“¿Quién me ayuda a cargar la inmortalidad?
¿Quién nació para mandar en este país de agachados?”
Antonio López de Santa Anna.
“Acerina”, un músico popular, junto con su orquesta se recuerda hasta nuestros días, gracias a su célebre danzón Juárez, cuya letra contiene una perogrullada: “Si Juárez no hubiera muerto… todavía viviría”. Algunos, mal intencionados, añaden: “Y aún sería Presidente de la República”.
Cuéntase que Don Benito, estaba tan acostumbrado a su alta investidura, que vivir fuera del Poder le resultaba inconcebible. Él era (y es) El Presidente, por antonomasia. Duró catorce años como Primer Mandatario (pero fue Gobernador, Ministro de la SCJN y otros cargos de suma importancia). Murió antes de que su estrella comenzara a declinar. No puede decirse lo mismo de Don Porfirio, quien con toda su trayectoria de probo militar y honesto político, no supo retirarse ni pudo morir a tiempo.
Aunque el síndrome es el mismo, el bribón Antonio López de Santa Anna, aparentemente se aburría del Poder y se retiraba con sus gallos a Manga de Clavo; obviamente conservaba el mando tras bambalinas. Cuando “la Patria lo necesitaba” volvía a la Presidencia con gran cinismo (lo bueno es que sólo fueron once veces).
Desde el más humilde (supuestamente) de los regidores o funcionarios municipales, hasta encumbrados próceres de la República, hasta la fecha, los síndromes que se engendran en la costumbre de mandar: nacen, crecen, se multiplican y nunca mueren.
La semana pasada, junto con la definición, escribimos algunos ejemplos. Pero el tema parece interminable. Amigos, detractores, similares y conexos se incluyeron en alguno, otros, por su gran autoestima, rayana en la soberbia, con espíritu masoquista quieren más: ¡Va mi pluma en prenda!:
– Síndrome del Patriarca.- No debemos olvidar, los hidalguenses, que en sus orígenes, nuestra entidad se integró por un conjunto de regiones que eran prácticamente feudos de caciques, en la segunda acepción de la palabra, según la RAE: “Persona que valiéndose de su influencia o riqueza interviene arbitraria o abusivamente en la política y administración de una comunidad”: Jefes Políticos durante el porfiriato; después de la Revolución: Presidentes Municipales, Diputados Locales, Diputados Federales Senadores, funcionarios administrativos de cierto rango… Consideran que la región es su feudo, los pobladores sus hijos y quienes no piensan como ellos, o disienten de su corriente, están equivocados, son sus enemigos. Tengo un amigo canijo que se ufana de acumular en su currículum, cinco campañas como candidato a cargos de elección popular. Los cortos periodos en que está fuera de la nómina, siente que la Patria lo traiciona. Ante sus ojos, no existen méritos académicos, intelectuales ni similares; quien ingresa al Gobierno, sin base social cautiva, es por indignidad cortesana. Sólo él es democrático y meritocrático.
La mayor parte de los patriarcas (caciques) viejos ya no están, pero en política no hay espacios vacíos. Algunos que lucharon en su contra, hoy ocupan su lugar.
– Síndrome del chicharronero.- Es una derivación del anterior. El Político y sus canchanchanes están convencidos de que en sus pueblos “sólo sus chicharrones truenan”. Así, buscan imponer candidatos para cubrir desde los cargos más modestos, hasta los más encumbrados. Sus éxitos o fracasos, dependen de la luminosidad de los astros en la pirámide de las altas esferas. Cuando una estrella va en declive, no valen las comidas masivas de cumpleaños, ni las amenazas, ni los cambios de Partido.
– Síndrome de ¿Por qué él sí y yo no?.- Roberto Blanco Moheno describía el berrinche que hizo Maximino Ávila Camacho, cuando se enteró de la definición que el PRM dio en favor de su hermano Manuel. Se preguntó el violento personaje: ¿”El Mantecas” Presidente? ¿Por qué él y no yo? Seguramente, el bíblico Caín, se hizo la misma pregunta antes de matar a su hermano Abel. La envidia es la expresión más mezquina de la admiración.
– Síndrome de ¿Yo por qué?.- Las aspiraciones de un personaje, no siempre son acordes con su perfil o con la percepción que de él tiene quien toma las decisiones. Las altas expectativas que la autoestima, las amistades, la militancia, los compromisos, las recomendaciones, los méritos en campaña o cualquier otro factor de poder engendran, son proclives a la frustración de quien aspira a un cargo de gran importancia y le ofrecen uno menor o en áreas diferentes a sus preferencias.
Debo confesar que este síndrome me invadió cuando el Gobernador Osorio Chong, me propuso como Magistrado. Doce años después lo sigo agradeciendo.
– Síndrome del “hubiera”.- Permítaseme volver al epígrafe: “Si Juárez no hubiera muerto… Todavía viviría” En la Paremiología mexicana, existe una similitud: “Si mi tía tuviera ruedas, sería bicicleta”. Por eso son tan criticados algunos verbos en pretérito de subjuntivo. Voces profanas dicen: “el hubiera no existe”. ¡Claro que existe! En política expresa frustración: una frase paradigmática es: “Si le hubiera atinado al bueno…”.
Como ya no cabe otro síndrome, cierro esta entrega con algunas frases que el escritor Enrique Serna, pone en labios de Don Antonio López de Santa Anna, “El Seductor de la Patria”: “En Política, la franqueza equivale a un suicidio”. “Hay que actuar como parte, sin abandonar el papel de Juez”. “En este País, el que juega limpio, limpio se va a su casa”. “El Poder es una agilidad cargada de cadenas, uno termina por volverse esclavo de su puesto”. “En este país cualquier pendejo gana más que el Presidente de la República”. “La política mexicana da muchas vueltas y quizá mañana vea inclinarse a mis plantas a los miserables que hoy me hieren cobardemente”. “Un político pobre es un pobre político. Todos hemos lucrado al amparo de la administración, algunos con más éxito que otros”.
Octubre 2016.