La colectiva 

La colectiva 
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PEDAZOS DE VIDA

De la casa al trabajo son 40 minutos de traslado, si no hubiera tráfico serían como 25 y caminando son como hora y media. Una vez que hubo un convivio me tuve que regresar caminando y ahí supe la distancia y el tiempo. Nunca más he repetido la hazaña, y menos ahora que ya no se puede caminar con tranquilidad en la tarde, mucho menos en la madrugada.

Cuando me subo a la colectiva, saludo a la gente como es costumbre, entonces como es costumbre, se hace un silencio, a menos que la señora de la canasta que vende desayunos afuera de las oficinas de la Comisión Agraria decida hacer la platica a uno u otro y sepamos algunas situaciones de su vida personal y de la forma en que ha salido adelante.

Viajar en la colectiva es una experiencia única como cada día. A veces te encuentras a personas que regularmente viajan a la misma hora que tú pero no siempre es así, también hay gente de paso que jamás vuelves a ver o que sí ves en otra ocasión, ya no las reconoces.

Hay ocasiones en las que el llanto de un bebé o el berrinche de un niño te hace reflexionar sobre la vida; otras en las que ves a través de un mariguano lo apacible que puede ser un viaje a pesar de que la gente se te quede viendo  y oliendo.

No pocas veces te toca ver la pelea entre pasajeros y chófer y otro tanto entre pasajeros y/o pasajeras; las parejas que van calentando motores para lo que harán después, e incluso hay quienes han perdido la vida a mitad de viaje. A mí solo me ha tocado ver una persona a la que le dio un ataque epiléptico, gracias a Dios no me ha tocado que el chofer choque la colectiva.

Al inicio de un año, es como el arranque de una colectiva, no sabes lo que sucederá en cada minuto del recorrido, tampoco puedes prever las personas que se subirán o dejarán de subir, cada día es una oportunidad de conocer algo nuevo, pero sobre todo, cada día tiene algo nuevo que dar. 

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