Diciembre, entre el año que se va y las esperanzas que se asoman…

Diciembre, entre el año que se va y las esperanzas que se asoman…

Por el derecho a existir

Diciembre esta a punto de terminar, con un 2023 de contrastes, anhelos y angustias, diciembre se va, pero se queda (en la memoria o hasta la primavera) la brisa fresca y aromas inconfundibles. El ponche caliente invade las calles, las casas se impregnan del dulce olor a pino y las casi extintas galletas de jengibre nos transportan a la infancia. En las mesas, el pavo, la pierna o el pozole se convierten en protagonistas, acompañados de romeritos, de la tradicional ensalada de manzana, entre otras, y un sinfín de platillos que celebran la unión familiar.

El frío decembrino invita a refugiarse en el calor del hogar. Las luces multicolores adornan las fachadas llenan el aire de alegría y a veces de nostalgia. Las familias se reúnen para compartir tradiciones, anécdotas y risas. Son días de abrazos (sinceros o a veces no tanto), juegos interminables y complicidad entre generaciones.

Sin embargo, diciembre también puede ser un mes de contrastes. La imposición de la felicidad a través de la publicidad y el derroche desenfrenado puede generar estrés y ansiedad. La cuesta de enero se asoma en el horizonte como una amenaza para la economía familiar. Como que no queriendo la cosa, la tarjeta de crédito se llena de intereses y la efímera satisfacción del consumo se convierte para muchas personas en la condena de la usura. 

Es importante recordar que las fiestas decembrinas no son iguales para todos. Hay hogares que atraviesan momentos difíciles, con ausencias irreparables o situaciones económicas precarias. En estos casos, la alegría se transforma en nostalgia, tristeza, soledad y abandono, a estos hogares toda la solidaridad y empatía, porque vamos en el mismo mar, pero no en el mismo barco.

En este contexto, el poema “Los nadie”, de Eduardo Galeano, cobra especial relevancia. Nos recuerda que la felicidad no es un producto que se compra en las tiendas ni se alcanza por decreto. La verdadera alegría reside en la autenticidad, en la empatía y en la lucha por un mundo más justo.

Por ello, la víspera del año nuevo es el momento propicio para la reflexión. Un tiempo para valorar lo que realmente importa: la familia, las amistades, la salud y la paz interior. Respetemos los procesos que cada persona vive y las identidades diversas. Que la alegría no sea una obligación, sino una consecuencia natural de la bondad, la generosidad y el amor. En suma, es la oportunidad para habitar las emociones, reconocer qué le da sentido a nuestras vidas y qué le da valor al tiempo. 

Este 2024 abramos las puertas de nuestros hogares y corazones a la calidez humana, como diría Violeta Parra “que lo injusto no me sea indiferente”, y ya que cité a Violeta, pensaría en Jara, en 2024 luchemos por nuestro derecho de vivir en paz. 

Aprovecho estas líneas para que, con infinita sinceridad, agradecer el favor de la lectura de esta columna, que el 2024 les encuentre con salud para construir uno a uno sus anhelos, aquí estamos y seguiremos expresando por el derecho de existir. 

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