HOMO POLITICUS
Es evidente que los interlocutores sociales reúnen las cualidades para enunciar lo que los simples mortales no podemos.
Después de la clausura culera y asquerosa que recibió el programa “El mañanero”, que fue sacado de los espacios de televisa, ha quedado un gran vacío dentro de la indispensable crítica en los espacios de la televisión abierta y cerrada en México. Nada puede curar esta herida, porque la clausura de “El mañanero”, no fue sólo un atentado a Víctor Trujillo (Brozo mi amigo el tenebroso), sino en contra de la libertad de expresión, cercenando con ello la posibilidad de que la gente común y no común, entendiera la realidad de la palestra política y más allá.
“El mañanero” que me acompañaba en mis mañaneros, no era sólo un noticiario, no era sólo un espacio de crítica política, no era sólo un programa cultural; era en realidad, un espacio social que tocaba fibras sensibles y expresaba lo que muchos ciudadanos desean decirle al Estado y a los personeros públicos, al tiempo, que se imponía de un espacio de cultura inédito que resultaba agudo y equilibrado.
En los hechos, haber cercenado a “El mañanero”, no ha cercenado a Brozo, que se mantiene activo de manera diferida por medios electrónicos que siguen trascendiendo, lo cual invita a pensar en el Ave Fénix, que habrá de volver de sus cenizas, que en el caso de Víctor Trujillo, habrá de volver de sus pedas y colores para aparecer nuevamente en la pantalla chica, eso se los firmo sin ser pitonisa.
Es increíble en este escenario, que el establishment no sepa encauzar la crítica, que la vuelva enemiga de sus acciones y no termómetro de las mismas; es verdad, jamás habrá simbiosis entre la crítica social y estructurada sobre las acciones de gobierno, pero un gobierno abierto se le pega y atiza menos que al gobierno que se esconde en las liturgias y en las retóricas.
Extraño las payasadas de Brozo, porque todos llevamos un payaso dentro, nos representamos con colores y en colores desde nuestras fotografías hasta nuestras acciones, quizá por ello las mentadas de madres me desahogan pero siguen siendo un paliativo ante la razón cercenada.