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UN INFIERNO BONITO

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EL CARGADOR

Pancho “El Cavernario” era un pinche animalote, grandote y bien mamado, media un metro con 80 centímetros, pesaba 90 kilos y tenía unas patotas como de gringo, calzaba del número 33, creo que si se hubiera caído de una azotea de cabeza caía parado. Su vieja era una chingaderita de mujer, se llamaba Josefina, le decían “Chepa” y vivían en la calle de Simón Bolívar abajito de la cantina “La Palma”.

Pancho era cargador de profesión, descargaba costales de maíz,  en el mercado primero de mayo y luego por las tardes los vagones de ferrocarril, por eso se le hicieron las piernas de charro y las patas planas. Se juntaba mucho con sus dos pistoleros: “El Chon” y “El Pelos”, eran de la misma camada y les gustaba chupar a madres, se decían compadres, siempre andaban juntos, parecía que los habían parido al mismo tiempo. Después de terminar de descargar camiones de costales de 100 kilos de maíz, cada uno se iba a tomar pulque atrás del mercado primero de mayo con las cuereras. Eran unas señoras que vendían  pulque de contrabando, para que no les cayeran los inspectores de la presidencia municipal, usaban unas naguas muy amplias, se sentaban en coliquillas y en medio de las piernas tenían el cuero de pulque, cuando algún cliente llegaba por un jarro, se levantaban la nagua y sacaban la trompita del cuero y lo llenaban. Como el pulque era del bueno, con dos jarros de dos litros tenían para quedar hasta la madre de borrachos.

Les costaba trabajo subir por el callejón que apenas cabían los tres abrazados y cuando llegaban al barrio se metían a la cantina “El Relámpago” y le decían al cantinero:

  • Órale pinche “Bolas” muévete como anoche, sírvele la caminera.

  • Ni madre, yo no les vendo nada, luego se quedan dormidos y está cabrón sacarlos.

  • No la hagas de pedo, nos sirves o nos brincamos y tómanos el barril por asalto.

  • Bueno nada más les voy a servir una jarra y se van.

  • Pues órale cabrón, qué esperas que no te encueras.

En la cantina era un desmadre, siempre estaba llena, unos jugaban rayuela, otros domino, algunos cubilete, y luego el ruido de la rocola que apenas se escuchaba lo que hablaban y tenían que hacerlo a gritos. Les dijo Pancho:

  • Yo creo que mejor vamos a cambiar de trabajo, porque a veces me pongo malo.

  • ¿Como cuál compadrito?

  • No lo se, pero ya me duele la cintura de tanto cargar costales. El día de ayer sentía unas punzadas en la cintura que parece que se me iban a caer las nalgas. Luego las rodillas sentí que se me hicieron al revés, y nos pagan una madre, ya mi vieja comenzó a rebuznar, quiere que le aumente el gasto porque no le alcanza para el pipirin.

  • No te empates compadre, ayer tuve una bronca muy dura con mi vieja, estaba bien encabronada y me mentó la madre, eso me obligó a darle sus madrazos porque se me puso al brinco, me amenazó con que se iba a ir de la casa y me iba a dejar a mis hijos.

Pancho “Cavernario” le preguntó al “Pelos”:

  • A ti compadre ¿tu vieja no te protesta?

  • Ya me dejó. Tuvimos una alegata. Le di un jalón de greñas para que se callara, se  puso a chillar, cuando estaba dormido me pegó en la cholla con un garrote y salió hecha la chingada.

  • Ja, ja, ja, te abandonó en un rincón, ¿y tus hijos?

  • Se los llevé a mi jefa, pero me dijo que solo me los iba a cuidar por unos días, porque son 9 y comen como pelones de hospicio.

En esos momentos entró doña Luz, la vieja del “Chirimoya”, que vendía café afuera del mercado de Barreteros todas las noches, al verla el cantinero la corrió:

  • Sálgase por favor señora, usted no puede estar aquí, al rato pasan los Tecolotes y si la ven me multan.

  • Cállese pinche viejo pendejo, si no vengo a tomar su veneno, solo quiero hablar con don Pancho.

  • Háblele allá fuera.

El cantinero la tomó de un brazo y la jaló hacia la puerta. Ella se frenaba poniendo las patas firmes en el suelo y antes de salir le dio una cachetada al cantinero:

  • Suéltame cabrón y no me jale que no soy de la calle. Pst, don Pancho, venga por favor un momentito quiero platicar con usted.

  • Te hablan compadre, ten cuidado porque ya conoces al pinche “Chirimoya”, ese güey siempre carga cuchillo.

Se levantó rápido acomodándose la visera de su cachucha que tenía de lado:

  • ¿Para qué soy bueno doña Luz?

  • No sea malito, le pido un favor muy grande, lléveme mi mesa al mercado de Barreteros, le doy una lana, mi pinche viejo que la lleva se torció una pata y no puede.

  • Híjole señora, la mera neta no estoy en servicio, estoy descansado de las chingas que llevo en mi trabajo.

  • No se chispe don Pancho, son unas cuadras nada mas, le doy 200 pesos.

Pancho “El Cavernario” se dio cuenta que la señora le ofrecía dos veces más de lo que ganaba en todo el día y se animó:

  • Nada más porque usted me lo pide, pero le había de aumentar un diez más.

  • No se mande, solo va a cargarla mesa, arriba un anafre, un bote de tamales, una banca y una silla.

  • Bueno ya dijo, ahorita vengo compadritos no me tardo. Pero antes díganme salud.

  • Salud.

Pancho fue por la mesa que ya la tenían lista la señora Luz, vivía unas cuadras más arriba, para que la cargara se metió debajo de ella, le calculó al centro para que no se le meneara y la levantó con mucha facilidad. En la bajada lo hizo con mucho cuidado, pero al llegar más abajo tenía que bajar unos 10 escalones, como iba borracho le falló uno y se vino de madre, quebrando la mesa  y regando el carbón prendido, los tamales botaron por todas partes, doña Luz se tapó la cara con sus manos sin dar crédito a lo que miraba, Pancho trató de juntar la olla del café y los tamales, y le dijo a doña Luz:

  • Chingale, señito una de malas, me falló el escalón.

  • ¿De malas? lo que pasa es que usted viene muy borracho, pero me va a pagar todo lo que quebró, yo pensaba que era un cargador profesional y me resulto que vale madre.

  • No mame señora fue un accidente de trabajo, se me perdió el escalón, pero ya que se ponga en ese plan, fue un accidente de trabajo no le voy a pagar ni madres y hágale como quiera.

  • Con que esa es su última palabra, pues ahorita se le va aparecer el diablo encuerado en un callejón sin salida.

Pancho se sobaba las rodillas y se echaba saliva donde se había raspado, porque cayó hincado antes de irse al suelo, cuando levantó la vista llegó doña Luz con su cuñado “El Trompudo”, “El Chirimoya”, su mamá, su suegra, sus hermanos y hermanas, ya lo tenían  rodeado, ni tiempo le dieron a levantarse, le llegaron  los madrazos que parecía que le estaban dando pamba loca, le pusieron una chinga familiar que el pobre cargador nada más pujaba, lo dejaron tirado en un charco de sangre; como fue unas cuadras abajo de la cantina sus compadres ya lo estaban extrañando:

  • No parece mi compadrito, ¿no le habrá pasado algo?

  • ¿Cómo qué?

  • A lo mejor lo machucó un carro, ya ves que manejan como si estuvieran en pista.

  • Ya no tarda, vamos a pedirle una jarra mientras viene, porque va a llegar cansado y con mucha sed, la subida está pesada.

  • Ya lo conoces, mi compadre es un chingón; te acuerdas el día que su suegra se amoló de la cintura y no quisieron venir por ella los de la Cruz Roja porque la calle estaba muy empedrada. Les mentó la madre y se la llevó cargando de a burrito hasta el hospital, y ya vez que su suegra está bien nalgona.

  • Tienes razón, no hay porqué preocuparse.

Pasó mucho tiempo y no llegó Pancho; el cantinero los echó a la calle porque tenía que cerrar a las 9 de la noche. Se sentaron  en la banqueta del molino a esperarlo, poco después llegó todo desmadrado, caminando como cangrejo, al verlo sus compadres se sorprendieron:

  • ¡Ay güey!

  • ¿Qué te pasó compadre?

Pancho se los quedaba mirando, tenía la trompa como de puerco, los ojos cerrados por los madrazos que le dieron, sangraba de la nariz y del hocico, en la cholla tenía tres descalabradas, estaba llena de chipotes, todo revolcado y sin cachucha.

  • ¿Qué te pasó compadre?, dinos no te quedes como mudo.

Uno de ellos le limpió la sangre con su suéter, le jaló el labio y le echó pulque:

  • Espérate pinche “Pelos” lo vas a ahogar.

  • Es para que agarre fuerzas y pueda hablar; no nos espantes compadre, por favor háblenos, vamos a darle un tequila doble, tócale al cantinero y dile que te lo venda que es una emergencia.

El cantinero los mandó a volar y les mentó la madre por despertarlo, le contaron lo que le pasó al “Cavernario” y el cantinero era como Santo Tomás hasta no ver no creer, lo llevaron y al verlo les dijo:

  • Les voy a regalar una botella de litro, y ojala no se les muera porque les van a echar la culpa de que ustedes lo mataron.

  • Córrele cabrón ve a traerlo estas viendo la procesión y no te incas.

Le abrieron el hocico y se lo vaciaron. Con las heridas que tenía le ardía hasta el alma, se puso a brincar y se echaba aire con las manos, sacaba la lengua y se le salieron las lágrimas.

  • Vamos a darle otro.

Pancho movía las manos rápido, como diciendo que no, sus ojitos le chillaban y con palabras cortantes les dijo:

  • Me caí con la pinche mesa y toda la familia de doña Luz me partió la madre, pidan una ambulancia y llévenme al Hospital, estoy que me muero, me duele la rabadilla, el mofle, el cuajo, la molleja y la cola.

Estuvo internado por varios días en el Hospital General y cuando salió delante de la imagen de la Virgen de Guadalupe, juró que nunca en toda su vida volvería a cargar una mesa.