¿Función pública o ficción pública?

¿Función pública o ficción pública?

Pido la palabra 

En todo lo que hacemos, el proceso es importante, pero más importante aún son los resultados; los objetivos por tanto deben ser alcanzables, medibles, lícitos y, sobre todo, que beneficien al mayor número de personas; premisa fundamental que en política debería ser biblia para quienes han optado vivir en ese noble mundo de la función pública.

La Carta Magna establece que se reputan como “Servidores Públicos”, entre otros, a los representantes de elección popular, y en general, a toda persona que desempeñe un empleo, cargo o comisión en la Administración Pública; en la sana distribución de funciones dentro de sus respectivas estructuras, cada órgano, cada titular de dicho órgano, no obstante la mezcla de sus intereses particulares con los deberes que el Estado le ha encomendado, conocen muy bien cuáles son los objetivos a lograr; luego entonces, ¿porqué muchos de ellos no se logran alcanzar?

Es lamentable que en los últimos años, lo único que hemos escuchado de la mayoría de los políticos son solamente pretextos, explicaciones del “por qué no se lograron las cosas” y hasta ahí se queda la justificación; pero de bien pocos, casi tirándole a nadie, he podido escuchar del “cómo sí se pueden lograr los objetivos”.

Con esas displicentes justificaciones en ocasiones dan a entender de que “ya no hay nada qué hacer” y con ello sienten que ya cumplieron y desquitaron los pesos que se echaron a la bolsa por no hacer nada, excepto dorarnos la píldora y darnos atole con el dedo.

Pareciese que los políticos convertidos por la alquimia del voto en servidores públicos, ven a la población como un difuso grupo de niños ingenuos que nos chupamos el dedo; que su retórica, educada en la fragorosa lucha de la ineficiencia, fue suficiente para tenernos estáticos.

Si así lo creen, pienso que están equivocando el camino, y que el piso ya lo han perdido; no digo que la población ya se está cansando, digo que la población ya se cansó y exige resultados, exige eficiencia, exige que se cumpla con la “función pública” que se les ha encomendado, y que no se quede en “ficción pública”.

Ha llegado el momento de que los servidores públicos de cualquiera de los tres poderes de la Unión y de los tres niveles de la administración, dejen de sentirse los “tlatoanis” del Estado mexicano, lo que todo lo pueden en el papel pero poco logran en los hechos; se exige eficiencia, pues para ello cobran y bastante bien; están para servir al pueblo y no para servirse de él; hagan política, sí, es su derecho, busquen en esa sinergia también su desarrollo personal, también es válido; pero sobre todo, construyan su crecimiento político al través del cumplimiento de los compromisos.

Dejen a un lado la clásica imagen del político que solo se le ve en comilonas y corta listones de obras de relumbrón electoral, eso denigra a la profesión que han elegido y por ello la gente se aleja de las urnas.

A lo largo del tiempo ha sido pasmosa la actitud de muchos servidores públicos que, al citarles su mediocre labor en la administración, sigan negando su falta de capacidad, ya que están convencidos que nadie mejor que ellos para salvar al país; un poco de humildad no les haría daño.

El camino rumbo al 2024 comenzó demasiado pronto, tanto que las cabezas comenzaron a asomarse en el horizonte futurista, algunas rodaron con tanto conflicto, real o inducido, pero que cumplieron exhibiendo al que se pretendía golpear.

La política se está convirtiendo en una política ficción, pues hoy día ya todo parece una caricatura, en solo un remedo de lo que en verdad necesitamos para salir del hoyo negro y que solo está sirviendo de rio revuelto para los pescadores de militantes.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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