México, la primera víctima de Donald Trump

Debemos decir que Hillary Clinton fue la candidata de los medios, su triunfo virtual sobre Trump fue fabricado desde ellos

A lo largo de la precampaña y campaña presidencial, advertí en esta columna sobre la posibilidad de que Donald Trump fuera el próximo presidente de los Estados Unidos, por ser él el que propusiera lo que los electores estadounidense querían escuchar de un candidato; pero también, por reflejar en sus propuestas sus aspiraciones como ciudadanos afectados por la crisis iniciada en 2008.

Finalmente, Donald Trump, en contra de los pronósticos, ha ganado las elecciones con 290 votos electorales de los 270 necesarios para ganarlas; frente a la candidata demócrata, Hillary Clinton, que sólo pudo obtener 228 votos; y este jueves el presidente Barack Obama recibió a su sucesor en La Casa Blanca y los mercados financieros volvieron a la calma en espera del relevo presidencial en enero próximo.

Debemos decir que Hillary Clinton fue la candidata de los medios, su triunfo virtual sobre Trump fue fabricado desde ellos; de tal forma que los que dimos seguimiento a la campaña vimos cómo en cada oportunidad se desprestigiaba al presidente electo de los Estados Unidos; pero también vimos, como los funcionarios del gobierno federal, en lugar de mantenerse al margen, quizá pensando en que un “payaso como él” jamás llegaría a gobernar a los Estados Unidos, olvidaron la diplomacia y la cordura para lanzar calificaciones, sin pensar que podría ser el nuevo presidente.

Sin duda alguna, los cuestionamientos de Donald Trump al sistema y las acusaciones de corrupción lanzadas contra éste, así como contra su rival y el gobierno, han hecho de su triunfo un acontecimiento revolucionario del cual se espera que transforme la política interna y externa de los Estados Unidos. Aunque todos piensan ahora que si Trump materializa su programa de gobierno propuesto, finalmente, acudiremos a una retirada de los Estados Unidos del mundo, a un repliegue inesperado; pero no necesariamente replantear lo que hasta hoy ha hecho este país ello puede significar un retroceso.

Es una revolución en los Estados Unidos. Después de que al concluir el gobierno de George W. Bush éste hiciera posible el “Socialismo de Wall Street” con el estallido de la crisis  en 2008 y la intervención del Estado en empresas y bancos para evitar su quiebra, ahora el mundo está a la expectativa de la reconsideración de todo lo que los Estados Unidos han hecho hasta hoy en el planeta.

Es decir, mantener bases navales por todo el mundo y el despliegue de su ejército, de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA); fomentar el libre comercio a ultranza, sin medir las consecuencias para su economía y sus ciudadanos; hacer de sus embajadas centros de seguridad para influir en el rumbo político de uno u otro país. Todo ello, absolutamente, tiene un costo y un peso sobre el presupuesto de un país sobreendeudado.

Sin duda alguna, no estamos presenciando el fin del mundo sino el final de un sistema, de una forma de ver el planeta y las cosas, del cual pueden surgir nuevas oportunidades para todos los países; pero sobre todo, para finalmente avanzar hacia la creación de un nuevo orden económico internacional que pueda poner fin a la crisis actual.

Los paralelismos inevitables indican que, si bien el 9 de noviembre de 1989 caía el muro de Berlín que dividía Alemania Oriental de la República Federal de Alemania, este 9 de noviembre de 2016, Donald Trump, contra todos los pronósticos y los medios de comunicación, incluso el apoyo silencioso de muchos gobiernos a Hillary Clinton, logró ganar las elecciones para dirigir los destinos de los Estados Unidos y, quizá, para hacer una revolución en su país y reacomodar las cosas en el planeta.

Evidentemente, de todo ello, hasta ahora todo parece indicar que la primera víctima de su gobierno será México, si finalmente, como lo prometió, tira al cesto de la basura de la historia al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y hace efectiva su promesa de deportación de millones de mexicanos ilegales en su país.

No obstante, con un poco de visión e ingenio, ese hecho podría ser una enorme oportunidad de desarrollo de México, para que vuelva los ojos a América Latina y el Caribe, donde los Estados Unidos pondrían fin a sus tratados comerciales firmados con los países de Latinoamérica; para que México vea un enorme mercado en China que lo espera, la que hasta hace poco sólo exportaba el 1% del total de sus exportaciones; para que el gobierno redefina una nueva estrategia dentro de la geopolítica, en la que deje de ser un vasallo de los Estados Unidos y vuelva a ser un líder en el Subcontinente, capaz de negociar en igualdad de condiciones con los vecinos del norte ¿o a caso México seguirá cuidando su frontera sur de los Estados Unidos?.

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