UN INFIERNO BONITO

EN EL PERSONAJE DE HOY

“EL SANCHO”
Trabajaba en la mina de Santa Ana, pero bajábamos por el tiro de San Juan Pachuca, al nivel 370. De ahí nos llevaban en un motor, más de 3 kilómetros  trabajaba con electricidad, y nos metíamos en las perreras, que eran unos vagones sobre vías como el trensito de Chapultepec.

Para llegar a nuestro laborio teníamos, que subir 80 metros de escaleras verticales y caminar una hora. Estaban en el comedor de San Juan Pachuca, Antonio “El Loco” Jesús “El Cuervo, Juanito el encargado, y Baldomero “El Baldo” quien a pesar de cubriese nariz y boca, con una franela, se le notaba la cara hinchada, un ojo cerrado, y tenia en todo el cuerpo heridas, parecía que lo había arrastrado un caballo de espalda, de lado, de cola, y de frente, “El Loco” era su mejor amigo del “Baldo” y se preocupaba mucho por el y le dijo.
–    Come Baldo, unos tacos hay de huevito, no has probado bocado.
“El Baldo” enojado le dijo.
–    Si pudiera, ya estuviera tragando. Déjame por favor.
–    Hazle la lucha, mira ten un caldito de frijol.
–    ¡Estés chingando, te digo que no quiero! Que no entiendes.
Juan,  el encargado del contrato, enojado le quito el plato al “El Loco” y le dijo al “Baldo”
–    Pinche, mal agradecido, todavía que se preocupan por ti, te pones pendejo. ¡Órale sácate a la chingada! Yo soy el que no te quiere ver.
Lo que había pasado, es que “El Baldo” andaba de “Sancho” le cayeron  y le dieron una madriza, que lo dejaron chimuelo, y desfigurado de la cara. Cuando terminaron de comer, “El Baldo nos platico”
–    Hace unos días, baje al centro, como a las dos de la tarde, iba a ver a mis cuates y por la calle de Galeana, frente al kínder, encontré a la mujer del “Carrizo” ella siempre me había gustado, porque esta re buena, pero ni me pelaba, esa vez descanso su bolsa, del mandado, se meque mirando y me dijo.
–    ¿Dónde va tan guapo Baldo?
Al escuchar aquella flor, me quede todo pendejo y le conteste sonriendo.
–    Voy a ver a un  cuate allá por la iglesia de la asunción.
–    Tenga mucho cuidado, no se lo vayan a robar y después yo que hago.
Le dije.
–    Usted es la paseadora.
Ella me contesto.
–    Eso me gustaría pasear, pero desgraciadamente, no tengo con quien.
–    Me pongo a sus órdenes.
–    ¿A poco?
Levanto sus bolsas de mandado y me dijo, muy coqueta.
–     Todos los días, paso por aquí a estas horas, y si usted gusta vamos a pasear.
Ya no me dejo hablar.
Se alejo caminado como yegua fina, dejándome con el hocico abierto, varias veces fui a esperarla, y platicábamos, la que protesto fue mi vieja.
–    ¿Óyeme cabrón, a donde vas todos los días a estas horas? Te voy a dar tu espiadita.
La verdad, me agarro en un momento de pendejo, que no sabia que contestarle.
–    Este.. es, que corrieron a un cuate de la mina, y le ando arreglando su asunto, en el sindicato.
–    ¡Ha chinga! Hasta líder del sindicato te has vuelto.
–    No le hice caso, y me salí de la casa, fui a buscar a Petra.
Ella me dijo.
–    ¡Mañana, pasan en el cine, una película de Pedro Infante, me gustaría verla¡ ¿Me invita?
–    Claro que si, cualquiera de sus caprichos, para mi es una orden.
Tenía todo el tiempo de andar con  ella, porque estaba en vacaciones. En el cine, le agarre su manita y no protesto, poco a  poco fui echándole el brazo al cuelo, abrazándola, luego junte mi cabeza con la de ella, cuando Pedro Infante, beso a su novia en la película, yo también hice lo mismo. A Petra le gusto porque el beso fue muy apasionado, cada rato cerraba mis ojitos y paraba la trompa y ella me besaba. Que le digo que si quería ser mi novia. Me dijo que si, de ahí en adelante andábamos como jóvenes, agarraditos de la mano, íbamos al parque y nos dábamos unos besotes, que ya el hocico se nos estaba haciendo como El Pato Donald un día me dijo.
–    Quiero que me lleves el sábado a Pachuquilla, al baile va a venir a tocar la Sonora Santanera, no la vamos a pasar muy bien ¿No te gusta el baile?
–    ¡Si, claro que si¡
Le dije que si, aunque no sabia de donde iba a sacar dinero, para pagar las entradas, y los pasajes, como no hay trasporte en la noche, me la tenia que traer en un taxi. Yo nunca había ido a una madre de esas. Total que pido un préstamo, me compre unos zapatos bien  padrotes, que voy a ver a la señora que fía perfumes  y que le pido uno, me puse un saco de un traje que tenia, una corbata que le hiciera juego, y quede listo.
Sabia que me la iba a pasar a toda madre, varias veces me mire en el espejo, para comprobar, que estuviera bien peinado, que no llevara ni un  pelo suelto, al salir en la puerta, estaba parada mi vieja y que me dice muy burlona.
–    ¡Huy! ¡Huy! Huy! Que bonito hueles, ¿A dónde vas conejo Blas?
–    Voy arreglar un asunto a la ciudad de México. Así es que no voy a llegar.
–    ¡Que bien ¡tu paseándote y tus hijos muriéndose de hambre.
No le conteste, y para que viera que estaba enojado le di una patada al perro., y que azoto la puerta. Cuando vi a Petra de zapatillas, con un vestido muy bonito, que se notaba toda su figura de su cuerpo. Iba bien peinada llevaba un abrigo blanco que combinaba con todo, me cay, que me enamore locamente ya no pensé que nada mas era un  juego.
Esa noche, me la pase de pelos, bailamos pegados, de cartón de cerveza, nos aventamos un Rocanrol echando patada loca, nos aventamos unas cubas, y la noche se me hizo chica, como no falta un pelo en la sopa, fui al baño, y cuando regrese, un  cabrón   la quería sacar a bailar.
Que lo paro en seco.
–    Esta señorita es mi novia,  y solo baila conmigo, así es que a volar joven.
Petra me dio un beso bailamos la penúltima pieza y regresamos a Pachuca, en la madrugada, la deje en la puerta de su casa y me despedí, con un beso pero ella me dijo en la oreja.
–    Quédate a dormir un rato.
Para luego es tarde, de ahí en adelante, me quedaba seguido a dormir en la casa de Petra, ella me gustaba cada día más, recordaba a mi vieja, y le encontraba muchos defectos, sus patas chuecas, estaba panzona, greñuda y fea. Una vez que dormía en la casa de Petra, escuche pasos que subían las escaleras, luego tocaron la puerta y se escucho una voz.
–    ¡Petra, Petra¡
Se enderezo como resorte y pregunto.
–    ¿Quién?
–    ¡Como que quien, abre cabrona!
Me dijo muy espantada.
–    Es mi marido.
Que me visto rápido, ella me señalaba la ventana que da a la calle, Petra, me hacia señas con los dedos que me apurara. Los gritos, del que tocaba eran cada vez más fuertes. Ella me señalo de nuevo la ventana y escuchaba.
–    ¡Abre con una chingada!
Comenzó a patear la puerta, abrí la ventana ¡ay guey¡estaba muy alta. Tenia como 5 metros, de altura, pero al ver la angustia de Petra, no  me quedo mas remedio de echarme un  brinco, que al caer, me torcí una pinche pata y no me pude parar, me quede sentado, desde ahí escuche los madrazos, que le daban a Petra, luego los gritos, que se escuchaban desesperados, de pronto vi para arriba y en esos mementos se asomo el carrizo, y se bajo corriendo.
No me podía parar, me dio una patada en el pecho, que me hizo echar una maroma al revés, me levanto de las greñas, luego me soltó un golpe en el ojo, que vi miles de estrellitas.
“El Carrizo “Buscaba para todo lados, a ver su no había una piedra grande para desmadrarme, luego me dio otro golpe en el hocico, que sentí que se me aflojaron los dientes, me pego en el otro ojo, de momento me salvo la campana, cuando Petra le grito,
–    Déjalo desgraciado.
“El carrizo” subió a darle la segunda tanda, con muchos trabajos logre pararme, iba como la gallinita ciega, recargado en la pared, me costo mucho trabajo llegar a mi casa, iba escurriendo de sangre, toque la puerta y abrió mi vieja, que al verme se moría de risa.
–    Que re bueno cabrón,  haber si a si se te quita lo Cuzco.
No le hice caso y me metí a mi cuarto me vi en el espejo, que madriza me habían dado, tenia un ojo cerrado, el otro de rendija sangraba de la nariz y de la boca, y me dolían los dientes de enfrente. Mi vieja no dejaba de reír, parece que le daban cuerda, le dije, que me pusiera agua a calentar para lavarme. Que me responde.
–    Que te la caliente la  pinche vieja con quien andabas yo no soy tu gata.
–    Ya vieja, vamos a dejar las cosas como están.
Que me dice muy enojada.
–    Eso es lo que tú crees, pero el día que vea a esa puta, le voy a rajar la madre.
–    Ella no es ninguna puta.
Que se regresa mirándome muy enojada y que me dice.
–    Desgraciado infeliz.
–    Y bolas, que me da con el sartén en el mero hocico, “El Carrizo” me había aflojado  los dientes, luego esta pinche vieja que me los tumba. Eso fue el sábado me la pase poniéndome lienzos de agua caliente, todo el domingo para entrar el lunes a trabajar, se me habían terminado las vacaciones.
El Cuervo interrumpió la plática.
–    ¿A poco no sabias que Petra era la mujer del “Carrizo”
–    Si pero pensé que ya la había dejado, nunca hablamos de eso.
Le dijo “El Loco”
–    Ten mucho cuidado porque “El Carrizo” es muy Cabron se va a cobrar con  la ley del talión. Ojo por ojo diente por diente.
–    No la chinguez.
No lo dejaron trabajar, los compañeros,  se quedo durmiendo todo el turno, en el camino de regreso “El Cuervo” le pregunto al “Loco”
–    ¿Quién es ese Carrizo?
–    Es un  grandote flaco, trabajo en la mina de Paricutin, pero un día le dio un balazo a un perforista y se fue de aquí pero regreso, y le dio de puñaladas al “Morrongo” siempre lo anda buscando la policía.
–    ¿Crees que vuelva a darle en la madre al “Baldo”
–    Yo digo que si, y mas que se metió con su vieja, de milagro no lo mato.
Pasaron  los días y “El Baldo” no fue a trabajar, sus compañeros pensaban que se había ido a incapacitar, porque estaba muy madreado, pero un día le preguntaron a su cuñado y les dijo.
–    Este internado en la clínica Minera “El Carrizo” le dio de  puñaladas.
Cuando salieron sus compañeros, fueron a verlo “El Baldo” estaba en una cama todo descolorido le habían dado 15 puñaladas, los dejaron entrar porque había pasado el peligro de que se muriera. “El Loco se sentó a un lado de su cabecera y peinado al “Baldo” con la manos haciéndole los cabellos para atrás, le dijo.
–    La próxima vez para que no te pase esto, hazle como los gatos cuando van a casa ajena.
–    ¿Cómo le hacen?
–    Nada más cogen un  ratón y se salen.
 

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