Hoy es diciembre

LAGUNA DE VOCES

El primer minuto del mes de diciembre abrió la ventana, se le entumió la cara, pero había prometido que este año y no otro, mostraría a sus hijos, nieta y cada una de las personas que amaba, el por qué no tenía recuerdo más valioso de su infancia que la navidad y todos los días que anticipan la profunda certeza de que se había hecho inmortal, luego que descubrió que todo aquello había sido realidad y no un sueño inventado para no mirar la desgracia.
    A los seis años resulta fácil fabricarse fantasmas, cielos con verdaderas estrellas donde viajan los Reyes Magos que son tres. Achacan los especialistas de la mente a la necesidad de protegerse del dolor, porque de otro modo es imposible seguir en la vida.
    Se crece, llega la juventud y entonces todo se atiene a la realidad donde existen límites bien marcados entre lo que es razonable, y lo que debe preocupar porque raya en la locura. De tal modo que dejamos de creer en Melchor, Gaspar y Baltazar; anticipamos que los muertos simplemente desaparecen, y que si alguna vez los miramos es porque en el cerebro se conjugaron mal los ingredientes químicos, que al final somos simplemente reacciones de elementos que nos forman.
    Lo que antes resultaba una prueba absoluta de que la vida es algo más que nacer, crecer, reproducirse y morir, de pronto dejó de interesarnos, porque nos construimos a partir de pruebas, de comprobaciones de todo lo que nos aventuráramos a imaginar.
    Entrados en años clamamos a los cielos por los recuerdos de la infancia, donde tenía cabida permanente la ingeniosa magia de los que sueñan.
    Y luego se acaba el tiempo con vanos intentos por reconstruir paso a paso, con exageraciones milimétricas, el escenario donde descubrimos la razón de nuestra despreocupación ante la muerte y todo lo que es implicaba. Es decir que en un momento exacto cuando niños, nos dimos cuenta de algo que luego olvidamos, pero que nos daba una paz tan cierta, tan definitiva, que entonces resultó ser tarea eterna buscarla sin saber a ciencia cierta lo que era.
    Yo creo que es el mes de diciembre, cuando menos la temporada, en que es posible rescatar ese recuerdo tan esencial, tan otorgado por alguna entidad divina. Pero de lo demás nada, llevo años y años a la espera de que se aparezca de la nada.
    Casi siempre el fracaso en esa tarea lleva a la tristeza, a la desesperación, a la amarga seguridad de que a lo mejor todo fue un sueño.
    Pero soy necio en creer que no fue así, que existió ese momento único en que a mí como a todos, me fue conferida la explicación, la luz, lo que sea, que hizo me olvidara de la amarga sensación de que la vida es un absurdo.
    Y responsabilizo de esa posibilidad a la navidad, al mes de diciembre, a los últimos días del año.
    Así que hoy empezaré con renovada certidumbre, la tarea de estar listo, indagar en el frío y las noches que se llenan de luces la posibilidad antigua, heredada a cada niño y niña, de redescubrir ese gusto antiguo y salido del corazón por estas fechas.
    Y si es posible lograrlo, compartirlo será deber. En los otros que miran con esperanza y profunda fe la magia de la existencia humana.
    Sé que a muchos no les gusta ni simpatiza tanta alharaca por días que a su juicio son iguales.
    Sin embargo, en una de esas, encontrar de nuevo la razón de todo cunde como viruela, y será posible caminar contagiados por la ilusión, la pura ilusión.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta

CITA:
Así que hoy empezaré con renovada certidumbre, la tarea de estar listo, indagar en el frío y las noches que se llenan de luces la posibilidad antigua, heredada a cada niño y niña, de redescubrir ese gusto antiguo y salido del corazón por estas fechas.
   

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