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UN INFIERNO BONITO

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EN EL PERSONAJE DEL BARRIO DE HOY.

LOS VECINOS.
Se acercaba el día de los muertos, y se juntaron dos matrimonios, que Vivian en el callejón de Manuel Doblado en el barrio de la “Palma” que se encuentra en la calle de Observatorio, y colina con  el cerro. Se pusieron de acuerdo de ir al panteón municipal, para arreglar la tumba de sus muertos.
Se llevaron palas cubetas sin olvidar su garrafón de 20 litros de pulque del bueno, llegaron al panteón y se pusieron en chinga loco, habían quedado que primero iban arreglar una tumba y luego la otra.
Juan  y Gregorio con sus viejas, Rosario y Herlinda, acarrearon agua y dejaron  la tumba como si acabaran de enterrar a sus madres. Dijo Juan.
–    Me cay que dejamos las tumbas a toda madre, a ver si cuando venga mi jefa, no se equivoque y se meta a otra y la saquen a madrazos. Porque dicen que los muertitos son envidiosos.
–    Por eso tiene en la cruz su nombre.
–    Si pero mi jefa no sabia leer ni escribir.
–    ¿Dónde están nuestras viejas?
–    Fueron al baño, ya ves que esta a la entrada del panteón.
–    Hay se hubieran sentado, atrás de una tumba, al fin que los muertitos no ven.
–    Eso les dije pero dijeron que no, porque de ahí van a comprar una chelas.
Dijo Gregorio.
–    Ahora vamos con la tumba de mi jefa, esta hasta la barda de arriba.
Como ya estaban atarantados, les costo mucho trabajo en dar con ella,
–    Se me había escondido mi jefa, como el año pasado no vine ya todo esta lleno. Échales un chiflido, o grítales a las viejas, que andan como locas buscándonos.
–    Les voy a gritar “Hey Acá estamos”
Llegaron las mujeres y se molestaron porque no las esperaron.
–    No mamen, ¿Por qué se vinieron? ahí los estábamos esperando, con miedo de que algún muerto nos agarrara, o nos metiera la mano. Trajimos un cartón de chelas para que nos duren y apenas le atinamos, porque la tumba de mi suegra esta para llorar, ni cruz tienen.
–    Ya se la quitamos para comenzar arreglar por ahí, creo que vamos a decir salud, para entrarle con ganas.
–    Vamos a chupar con discreción, porque los panteoneros andan dando sus rondines, de que no se roben las flores y que no tomen bebidas embriagantes.
–    Esos gueyes son mas borrachos que nosotros, cuando se murió mi jefecita y la trajimos, habían rascado otra tumba que no era, yo le eche bronca y fui a ver al administrador que me dijo que ya era tarde, que la dejáramos ahí y al día siguiente, abrían la fosa para meterla, yo me le puse p pendejo y le dije que ni madre, y todos los que nos acompañaron le mentaron  la madre, y tuvo que traer a otros monos para que abrieran la tumba que le correspondía.
–    Salud, vieja.
–    Pero con que si ya les dieron en la madre, mientras fuimos por agua,
Se pusieron atrabajar, y terminaron dejando la tumba igual que la otra. Se salieron y a la salida del panteón estaban unos puestos de comida y vendía pulque al mayoreo. Ahí se quedaron hasta que los corrieron.
–    Tenemos permiso nada más hasta las 6 de la tarde, así que ya no les podemos vender nada, porque ya no tarda el inspector.
Muy conforme se fueron para su casa las mujeres cargando las cubetas y ellos las palas, se subieron  por la calle de atrás de la barda del panteón, que salieron  a San Bartolo, ahí se aventaron la caminera y se bajaron por la calzada Veracruz, hasta llegar Abasolo, de ahí se subieron por la calle de Peña y Pena, hasta llegar al barrio. Llegando a su casa como Vivian a una sola puerta
Siguieron chupando todo el viernes, y el sábado, en la vecindad  que es muy grande, decidieron, seguir la peda y hacer una lunada afuera de su casa. La borrachera se les había entablado  chupaban parejo le atizaban a la lumbre y dijo don Juan.
–     Me caí, que los tiempos están cambiando ya ves que pinché primavera nos estamos pasando, primero calor y luego frío, ¿Cuándo has visto llover en el mes de octubre? Por eso don  Panchito de Asís, cuando da el cordonazo es para exprimir las nubes y ya no llueva. Lo que si parece que escuche que entraba un  frente frio.
–     Que te preocupa carnal, compre una botella de tequila de a kilo, para el frío, y con esto me la pela.
–     Sácala y le damos en la madre.
Dijo la señora Rosario.
–     Yo tengo frijolitos fritos, los voy a calentar y hago unos tacos.
–     Yo la acompaño.
–     Si vieja  acompáñala pero no se tarden,  porque ya hace hambre.
–    Un día Juan, en lugar de estar aquí en el patio, nos vamos de lunada a las Ventanas, del chico Hidalgo. Por allá está a toda madre.
–     Con esta son varias veces que me dices, pero nunca lo llevamos a cabo, de lengua me echo un plato.
–    Es que luego me desanimo esta hasta casa la chingada, quedan lejos, mejor desde aquí vemos la luna, y nos podemos meter a nuestras casas cuando queramos. Además los pinches ejidatarios, de por allá, te cobran hasta por orinar. Échale otro pegue de tequila a mi café.
Llegaron las mujeres con los tacos.
–     ¡Órale! Éntrenle antes de que se enfríen.
Los cuatro cabrones, alrededor de la fogata, parecían apaches fumando la pipa de la paz, temblaban como perros de frío, pero les gustaba hacer lunadas afuera de su casa. Les dijo Gregorio.
–     Me contaba mi jefe, que por ese rincón de la vecindad, todas las noches salía un chivo negro, con ojos que aventaban lumbre, a cualquier cabrón que encontraba le daba un tope y lo mataba, decía que era el diablo.
–    ¡Ay Nanita!
Dijo doña Hermelinda.
–     Ya cállate el hocico Gregorio, no menciones al malo, con solo de oírlo se me pone la carne de gallina.
–     No tengas miedo vieja, estas conmigo si ahorita sale el diablo me doy en la madre con él.
–    ¡Ay Dios mío! Están ladrando los perros, mejor vamos a meternos a la casa, se me puso la carne de gallina, este cabrón tiene la culpa por mencionar al Pingo. Ya se soltó el aíre, cada que mueve las ramas, con la luz de la luna hacen sombras macabras.
Le dijo Juan a Gregorio.
–     Échale más leña y petróleo, para que salga la llamarada y a las viejas no les de miedo.
Dijo don Juan.
–     No Tengan miedo, no me lo van a creer, pero el miércoles que llegue bien borracho, al meterme al baño, me caí de madre, salio un hombre sin cabeza, hasta la borrachera se me bajo, cuéntales vieja, como llegue.
–     De eso ya no quiero ni acordarme, siento mucho coraje entró echo la chingada, que me espantó, estaba todo descolorido como pambazo, miraba para todos lados, no podía hablar estaba mudo, me hacía señas pero no le entendía ni madres, pensé que había tomado caña, luego el maldito cantinero, para que se salgan de la cantina les da la puntilla. Sacaba los ojos como pinché ratón espantado, por fin se acostó, pero luego entre sueños daba unos brincotes que me espantaba. Le tuve que dar un soplamocos para que se controlara, luego gritaba como loco, Un charro, un charro, Yo no le hice caso pensé que hablaba de su líder del sindicato, poro no se callaba, me saco de honda y que le pongo un madrazo, con el tejolote, que  le afloje una muela, pero no se deba por vencido el cabrón, todavía gritaba que un charro. Que me encabrono y que lo jalo de las greñas y que le pregunto. ¿Qué charro?
–    ¡Un charro sin cabeza!
–     No mames, ya duérmete, yo no se que tomaste.
Dijo don Juan.
– Pinché vieja, se pasó de lanza, me dio mis madrazos y no me creyó, porque estaba tomad, pero vi. Claramente un charro sin cholla.
–    ¡Ay Dios mió! Están ladrando los perros, ya hasta me dieron ganas de ir al baño.
–     No tenga miedo doña Herlinda, si vemos algo malo nos metemos a la casa.
Dijo don Gregorio.
–    ¡Échale más tequila a mi café! Y no le hagan caso a mi vetarra, ella siente mucho miedo, porque una vez vio a una bruja, pensó que era su mamá y la saludo.
–    ¿Apoco si?
–     Si es verdad, pero prefiero quedarme callada, no me quiero acordar porque al platicarlo siento ganas de llorar, y me dan ganas de hacer del chis, por el miedo. Un día los frijoles me hicieron daño, cada rato me paraba al baño, me agarro  una diarrea tan fuerte, que no la aguantaba y me encontraba sola. Cuando salí de la casa a la media noche, vi. una bola roja que se prendía y se apagaba, del escalón de mi puerta brinco hasta aquel árbol de pirul, las pinches patas se me doblaron, y sentí morirme de miedo, cuando comenzaron aullar los perros, me senté en el baño, y las ganas se me fueron, luego escuche un grito como cuando capan a un puerco, corriendo llegue a mi casa, al abrir la puerta salio la bola de  fuego ¡Ay gûey! Sentí que la sangre se me subió de madrazo en la cabeza, prendí la luz, y debajo de la cama estaba mi hija desmayada, otro poquito más y la bruja se la chupa,  por eso desde ese día, atranco la puerta y no la abro, ya son varias veces que dejo a mi viejo afuera.
–    ¿A ti no te han espantado Juan? Aparte del hombre sin cabeza
–     Una vez llegue en mi juicio y por el callejón vi. una sombra que se me acercó, levanto los brazos y me dijo: ¡Guauuu! Y que me cago.
Dijo don Gregorio.
–     Quién no se va a cagar con ese susto.
–    ¡No! Yo me cague, ahorita que hice Guauu.
Todos se rieron muy contentos, de momento escucharon un ruido que les helo la sangre, los cuatro voltearon al mismo tiempo al ver una sombra del fondo del la vecindad, donde decía don Gregorio, que salía un chivo Negro. Las mujeres corrieron a sus casas, dejando a sus viejos afuera, que gritaban desesperados.
–    ¡Abre cabrona!
La sombra se les acercaba cada vez mas  su desesperación se multiplicaba, de pronto escucharon una voz a sus espaldas que los dejo petrificados.
–     No se espanten, soy yo su vecino.
–     Pancho, no nos andes espantando, me caí que por poco y doy el mulazo, y le arriesgaste mucho a que entre los dos te partiéramos la madre.
–     Es que llegue borracho y mi vieja, no me dejo entrar, a la casa, me quede sentado y me dormí, escuche voces y vine a ver quien era.
–    Hay nos vemos, mañana.
Los vecinos se quedaron con miedo y hasta la fecha ya no han vuelto hacer lunadas, agarraron a madrazos a sus viejas, porque no les abrieron la puerta, se la amanecieron y con el frío por un pelito de rana quedan tiesos.
gatoseco98@yahoo.com.mx