El diablo de la fábrica 

El diablo de la fábrica 
Photo Credit To Miguel López

PEDAZOS DE VIDA

Cuando lo fabricó, derramó sangre sobre el engrudo. Fue una hemorragia nasal la que salpicó un poco de sangre en la mezcla pegajosa con la que estaba construyendo un diablo de cartón, una pieza que se convertiría en un Judas para ser quemado en la celebración católica denominada “Domingo de Resurrección”; sin embargo, el cliente que mandó a fabricarla murió inesperadamente y la pieza se quedó inconclusa. 

En un rincón permaneció por años, dentro de la bodega de aquella fábrica donde la mujer encargada de cuidar por las noches aprovechaba para hacer figuras de cartón. Ahí con otras piñatas y otros proyectos, el intento de diablo se quedó rezagado con el tiempo y a pesar de que hubo algunos momentos para limpiar y escombrar el espacio, la figura se había conservado con la esperanza de que algún día fuera terminada. 

Habían pasado seis años desde aquella tragedia, hasta que un nuevo cliente volvió a hacer un pedido similar, un diablo de cartón con cuerpo en forma de esqueleto. Sin pensarlo, acudió a la bodega para sacar la obra avanzada, y comenzó nuevamente a trabajarla, pero al momento de cortar el papel para poder manejar, las tijeras resbalaron y se enterró una punta en la yema del dedo. Nuevamente, la obra se manchó de sangre. 

El día de la venta, el Diablo estaba terminado, tenía largas orejas, una barba y cuernos negros y sobresalía una enorme lengua, no tenía ojos, sólo la marca de las oquedades blancas dibujadas con gran precisión. El cliente llegó en una camioneta, y no bajó de ella. Un infarto fulminante acabó con él. Su familia no quiso recibir la pieza a pesar de que estaba pagada, y así fue como esta figura se quedó aquí. 

No la toque, por favor, no la toque. Quizá lo que le acabo de contar no sea creíble para usted pero tenga cuidado, esta figura no la hemos podido vender, la intentamos regalar pero nadie se la ha podido llevar, el intendente intentó sacarla para tirarla a la basura y no pudo ni dar diez pasos cuando vio su nariz estrellada en el piso, como si alguien con todas sus fuerzas lo hubiera empujado. 

Esa figura tiene algo, una energía que es imposible evitar, que se siente, no tiene ojos pero podría atreverme que desde ese punto dónde debería salir la mirada se siente cómo nos observa ¿Usted no lo siente? ¿No le hace respirar más rápido? ¿No siente que se queda sin aire?…

Esa fue la última vez que nos atrevimos a mostrarlo. Nunca más lo sacamos, lo envolvímos muy bien en papel, con temor a que sucediera algo. Afortunadamente no ha sido así, aquí seguimos y podemos contarlo, no sabemos hasta cuándo pero el Diablo sigue ahí, y ahí estará hasta que quiera irse o hasta que el mismo tiempo se encargue de deshacerlo. Ya con eso hay consuelo, pero si usted quiere intentarlo, pásele y tómelo…

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