MORIR CON DIGNIDAD

“Quiero morir cuando decline el día,

en alta mar y con la cara al cielo,

donde parezca un sueño la agonía

y el alma un ave que remonta el vuelo”.

Manuel Gutiérrez Nájera.

 

La Academia Nacional de Medicina, conjuntamente con The Aspen Institute, celebró el día dieciocho de marzo, en el Centro Médico Nacional un simposio conjunto en relación con La Muerte, desde diferentes perspectivas.  Bajo la brillante batuta del Doctor Juan Ramón de la Fuente, el escritor Héctor Aguilar Camín abordó el tema desde el punto de vista literario; Fernando, miembro de la dinastía de abogados Gómez Mont, hizo lo propio desde la óptica jurídica y un brillante Arnoldo Kraus lo hizo, desde su visión de reputado médico.

 

A quienes gustamos de este tipo de actividades nos pareció un apetitoso manjar intelectual la presencia en un mismo foro de tan connotadas personalidades.  Aguilar Camín quien cosecha importantes triunfos por la vía narrativa, recientemente presentó su novela “Cuestiones de Familia”, reminiscencias de rostros y paisajes, desde su natal Chetumal hasta la Ciudad de México, Distrito Federal.  Aún conmovido por el cercano deceso de su Señora madre confesaba haber vivido la presencia de la muerte en cuatroseres de su personal cercanía y afecto.  Se refirió a los hospitales modernos como espacios donde conviven la alta especialización médica y los negocios.  Después de considerar al empecinamiento por mantener viva a una persona moribunda, como una culpa despistada, recordó los pormenores de la muerte de Freud, quien a los sesenta y siete años, aspiraba a “desaparecer con decencia de este mundo”.  No lo logró.  Trece años, treinta cirugías  y múltiples radiaciones después, lo confrontaron con familiares que lo mantenían vivo a la fuerza, con una terrorífica pregunta y una enérgica afirmación: ¿Con qué derecho?  ¡Mi vida es mi vida!

 

Arnoldo Kraus en una primera intervención, definióla actitud de estudiar la muerte con dignidad como manifestación del más elevado humanismo; acto de fe; conducta del género humano que se rebela contra la fatalidad; que buscaredefinir al hombre como medida de todas las cosas; por encima de cualquier predestinación, mantenimiento artificial de la vida u otro tabú personal, social, jurídico, médico o religioso.

 

El mismo Kraus habló de la obligación de los propios pacientes terminales y de sus familiares, de minimizar el sufrimiento, el dolor, la angustia… mediante estudios que permitan medir la “calidad de la muerte”.  Por desgracia, cultura, subcultura y creencias, hacen que nuestro país se ubique en el lugar treinta y cinco de cincuenta, en cuanto a calidad de muerte se refiere.  Es absurdo tratar de mantener vivo a alguien, contra su voluntad y contra los imperativos de su propia vitalidad fisiológica.  Kraus nos recomienda la creación de una “receta para no morir”.

 

Fernando Gómez Mont ubica a la muerte como un concepto complejo.  Su estudio no debe ser tabú.  Retirar los cuidados paliativos al enfermo en situación terminal no tiene por qué considerarse claudicación o renuncia a las responsabilidades de la ética o del derecho.  El dolor es intransferible, sólo el paciente sabe lo que siente, y por lo tanto sólo a él debe corresponderle la voluntad autónoma de no prolongar su agonía, y de salvar la responsabilidad penal de quien lo atiende.

 

El temor, dice Gómez Mont, es miedo ante el futuro; la culpa representa miedo hacia el pasado.  Por eso, en materia de convicciones religiosas, individuos inteligentes agnósticos, y hasta radicales ateos, al término de su vida pueden buscar un proceso de reencuentro con la Deidad; de revivir sus ansias inconscientes; de disfrutar la inocencia de infantil religiosidad que se perdió entre el tiempo y los libros.

 

La enfermedad y el dolor, son síntomas de alguna disfunción corporal.  Nadie sufre voluntariamente.  No hay que olvidar que el hombre como ser psico-biológico-social, está obligado a tomar decisiones; puede decidir todo, excepto cuándo y cómo morir.  El conocimiento constituye una prohibición, una segunda frontera ante el no ser, excepto que se decida aplicar la Eutanasia.  En este orden de ideas, el tema del suicidio aparece con toda crudeza.  Aunque repudiado históricamente por todas las religiones, culturas y sociedades (excepto en alguna obra literaria, como “Las Cuitas del Joven Werther” del alemán Goethe), el suicidio sigue siendo un recurso para morir con dignidad.

 

Toda una serie de conceptos y argumentos, como la información que el paciente tenga de un esquema económico costo/beneficio; de la posibilidad o dificultad de suministrar los cuidados básicos o tratamientos paliativos; la existencia, conocimiento y aceptación de la Ley de Voluntad Anticipada, la disponibilidad de medicamentos y/o drogas permitidas, etcétera, contribuye a la democratización del proceso; al privilegio de una muerte digna.

 

La opinión pública no médica, investiga todos estos fenómenos.  Desde el punto de vista ético, se pregunta ¿Tiene sentido?  ¿Es ético decidir cómo y cuándo morir?  ¿Las religiones seguirán manteniendo un espacio en el infierno para quienes provoquen su muerte por propia mano?

 

Foucault habla de “El Fin de la Clínica”: médicos que saben cada vez más acerca de cada vez menos, ahora preguntan al paciente ¿Dónde le duele?, en lugar de preguntar ¿Qué le sucede?  Muchas veces sufre el alma más que el cuerpo.  Norberto Bobbioanaliza el asunto en su tratado “De Senectute”.  Scheindermenciona a un Dios despiadado que disfruta prolongando el tiempo de una vida sin futuro, con un eterno presente generador de angustia, tristeza y lástima.

 

Espero, cuando se acerque mi hora, tener un amigo, que me ayude a cruzar la frontera del dolor, hasta tener la inmensa dicha de no despertar.

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