Un nuevo ciclo…

Un nuevo ciclo…

Pido la palabra 

La verdad empieza y termina con nuestras personales intenciones; en nuestras manos está

Nada podemos hacer para cambiar el pasado, pero sí tenemos en nuestras manos la envidiable oportunidad de mejorar el futuro, siempre y cuando aprovechemos hasta el último minuto de nuestro presente; la vida, día con día nos presenta nuevos retos, pero también renovados bríos y mejores estímulos para seguir adelante, absolutamente nadie se escapa de esa premisa de avance personal; un nuevo conocimiento, por simple que nos parezca, nos ubica en un escalón superior en nuestro desarrollo, pues éste, conjugado con otros conocimientos que a lo largo de nuestra vida hemos adquirido, nos permite aquilatar lo bueno y lo malo de nuestras acciones.

El domingo concluye un año más, y si lo vemos fríamente, solo se trataría de un año que convencionalmente hemos determinado para medir el tiempo; sin embargo, esa vuelta en nuestra página anual lleva consigo un sentimiento más profundo que lo hace ser algo más que solo una renovación del calendario, pues de otra forma no nos explicaríamos por qué cada año hacemos un recuento de los daños y atiborramos nuestras agendas con nuevos propósitos, luego entonces, lo que en verdad deseamos es darle una vuelta pero a nuestra página de la vida.

Ese sentimiento de dejar atrás lo viejo y darle la bienvenida a lo nuevo, nos permite ver con claridad que nuestro deseo de avance también es permanente, de tracto sucesivo, se nos presenta minuto a minuto; pero siempre consideramos necesario hacer un alto en el camino para analizar el rumbo recorrido y redefinir la estrategia para seguir avanzando.

Todo ello es lo que hace que estas fechas sean tan especiales, y por ser el hombre un animal social por naturaleza, fluye en ese momento nuestra necesidad de compartir nuestros deseos con todos los que nos rodean, incluso con aquellos con los que durante el año quizá tuvimos malas relaciones interpersonales.

Y les deseamos un mejor año, e inconscientemente también deseamos que ellos nos feliciten y nos digan palabras de aliento; pero muy en el fondo, ese sentimiento es la exigencia a nuestra necesidad de aprobación de nuestros actos y sobre todo, a nuestra ansiedad por cambiar de piel –metafóricamente hablando- e iniciar un nuevo ciclo en nuestra vida; cambiar para mejorar, algunas veces lo logramos, otras más, nos quedamos en buenas intenciones, pero siempre con la mira telescópica bien puesta en nuestro personal proyecto de vida.

Se dice que solo el que carga la caja sabe lo que pesa el muerto; en la mayoría de los casos así es, por ello, cuando analizamos y calificamos como buenos o malos nuestros actos, lo que estamos haciendo es aligerar el peso de dicha carga, y buscar que las nuevas cajas pesen menos; esa proyección de las cosas nos es otorgada por esos nuevos y simples conocimiento que cada día vamos obteniendo; la grandeza de lo sencillo, la grandeza de lo simple es lo que al final nos hará levantar la cara y seguir adelante.

Tiempos complicados; por el año que se va ya nada podemos hacer, no así por el año que empieza, por ello nadie debe quedarse con los brazos cruzados, desde nuestra casa, nuestra oficina, nuestra palabra, todos debemos aportar algo para mejorar, nadie va a hacer por nosotros lo que nosotros no hagamos por nosotros mismos; hay gente cuya premisa diaria es buscar a alguien a quién fregar, a quién someter a sus intereses y caprichos, a esos, debemos apartarlos de nuestros planes de vida, darle una bofetada a sus negras intenciones de división y confrontación.

En la política, se debe buscar el bienestar social, pero no a base de enfrentamientos clientelares, la verdadera política no necesita de chantajes y medición de fuerzas en las calles; el peso de las iniciativas se debe ponderar en la tribuna legislativa y haciendo uso del derecho y las leyes que para ello se ha instrumentado.

La verdad empieza y termina con nuestras personales intenciones; en nuestras manos está, ser solo espectadores, o convertirnos en los actores principales de nuestra propia historia, y entonces sí, al final del camino, solo el que carga la caja sabrá lo que pesa su propio muerto.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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