RENOVARSE O MORIR.

“Sé que deben romperse las viejas estructuras.
Lo que no sé es qué hacer con los pedazos”.

Mafalda.

Cuentan que a un enérgico Gobernador de Hidalgo, en los primeros días de su sexenio, se acercó un personaje de todos sus afectos para, con base en la confianza, manifestar su desacuerdo con algunas decisiones del mandatario y sugerirle lo que a su juicio sería correcto.  Con amabilidad y fraternal cariño, el flamante ungido dijo a su interlocutor: “Me parecen muy pertinentes tus observaciones.  Cuando seas Gobernador podrás llevarlas a la práctica”.

La anterior anécdota puede sintetizarse en una sentencia común entre los viejos campiranos de mi región: “El que manda, manda.  Si se equivoca, vuelve a mandar”.

El ser humano, decía Jean Paul Sartre está condenado a la libertad.  Su vida es una sucesión de decisiones, aún en el ejemplo que manejara Don Miguel de Unamuno: “Si para evitar la responsabilidad de resolver, un individuo se retirase a un utópico sitio, asilado de todo y de todos; aún así, habría decidido no decidir”.  Dentro de su circunstancia, todo hombre (o mujer, para no molestar al feminismo), más si es gobernante, tiene que realizar actos de voluntad y asumir las consecuencias.

En estos días, el Presidente Peña Nieto, en histórica intervención ante miembros de la iniciativa privada dijo, en lo sustancial, que ningún Presidente en la historia, despierta pensando en cómo “joder“ a México y pidió a los asistentes no hablar mal del país, aunque pudieran estar en desacuerdo con su Gobierno.  Casi al mismo tiempo realizó ajustes a su gabinete

Desde luego, no faltan las críticas de mala fe en relación con las sinceras y autocríticas palabras y actos del Primer Mandatario, incluso puede citarse a Sócrates, quien afirmaba: “No hay hombres malos, sino ignorantes…  Nadie causa daño voluntariamente.  Quien hace el mal es porque ignora donde está el bien”.  En este sentido, algún periodista exhortaba a los mexicanos a votar por alguien que sí sepa gobernar.  Una vez más recurro la gracia de Mafalda, la filosófica monita, creación de Quino, caricaturista argentino: “Es una idea genial formar una escuela para Presidentes.  Sólo pregunto ¿Quiénes serían los maestros?”.

Por esta ocasión estoy de acuerdo con un famoso cuentacuentos coahuilense (hoy enfermo de amnesia política) cuando afirma: “antes era riesgoso hablar mal del Presidente, hoy el peligro consiste en hablar bien de él”.

Allá por mil novecientos setenta y cuatro, en pleno echeverriato, Don Daniel Cosío Villegas publicó una serie de durísimos ensayos bajo el título “El Estilo Personal de Gobernar”.  En esas páginas, el ameritado pensador criticaba, aunque sin decir nombres, algunas disposiciones de Don Luís.  Pese a la severidad de los juicios, jamás puso en duda, el derecho y aún la obligación que el hombre tenía de tomar decisiones, al amparo de su investidura.

Para mejor visualizar el tema, cito las palabras que el historiador-novelista, Juan Manuel Zunzunegui pone en labios de un ameritado liberal del periodo independentista: “Ni el pueblo francés, que presumía de su ilustración fue capaz de autogobernarse después de la Revolución…  El pueblo es pretexto de demagogos.  El pueblo piensa lo que le dicen sus líderes.  El pueblo en realidad no existe.  Sólo hay millones de personas distintas, con ideas y necesidades diferentes y para que esas personas que forman un pueblo progresen, necesitan un gobierno firme y unas leyes justas.  ¡Sólo un buen Estado puede salvar al pueblo, nunca el propio pueblo”.

La inmensa mayoría de los mexicanos está harta de la corrupción, ineficacia y obesidad de los aparatos gubernamentales.  Los procesos de reingeniería son indispensables, antes de que el país se ahogue en la suciedad que generan los vicios de quienes dan al poder un rumbo desviado.  En este esquema, si un gobernante se atreve y asume la responsabilidad histórica de sus acciones, está en su derecho,  lo acepte o no la masa que lo eligió.

Dos riesgos advierto en el proceso de limpieza: primero, que por error, por falta de información o por prestar oídos a los intrigantes y aduladores de tiempo completo, se prive de su trabajo a elementos valiosos y discretos.  Segundo, la idoneidad de quienes reciben la oportunidad de colaborar en la limpieza.  Todos deben estar a la altura de sus circunstancias y no mancharse con el lodo del pantano ni ser víctimas de la humana pasión de la soberbia.  Una vacuna de humildad, suele ser eficaz para prevenir el síndrome de infalibilidad.

Decían los profetas de El Renacimiento: “Renovarse o morir”.  Quien no cambia, por ese simple hecho, retrocede.

Octubre, 2016.

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