RETRATOS HABLADOS
El ser desagradecidos en el ejercicio político, parece ser una moneda de uso constante en todo el mundo. No se diga en México. No se diga en Hidalgo. Se disfraza de justificaciones de todo tipo, pero todas tienen que ver con la cobardía a perder lo mucho o poco que se tenga, a no escalar más en la propia carrera, o simplemente porque se da por hecho que las cosas son así, y que además el amigo en desgracia, ni cuenta se va a dar.
No confundir, sin embargo, lo contrario, agradecimiento, con complicidad en hechos de deshonestidad, en robos a despoblado a la ciudadanía, o simplemente porque se es parte, ya no de un grupo de amigos, sino de una mafia, en la que se responde con la vida al que se eche para atrás.
Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa.
En términos reales, cualquier persona será agradecida, no con quien lo ayudó a hacerse millonario mediante el tráfico de influencias, o lo que usted mande y ordene, sino con quien, de alguna manera, le impulsó a encontrar el sentido de la existencia, al descubrir su talento para crecer como ser humano.
Quien valora la amistad por el dinero que aportó a su propia cuenta bancaria, dará la espalda de manera inmediata a quien desempeñó ese papel, porque, en resumidas cuentas, para ese tipo de personas, lo fundamental serán los dineros, constantes y sonantes.
Pero los otros, los que se saben deudores de verdadera amistad, estarán atentos al proceso que guarde el amigo real, porque lo conocen, porque de primera mano saben de un principio básico, que es la honestidad intelectual.
Valga todo lo anterior, y a manera de colofón que hoy publica en su columna, el maestro, Prisciliano Gutiérrez Hernández, que simplemente decidió titular: “¡Aquí estoy, Jesús!”. Es un decir: “¡presente!”, a quien considera su amigo de toda la vida, y de quien es amigo de toda la vida: a Jesús Murillo Karam.
Porque los amigos no se esconden, no tienen como respuesta a su situación el silencio abyecto y miserable, no niegan hasta 30 veces, no agachan la cabeza por ser amigos del hoy considerado leproso, no tienen miedo a gritar “esta boca es mía”, no son cobardes porque quien les brindó su amistad nunca lo fue con ellos.
Esa es la razón para entender que ese gesto, ese simple gesto de escribir y manifestar: “¡Aquí estoy, Jesús!”, describe de cuerpo entero al autor del texto: un hombre culto, leído y escribido, como decían en mi pueblo, y que por eso comprende a la perfección el valor de la palabra como creadora de todo, desde el Génesis bíblico, tal cual señala el también poeta, Javier Sicilia.
Y por eso, porque compartimos en todo el sentido de la palabra su decir, es que, estamos seguros, no solo dignifica al amigo, sino se dignifica al realizar esta acción, que, insisto, en mucho habla, de la talante y profunda vocación de un poeta por llevar solidaridad y esperanza, a quien buena parte de los que se decían amigos, simplemente han olvidado.
Mil gracias, hasta mañana.
Mi Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
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