El pasado 24 de agosto Ingrid Betancourt (Bogotá, 1961) recibió, a través de algunos de los negociadores del Gobierno en La Habana, la noticia de que se había llegado a un acuerdo de paz con las FARC. Por más que lo esperara, Betancourt, excandidata presidencial secuestrada durante casi siete años hasta su liberación en 2008 mediante la Operación Jaque, admite que no pudo contener la emoción.
Ese día se fue la basílica del Sagrado Corazón, en la Place du Tertre, donde coincidió con varios colombianos residentes, como ella, en París. En la capital francesa, desde donde conversa vía Skype, seguirá el lunes el acto de la firma de la paz entre el presidente, Juan Manuel Santos, y el líder de las FARC, alias Timochenko.
Unos acuerdos que ponen fin a 52 años de guerra y que deberá ser refrendados seis días después en un plebiscito. Pese a estar invitada, motivos personales, asegura, le han llevado a no acudir a Cartagena el lunes.
P. ¿Qué le parecen el acuerdo de paz?
R. Cuando se inició la negociación yo no tenía muchas expectativas. Escuchaba a las FARC y era muy escéptica.
R. Se ha recorrido un camino. Creo que hay una toma de conciencia.
P. Estos días las FARC celebran su última Conferencia cerca de la zona donde usted fue secuestrada. ¿Qué les diría?
R. Que tienen una responsabilidad muy grande. Cuando uno ve al pueblo de las FARC, a esos muchachos, ve al campesinado colombiano con ganas de tener derecho a vivir decentemente. Las FARC van a entrar en una arena política difícil. Van a tener que estar unidos, no dejarse contaminar por prácticas de corrupción que ellos han condenado pero de las que han tomado parte al haber usado la corrupción como mecanismo de supervivencia.
P. ¿Por qué son las víctimas directas las que están siendo más proclives a perdonar?
R. Porque somos los que sabemos lo que implica seguir en la guerra. Lo más lógico es tomar las medidas para que nuestros hijos y nietos tengan la oportunidad de vivir en un país diferente. La guerra es el enemigo de la felicidad. Ahora, hay una parte de la población colombiana que vive de la guerra, que ha hecho su fortuna y su poder político a través de la guerra. Si uno mira Colombia desde afuera lo que sorprende no es que se firme la paz y gane el plebiscito, lo que sorprende es que haya gente todavía pensando que vale la pena votar no a un plebiscito que nos ofrece la paz.