se hacen pendejos, que se rompió un tubo  y no mandan agua. Luego no tenemos para bañarnos.

  • No quiero pelear contigo, vieja. Me llevo el bote porque lo necesito y ahora va ser a huevo.

Cuando agarró el bote la señora hizo lo mismo del otro lado, estuvieron jalándolo por unos minutos, hasta que “El Chimino” se lo soltó. La mujer, como estaba de bajada, se fue rodando. Aprovechó para cargar el bote y bajó por el camino corriendo, cargándolo en su cabeza. La fémina le gritó:

  • ¡Cuando regreses te voy a poner en la madre!

“Chimino” llegó a la cantina, sudoroso, y le dijo al cantinero:

  • Ya estuvo, vengo por la base del carrito para meter el bote.

El cantinero se lo quedó mirando y le dijo:

  • Como es sábado la cantina está hasta la madre de gente que viene a chupar, es cuando me vuelvo loco a servir. En un momento que me descuidé, cuando busqué la base del carrito, ya se la habían madreado.

  • ¡No la chingues! ¿Y ahora qué le voy a decir a mis jefes?

  • Deja el bote y ve a decirle lo que pasó. Si vienen a ver, ahí está el bote apachurrado, y yo estoy de testigo. Sirve que llaman al Ministerio Público para que hagan una averiguación, quién se chingó la base del carrito.

  • Te encargo mi bote, no me tardo.

“El Chimino” llegó a la presidencia y le contó a su jefe todo lo que había pasado, pero al güey parece que le picaron la cola, respingó, diciéndole:

  • Eso te pasa por andar de pinche borracho. ¡Ve a buscar el carrito y si no lo traes te meto al bote, cabrón, ya me conoces!

Muy triste, el barrendero llegó a la cantina y le dijo el cantinero:

  • Ya me chingaron tu bote, pinche “Chimino”. Estás salado, le habías de decir a tu vieja que te dé una limpia con una gallina negra.

  • Lo que me va a dar es en la madre.

Sin saber qué hacer, caminando paso a pasito, llegó al cerro, se metió a su casa, lo bueno es que su vieja greñuda no estaba. Se quedó sentado con la mirada fija en un solo lado. Las lágrimas le escurrían por los cachetes. Así pasó mucho tiempo, hasta que sintió dos manos que le apretaban el pescuezo como dos pinzas.

  • ¡Tenías que regresar, hijo de la chingada, pero de esta no te escapas!

Cuando le iba dar con un garrote en la cholla, lo miró, soltó el palo y le dijo:

  • “¡Chimino!”, estás chillando. ¿Qué te pasó?

“Chimino”, subiendo y bajando el moco, le contó con detalles a su mujer lo que le había pasado, y sobre todo que le dijeron que lo iban meter a la cárcel. La señora le dio ánimos. Echaron sus cosas en unas cajas de cartón, amarrándolas con un lazo, y le dijo:

– Nos regresamos al pueblo, a nuestra tierra, de donde nunca debimos haber salido. También se lo decía a mi padre, aquí en la ciudad hay mucha gente mala, muchas ratas que chingan al jodido. Abrazados, caminaron rumbo a la Central de Autobuses.