Como el destino mismo

Como el destino mismo

RETRATOS HABLADOS

La realidad nos coloca siempre en una condición penosa, porque acostumbra instalarnos en el nivel justo donde los dioses, el destino, el andar del universo, siempre habían observado nuestra vida. Y el hecho constante es que los sucesos que hoy mismo tienen con el alma en vilo a un grupo selecto de adoradores del poder, pasan de lado, porque simplemente así ha sido la historia, en la que nunca nos apuntamos, porque no pudimos, porque llegamos tarde, o porque no contábamos con ninguno de los documentos exigidos, no se diga aptitudes y actitudes.

En el ejercicio periodístico es una constante contagiarse de ese delirio, al grado incluso de que, elección tras elección, campaña tras campañas, encontramos entre un montón de viejos documentos, los principios básicos del juego de las adivinaciones, el prontuario para descubrir los desbalances y desequilibrios mentales futuros del que denota todo, menos esos padecimientos.

Pero solo observamos, y de alguna manera aceptamos por adelantado que serán otros, nunca nosotros, los que, de manera directa o indirecta, decidan sobre lo más preciado que tenemos, que es la vida, su transitar por los años, hasta descubrirnos en un lugar donde ya no hay retorno a nada, segundas oportunidades, nacimiento de nuevos sueños.

De alguna manera sabemos que toda confrontación en los terrenos del poder es inútil, que gana quien debe ganar, o porque así estaba escrito, y nunca lo vimos, en el primer libro de las celebraciones. Así que llega el cansancio, el hastío, y luego la vocación de quedarnos dormidos a la menor oportunidad, incluso cuando nos anunciamos que la lectura del más reciente, y último libro de García Márquez, sería el mejor remedio para estas ganas irremediables e irrefrenables de cerrar los ojos y viajar a nuevos mundos.

Pero no es así. De repente comprendemos por qué se oponía a que publicaran su último intento por recordar lo que no recordaba, por descubrir eso que siempre hace que brinquemos del sillón con la certeza de que, por fin, llegó a la memoria el descubrimiento más importante del universo mismo, eso que nos tenía con la angustia absoluta, eso que, desgracia nuestra, de nuevo olvidamos cuando lo habíamos recordado.

Así que lo cotidiano en la vida de una sociedad, la una y otra vez repetida pelea por el poder, por quedarse con él, por presentarse ante los votantes como la salvación de la sociedad, francamente nos tiene sin cuidado, porque basta hacer un repaso mínimo de la historia, para encontrar esas mismas palabras, esas mismas ambiciones, con iguales desenlaces.

Decía que siempre somos espectadores, pero también sabemos que es una labor única, porque podemos palomear uno a uno, los atributos perdidos de quien ya se instaló en la cima del poder, y también los negativos que lo llevarán a la perdición. Todos, calca de alguna versión original, que con toda certeza solo existió en el maestro único del destino, pero que a lo mejor también olvidó, enfrascado en nuevas historias de nuevos universos.

En tanto aquí estamos, y el sueño se olvida un rato porque con todo y que la película es igual a la otra, uno que otro personaje resulta gracioso o graciosa. Uno que otro se rebela contra nada, pero pareciera que sí.

Es bueno mirar, simplemente mirar, porque el universo no se detiene en su loca marcha de fomentar la desmemoria, a cambio de más tiempo, más tiempo.

Mil gracias, hasta mañana.

Mi Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

X: @JavierEPeralta

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