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LA ERA DE LA INCERTIDUMBRE.

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Un discurso que Oscar Arias, Ex Presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz (1987) pronunció en la V Cumbre de las Américas en el año 2009, recobró actualidad en estos días por las reflexiones que maneja en relación con la situación decadente de América Latina, en relación con los Estados Unidos y la mayoría de los países europeos.  El autor se pregunta ¿Qué hicimos mal? Y toma como leitmotiv las líneas siguientes: “Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el Presidente de EU es para pedirle cosas o para reclamarle cosas.  Casi siempre es para culpar a los EU de nuestros males pasados presentes y futuros.  No creo que esto sea del todo justo…”.  A continuación hace una serie de comparaciones estadísticas en relación con la creciente opulencia del país del Norte y la progresiva miseria de los “de acá, de este lado”.  Pone el dedo en las llagas de la economía, la política, la educación y otros factores de nuestra circunstancia para explicar que, tan culpables como la arrogancia e impiedad de ellos, los ricos, son las torpezas, las ambiciones, las equivocaciones, los miedos, los complejos… de nosotros, los pobres.

 

En este contexto, los mexicanos somos obsesivos; buscamos responsables externos y resultamos incapaces para criticarnos con objetividad.  Sucesivamente consideramos como crueles verdugos a: los españoles (trescientos años de Colonia, mestizaje, catolicismo, inquisición…), los franceses (Reforma e Intervención), los norteamericanos (pérdida de más de la mitad de nuestro territorio, invasión que culminó en Chapultepec, actitud del siniestro Embajador Henry Lane Wilson, padre de la Decena Trágica y otras linduras).  Los gringos, desde esta óptica, confirman cada día su calidad de villanos por antonomasia.

 

Múltiples y variadas son las opiniones que los simples mortales emitimos para dar respuesta a las preguntas ¿Qué está ocurriendo?  Y ¿Qué va a pasar con México?  A la primera se intenta contestar: el desastre, la fatalidad, la tragedia… Pero la madre de todas las desgracias es la economía.  Ésta es clara reminiscencia marxistoide, e insistimos: “la culpa es de los otros”.

 

El inesperado triunfo de Donald Trump como próximo Presidente del país más poderoso de la tierra, complica el diagnóstico y más aún el pronóstico (segunda pregunta).  El escenario inmediato es incierto, oscuro, indefinido.

 

En este proscenio , vale citar al canadiense Jonh Kenneth Galbraith quien, junto a Jonh Maynard Keynes, Miltón Friedman y Paul Samuelson, también anglosajones, constituyen un cuadrilátero de economistas cuyas teorías, aunque desde ópticas diferentes buscan fórmulas para interpretar el rumbo de los países en el contexto de los cambios políticos, económicos, tecnológicos… a partir de la Segunda Gran Guerra: dificultades de posguerra, política de bloques, crisis del petróleo, integración europea, globalización… contribuyeron, en su momento para dar forma al mundo actual.  Galbraith es partidiario  de un enfoque social de la economía.  Reflexiona sobre “la era de la incertidumbre”; una época en que la sociedad de consumo de masas entra en contradicción con la elevada oferta de bienes y la pobreza de los servicios asistenciales en los Estados Unidos.  La incertidumbre es el sello que caracteriza a una sociedad que se sustenta en cimientos frágiles y población mayoritaria sin protección.

 

Hoy, en muchos aspectos, sigue siendo válida esa tesis.  No hay certeza en la naturaleza del presente; el futuro se llena de dudas y las dudas se instalan en todas las esferas de la actividad humana.  Las sociedades, la mexicana en particular, experimentan un retroceso difícil de superar en los próximos años.  Las instituciones registran avanzado deterioro, la corrupción alcanza niveles nunca vistos, todo parece indicar que, el dinero dejó de ser medio para convertirse en fin; el desprestigio de todos los partidos políticos, al visualizarse que ninguno está exento de este brutal fenómeno; la persecución de ex gobernadores y la emergencia de ranchos, casas y capitales de dudosa procedencia en el patrimonio de los más disímbolos próceres…  Todo es confusión, duda, contradicción, realidad extralógica…   La Política merece punto y aparte: es el principal instrumento, al servicio de la incertidumbre.

 

Los liderazgos tradicionales están severamente cuestionados (incluido el de El Peje, envejecido y mentiroso) y hasta ahora no se vislumbra un personaje con características cercanas a un nuevo mesianismo capaz de devolver al país su rumbo y su confianza

 

En este sentido, los medios de comunicación tradicionales, que deben estar al servicio de los ciudadanos, no favorecen la creación de certezas.  La información es un bien público, debe ser el mejor antídoto frente a la incertidumbre.  Sin embargo su actividad alimenta los signos de esta enfermedad colectiva.  Las llamadas “redes sociales” sirven también para vulgarizar las dudas, al presentarlas falazmente bajo el disfraz de juicios incontrovertibles.  Se confunde la verdad con la opinión, la estructura con la moda, el fondo con la forma, las partes con el todo…

 

Así, vivimos una realidad en la cual la mentira se convierte en material para el discurso político; las reglas de convivencia se deterioran permanentemente; el amarillismo periodístico es una imitación de la política; el ciudadano se enajena y cae en una actitud de escepticismo integral.  De esta manera, Galbraith concluye: “El Presente es hoy incierto, pero el futuro simplemente no existe”.