Trampa

PEDAZOS DE VIDA

Así la fuiste envolviendo, atrayendo con los brillosos hilos de tus mentiras. La sedujiste con un lecho del que jamás se levantaría, no te importó quebrar sus alas de frágil mariposa, ni apagar en tanto tiempo de entrega sus hermosos y brillosos colores, la dejaste sin alma, sin juventud, acabaste con la hermosura de su ser y después sin mayor remordimiento, la echaste convertida en nada.

Cuando se tienen alas, no siempre resulta seguro el viaje, en el mundo siempre hay dónde pegar las alas, o con que chocar, nunca faltará el depredador que nos busque, y las presas que cacemos. Así es la vida como el amor: atrevida, enervante, de un riesgo impresionante y de personas que se atreven a asumirlo o sucumben en el miedo de no hacerlo jamás.

A veces vuelas y tienes suerte, otras el aguacero se encarga de hacerte caer y convertirte en alimento para las hormigas. Otras el viento es el que te lleva hasta el pico de las aves, donde te conviertes en nutrientes y das vida a costa de la tuya, un acto de amor como el de las madres que mueren en el parto, sólo que sin convertirse en alimento y entregando un legado de soledad al nuevo ser.

Otras veces, a pesar de las advertencias, terminas presa en una telaraña, en la que a pesar de los aleteos, no logras escapar. Y cuando lo haces algunas de las escamas de tus alas se han perdido, la vida te deja cicatrices cuando no logras aprender, que son tus alas el motivo de tu libertad pero también las que te pueden llevar a reducirte en la eternidad.

Y cuando ves la mariposa que cayó en la telaraña, y la forma en que la araña se acerca para quedarse con su vida, y envolverla en su telar, me preguntas por qué no hago nada…
¿Qué se puede hacer cuando el arácnido de tornasol color, termina con una vida para hacer milagro con sus hijos?

La alimentación es un milagro, y así como no logras entender el final de esa mariposa, tampoco logras entender el final de nuestra relación, pero debo confesar que al final de cuentas yo tuve la culpa, porque mi aletear fue diferente, porque al final de cuentas nos destruimos las alas. Pero al final, sólo quiero pedirte, que lo que destruimos, al menos sirva para alimentar a nuestros hijos, que hagamos una tregua por ellos…

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