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¿POR QUÉ NO PASA NADA?

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¿POR QUÉ NO PASA NADA?

FAMILIA POLÍTICA

“Los hombres se parecen más 

a su tiempo que a sus padres”

Marc Bloch

En el México que nos toca vivir, existen serias interrogantes, algunas profundamente existenciales, otras puramente coyunturales, algunas más, producidas por nuestras deficiencias formativas e informativas. 

Me explico: ¿Por qué el actual Presidente de la República, de manera desproporcionada con el número de sus detractores, mantiene, en lo general, un altísimo índice de aceptación, no así su Partido y su slogan que pretenden representar a un cuarto movimiento transformador (4T) de instituciones, aunque conservador de una esencia de lucha que se nutre en la historia personal de sus protagonistas y en la certeza del cambio, como fundamento para seguir cambiando? 

Espero que los juicios de valor que necesariamente tienen que nutrir mis afirmaciones, no se interpreten como discriminatorios en materia de valores. Ante la evidencia, no queda más que rendirse sin más posible argumento de defensa, que alguna prueba en contrario. La llamada Cuatro T, solo puede justificar como realidad pragmática para su estilo de gobierno, una muy concreta serie de fracasos que hasta sus más acendrados defensores reconocen: la carestía de la vida, por ejemplo, pega fuerte en todos los sectores sociales y ya no es posible atribuirla a los gobiernos neoliberales de hace veinte, cincuenta o cien años. 

Hoy, cualquiera que tenga unos cuantos gramos de cerebro, puede advertir que los culpables son los gobernantes que están obligados a tomar decisiones aquí y ahora. Sin embargo, la figura mesiánica del Presidente, cruza el pantano sin manchar su plumaje y canta, aunque la rama cruja, porque cree tener confianza en la fuerza de sus alas.

La prensa escrita y virtual, las redes sociales, la opinión pública generalizada y especializada, el aula universitaria, las pláticas de café y prácticamente todas las formas de comunicación informal, ya se acostumbraron a que, al abrir las páginas de cualquier medio informativo o escuchar al azar algún noticiario radiofónico o televisivo, (sin importar el liderazgo de un periodista) tienen que admitir, de manera indubitable, las diarias masacres que se atribuyen al crimen organizado, al cobro de cuotas a los productores del campo y de la ciudad, a la violencia que de diferentes maneras se manifiesta aquí, allá y más allá; al enfrentamiento de los ciudadanos, hartos de las extorsiones, en las cuales, ni el Ejército se salva. Esa es la realidad, pero no queremos (¿o no sabemos?), mirarla o descubrirla.

Por ejemplo: en todas las disciplinas se habla de La Verdad, en cualquiera de sus facetas; ésta subyace en los diferentes sectores sociales; se oculta a los ojos de la gente común (en nombre de la llamada “Verdad Jurídica”, se cometen injusticias, agravios, torpezas…) en cambio, en nuestra sociedad, se da por hecho de que la verdad se anuncia de lunes a viernes, en un horario fijo y madrugador, por el mismísimo Mesías quien, de manera dogmática la revela, lo cual no tiene nada de extraordinario, pero sí es increíble que la gente lo siga en obediencia ciega.

Así las cosas, el grueso de la población no logra aterrizar en lo verdaderamente trascendente de lo que lee, escucha o ve en los medios, posiblemente en la calle de manera involuntaria, aunque, insisto: es la lectura la principal herramienta para acceder a la cultura. Para conocer hay que leer, y para leer se requieren dos condiciones fundamentales: 1.- La voluntad: querer hacerlo. 2.- El conocimiento: saber hacerlo. 

México no es un país de lectores, las estadísticas marcan el ínfimo nivel de lectura en todas las clases sociales, políticas y económicas de la población en el estado mexicano. Es cierto: muy poca gente lee en relación con todo el cúmulo de potenciales lectores… pero, hay algo peor, un elevado porcentaje de los que leen, no lo saben hacer, reprueban en lectura de comprensión.  Su conocimiento es superficial, acrítico, carente del más elemental de los niveles lógicos. Es impresionante el número de analfabetas funcionales en la población mexicana y aún dentro de los órganos a los cuales el Estado dota de la competencia y los medios para tal fin.

No sabemos leer, no sabemos leer y no sabemos leer… aunque supuestamente los mexicanos tengamos todos los recursos humanos y materiales para ser una potencia de alto nivel en este sentido. Repito: toda prueba de lectura de comprensión en cualquiera de los niveles escolarizados y no escolarizados, daría sorpresivos y deprimentes resultados.

Mis compañeros profesores, independientemente de su formación profesional de baja calidad, dedican su tiempo a las “grillas sindicales”, en busca de satisfacer sus intereses personales, sin preocuparse en mínima parte por lo que es México, sus valores, sus principios, su necesidad de sobrevivencia como Estado soberano.

Las organizaciones sindicales, como bien se sabe, claman y reclaman mayores cotos de poder político y económico dentro de la vida de la República.

Los profesores tenemos obligación de conocer e interpretar la realidad nacional e internacional en donde se desenvuelve el Estado mexicano:  aprehenderla y transmitirla con enfoque crítico, sin dar por hecho de que todo lo que ocurre está bien, para estimular el ego de quien gobierna, pensando en sus actos inmediatos de autoridad, pero considerando también sus repercusiones electorales de naturaleza transexenal.

Para lograr la formación de un México ideal, se requiere la búsqueda y encuentro de un arquetipo de mexicano ideal, de un hombre nuevo. Es necesario compenetrarse en el texto del artículo tercero constitucional, de la historia con sus aciertos y desaciertos y con los valores más acendrados de nuestro tiempo, pensando que éste es el fundamento del futuro y que los hombres nos parecemos más a nuestro tiempo, que a nuestros padres.