EL CORRUPITUCHE ( I ).

“Quisiera ser comerciante
y estar bien establecido
para ganarme en cien gramos
lo que se gana en un kilo”.

El Aeroplano (corrido popular).

Dice Rafael Arriaga, que el verdadero descubridor de El Piripituche, en realidad fue Don Pepe Lugo Guerrero.  Como algunos de mis amigos recordarán, el titular de tan extraño nombre es un ser biológico (probablemente insecto), de género, especie, orden y familia zoológicamente desconocidos.  Tan especial cuanto escurridizo bicho, inocula a quien pica, el poderoso virus de la política, el cual es incurable, progresivo y mortal.  Quien recibe el artero piquete suele terminar en la cumbre, en la cárcel, o en ambas partes alternativamente.

Rigurosos estudios teóricos, verificados por quien esto escribe, orientan una deducción (apriorística por definición) de que existe una mutación de El Piripituche.  A falta de un nombre científico, me  permitiré designarlo provisionalmente como “Corrupituche”.  Al igual que su ancestro, acostumbra aguijonear a los cristianos de manera indiscriminada, transmitiéndoles el virus de la corrupción.  Aunque mundial, los indicadores otorgan a México calificación sobresaliente en las diferentes caras de este vergonzoso fenómeno.

El principal soporte científico de mi teoría, se encuentra en las páginas de los periódicos referentes, principalmente, a gobiernos de algunos estados de la República, cuyos titulares recientemente pasaron a la categoría de ex.

Extensa es la tipología de los contaminados.  Trataré de hacer una brevísima lista; obviamente ejemplificativa, no limitativa.

Precoz.  Un destacado intelectual del siglo pasado, decía del hijo de un político: “Fulanito siempre fue precoz.  Desde chiquito era pendejo”.  En una variante de la misma rama; desde el jardín de niños, algunos querubines, dejan ver sus talentos futuros en materia de corrupción, cuando toman las cosas ajenas, sustraen el lunch de sus compañeritos y/o sobornan a las profesoras con manzanas y otros obsequios.

Circunstancial.  “En arca abierta, el justo peca”.  “No le pido a mi Dios que me dé, nomás que me ponga donde hay”…  Puede ser una continuación cronológica del anterior.  Así, por ejemplo, quien recoge las limosnas en una iglesia, difícilmente se libra de la tentación de llevarse una pizcachita.  “El que a la iglesia sirve, de la iglesia vive”.  Lo mismo ocurre con todos los que manejan bienes pecuniarios, en cualquier nivel.

Igualitario.  Este espécimen, posee un alto espíritu de equidad.  Cuando ve que alguno de sus compañeros, familiares, compadres, protectores, padrinos… se enriquece de la noche a la mañana, exclama y actúa en congruencia con la siguiente pregunta ¿Por qué él sí y yo no?

Racional.  Después de complicadas operaciones intelectuales, llegará a la obvia conclusión de que once de cada diez mexicanos son (¿somos?) corruptos, en potencia o en acto.  Por eso, cuando tiene oportunidad de algún lucro indebido, el fundamento ético de su aceptación es: “de que se lo chingue otro a que me lo chingue yo…”.

Previsor.  Al finalizar un trienio, un quinquenio o un inesperado ciclo administrativo, con el elevado propósito de cuidar el patrimonio público, el previsor difunde y practica el siguiente imperativo categórico: “!Llévense lo que puedan porque los que vienen son bien rateros!”.

Optimista.  “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar” dice una sabia sentencia, que no afecta a quien mira muy lejos los casos de grandes personajes que un día cayeron en desgracia al descubrirse sus movidas financieras.  Está convencido de que los enjuician por pendejos, no por corruptos; que él se sitúa por encima de todos, que gracias a su portentosa inteligencia, jamás será descubierto, que vivirá por siempre disfrutando de los bienes mal habidos.  Por desgracia, su optimismo suele tener sólidos fundamentos estadísticos.

Maquiavélico.  Es capaz de diseñar complicadas estrategias, de tejer redes, prácticamente inexpugnables, madejas imposibles de desenredar.  Se convierte en creador de complicados mecanismos financieros y recursos tecnológicos de última generación.  La globalización favorece a este tipo de megacorrupto quien generalmente logra impunidad.

Compartido.  De manera vulgar se autodefine diciendo que “hasta cuando orina salpica”, esto es: fabrica mini complicidades entre colaboradores, amigos, jefes… para garantizar su propia supervivencia y un inequitativo reparto de lo sustraído ilícitamente.  Ese tipo, prolifera en organizaciones sindicales, partidistas y aquéllas que requieran liderazgos carismáticos.
Diciembre, 2016.

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