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¡El enemigo está en la Casa Blanca!

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Opinión de Lluís Bassets
Trump es un relativista moral y político, hostil a los valores e ideas fundacionales de EE UU

La prohibición de entrada a ciudadanos de siete países, además de atentar contra los valores fundacionales de EU, es un llamamiento al choque de civilizaciones que agradecen el Estado Islámico y Al Qaeda. Sus bravuconerías constituyen un peligro para la seguridad de los militares de EU en el mundo. Sus apologías de la tortura son un estímulo al terrorismo. Su denuncia de los tratados comerciales es un regalo a Pekín, que ya se dispone a sustituir a Washington en el liderazgo global
Trump ha ido saltando todos los obstáculos sin cambiar ni un ápice o, al contrario, superándose siempre a sí mismo, pero a peor. Las premoniciones más negras no han hecho más que confirmarse, mientras se desmienten los risueños pronósticos sobre los efectos benéficos de la responsabilidad de gobierno.
Tres son los argumentos de los optimistas antropológicos en la proyección de sus deseos de conversión de Trump al pragmatismo, la prudencia y la moderación. El primero es el aprendizaje presidencial, que requiere su tiempo. El segundo, la fuerza de la inercia, especialmente en política exterior, donde los intereses suelen ser permanentes. El tercero, el sistema de controles y equilibrios, y en concreto la división de poderes.
Trump ha demostrado que no sirven en su caso. Su aprendizaje —el de un magnate y showman que llega a sus 70 años sin experiencia política alguna—, si llega a producirse, será tan lento y costoso como para dudar de que el fracaso no llegue antes que el control del oficio.
Su ruptura con la política exterior y con el establishment de Washington no puede ser más tajante: se ha enemistado con numerosos aliados, ha erosionado el orden internacional y ha ofrecido una increíble ventaja estratégica a Rusia y China.
En cuanto a la división de poderes y a los contrapoderes, no entran en el universo de valores e ideas de un personaje capaz de descalificar a los jueces que no le complacen y de culpabilizar a la entera profesión periodística porque no le baila el agua.