A la depreciación en picada del bolívar se suman las de otras divisas latinoamericanas
El bolívar venezolano sufre devaluación constante. Solo durante la presidencia de Maduro, que llegó al poder en abril de 2013, ha perdido más del 99% de su valor en el mercado negro. Las finanzas públicas han resentido enormemente la caída de los precios del petróleo, del que Venezuela atesora las mayores reservas conocidas. Agravan la situación el control de precios que rige sobre un país, que además padece escasez de productos básicos.
Hoy, con el mayor billete en circulación, el de 100 bolívares, sólo se puede comprar un cigarrillo suelto y de mala calidad.
La caída del precio del crudo y de otras materias primas ha impactado en economías como la ecuatoriana (petróleo), la boliviana (gas, petróleo y zinc) y la chilena (cobre).
En Argentina, la caída del petróleo ha afectado menos, pero también se ha dejado sentir junto con el declive de la soja y, en menor medida, el maíz. En el caso del país austral fue determinante, más allá de esos factores, la liberación del tipo de cambio de la Administración Macri en diciembre de 2015: derrumbó el peso en un año en el que la economía sigue sin dar los signos de recuperación que había prometido el nuevo presidente.
A las causas comunes en toda la región se añaden otras de orden político. En México el mero temor a la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, el vecino con el que mantiene un flujo comercial más fuerte, golpeó duramente al peso. La situación se agravó con una depreciación histórica cuando el millonario ganó las elecciones el pasado 8 de noviembre.