LOS JÓVENES Y LA POESÍA


“A veces, en las tardes, una cara

nos mira desde el fondo de un espejo;

el arte debe ser como ese espejo

que nos revela nuestra propia cara”.

 

Jorge Luis Borges.

 

 

 

Alejamiento, menosprecio, incomprensión, insensibilidad, pragmatismo, destrucción del idioma en los medios electrónicos, en las redes sociales…  Éste es, en general, el triste panorama con que se encuentra el ars poética en nuestros días.

 

Por eso, alienta la publicación del libro Venablos Incandescentes de Salvador Franco Cravioto.

 

Aristóteles, quien dentro de su obra enciclopédica, escribió Poética; decía que todas las cosas están compuestas por forma y materia; las dos son importantes, sin embargo, es la forma y no la materia la que determina que algo sea lo que es. Pretenderé explicarme: un montón de tablas, es la materia para fabricar una mesa; pero no es la mesa misma; sólo lo será, cuando alguien le dé esa forma.  De igual manera, la poesía no es tan solo un cúmulo de palabras con cierto orden, si no se rige por las normas de la Preceptiva literaria.

 

Además de Aristóteles, destacados poetas en diferentes épocas, escuelas y corrientes literarias pretenden explicar este fenómeno.  El chileno Vicente Huidobro, representante del “Creacionismo” afirma que la poesía debe prescindir de la naturaleza como tal e inventarse una propia.  En su poema Arte Poética, Huidobro pontifica:

“Que el verso sea como una llave

que abre mil puertas…

cuanto miren los ojos creado sea

y el alma del oyente quedará temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;

El adjetivo cuando no da vida, mata.

 

Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!

Hacedla florecer en el poema.

Sólo para nosotros

viven todas las cosas bajo el sol.

El poeta es un pequeño Dios.

 

Jorge Luis Borges, en un poema de igual titulo escribió:

 

Mirar el río hecho de tiempo y agua

y recordar que el tiempo es otro río,

saber que nos perdemos como el río

y que los rostros pasan como el agua.

 

Sentir que la vigilia es otro sueño

que sueña no soñar y que la muerte

que teme nuestra carne es esa muerte

de cada noche, que se llama sueño.

 

Ver en la muerte el sueño, en el ocaso

un triste oro, tal es la poesía

que es inmortal y pobre.  La poesía

vuelve como la aurora y el ocaso.

 

En ambos casos se habla de la esencia poética, de su inmortalidad, de su interminable pasar como río o como tiempo.  Como la aurora vuelve y vuelve como el ocaso.  La poesía es el espejo donde nos vemos a nosotros mismos (como lo dice Borges en el epígrafe).  La poesía se presenta como fuente eterna de esperanza y de representación humana.  Estos dos poemas ayudan a comprender el arte poética; a entender que la poesía se explica y justifica a sí misma.

 

Huidobro no cuida la métrica ni la rima; sin embargo, su verso es rítmico, libre y vigoroso. Borges, en cambio es perfeccionista, cuidadoso del ritmo, de la rima, de los distintos significados que una misma palabra tiene en la estructura de un poema.  Toda proporción guardada, nuestro Renato Leduc jugó con la ausencia de rima para la palabra tiempo, en las catorce rejas de un soneto, que en forma de canción recibe el homenaje popular.

 

Mi inolvidable Maestro, Don Jesús Ángeles Contreras, era un crítico despiadado cuando se trataba de respetar las reglas preceptivas y de encuadrar la metáfora en las exigencias de las estructuras clásicas.  Lo mismo ocurría con otros hidalguenses grandes como Isaac Piña Pérez, Genaro Guzmán Mayer, Bibiano Gómez Quezada, Alfredo Gutiérrez y otros miembros de la famosa “Colmena Lírica de Pachuca”.

 

Mención aparte merece en la poesía erótica el actopense Efrén Rebolledo.

Además de esa herencia histórica, Salvador Franco Cravioto recibe como herencia familiar la vena poética.  Baste recordar “El alma nueva de las cosas viejas” de Alfonso Cravioto Mejorada y “Alada arquitectura de la rosa” de Rafael Cravioto Muñoz.

 

Este joven valor de nuestras letras, hace poesía desde el título de su libro; después recurre a las raíces de la cosmogonía azteca, hña-hñu, huasteca…, así como de la mitología grecolatina y de otras deidades orientales, para nutrir la libertad de su verso, el cual fluye como el río de Heráclito, siempre diferente pero igual a sí mismo.  “Venablos Incandescentes” es un gran libro, surgido de la pluma de un gran poeta en ciernes, a quien auguro, en este campo un promisorio futuro.

 

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