El único gusto que me queda, es que todos nos vamos a morir

El único gusto que me queda, es que todos nos vamos a morir

RETRATOS HABLADOS

Mi tío Ezequiel odiaba a Carlos Salinas de Gortari. Para él resultaba ser el arquetipo del político corrupto, abusivo y sinvergüenza, como efectivamente lo era. Pero realista como siempre fue, igual que mi padre Martín, su hermano, adelantaba ante esa fauna terrible que asoló tierras mexicanas: “el único gusto que me queda, sobrino, es que todos nos vamos a morir”.

Murió hace ya muchos años, pero Salinas de Gortari sigue vivo, y no solo vivo, sino propietario de buena parte del país, al grado de que a lo largo del sexenio presidencial de Andrés Manuel López Obrador, nunca ha sido tocado ni con el pétalo de una rosa, por quien se antojaba su más fiero enemigo, y que además fundamentó toda su plataforma político que lo llevó al poder, en la denuncia de la corrupción de los neoliberales, que justamente arribaron a la primera magistratura del país en la persona del susodicho Carlos.

Es evidente que el blindaje de Salinas es de tipo económico, con la capacidad de poner de cabeza al país ante la simple amenaza de una eventual detención. Posee el poder para llevar a un pozo sin fondo a quien se atreva a querer procesarlo.

Parecieran eternos, con la protección misma de los dioses.

No es así, claro está, pero los hechos hablan de un ex presidente con una estructura económica tan fuerte, que, llegado el momento, podrían pactar con la muerte y así evitar un desenlace fatal.

La historia de México está plagada de estos personajes, que han construido la leyenda de que son de otra dimensión, que la política, por lo tanto, debe quedar reducida a círculos exclusivos, donde nadie tiene posibilidad alguna de ingresar, ya que el poder se reservó para unos cuantos.

No es así, claro está, pero los hechos a veces contradicen esa lógica simple.

En este mes de noviembre que hoy empieza, la muerte se observa como el único rasero que coloca a todos en un mismo lugar, y donde finalmente existe una igualdad real, absoluta.

Recordar a nuestros muertos, puede ser la mejor alternativa para indagar en torno a la razón de ser de tantas injusticias en un país como el nuestro. Tío Ezequiel se fue con la certeza de que en ese lugar no habría cabida para corruptos y sinvergüenzas. Y espero, sinceramente espero, que haya descubierto que así es, que en esos lugares la riqueza económica no tiene ningún peso, y que, es más, ni siquiera existe.

La mejor forma de recordar a nuestros fieles difuntos, sería pues con el agradecimiento de antemano, porque nos explicaron con claridad, que lo sucedido en la Tierra, simplemente sucedió y es un recuerdo vago, casi imposible de comprender.

Que tarde o temprano los que han hecho mal a una nación como México, la van a pagar, aunque sea un consuelo simple y absurdo, pero a la luz de la realidad, parece la mejor alternativa.

Todos tenemos difuntos a los que recordamos por una frase, una palabra. A mi tío lo recuerdo con cariño, porque la verdad no congeniaba con Salinas de Gortari, y le adelantó algo que a lo mejor ya comprende el ex presidente, pero debe saber, que muchos mexicanos tendrán como único gusto y consuelo, que todos nos vamos a morir: políticos antiguos corruptos y sinvergüenzas, políticos de nuestros tiempos igual de corruptos y sinvergüenzas.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

X: @JavierEPeralta

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