Son tiempos de olores, colores y sabores, tiempos en los que las casas se adornan de flores, se visten de nostalgia y se fortalecen con recuerdos; tiempos en los que se confirma que las raíces ancestrales siguen con el paso de los años y pese a las nuevas tecnologías; tiempos en los que la danza es el escenario ideal para la convivencia de vivos y muertos; tiempos en los que las tradiciones levantan la victoria ante la adversidad.
En los hogares mexicanos, los días finales de octubre y principios de noviembre, simbolizan una época en donde se recuerda aún más a las personas amadas que concluyeron su camino en el mundo terrenal para trascender a otro universo, aquel en el que no existen guerras, deudas o preocupaciones, y el alma es libre, feliz y se encuentra en paz.
En algunas regiones de la República Mexicana, representa la continuidad a creencias, rituales y fiestas que se hacen presentes durante el año y, en el caso de Hidalgo, es momento de sacar los mejores pasos y honrar a las deidades y a los muertos que visitan a los vivos.
Es el caso del Xantolo, festividad ancestral que se celebra en la huasteca veracruzana, potosina e hidalguense.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), “en la tradición nahua, el Xantolo no sólo tiene relevancia en la vida ceremonial y festiva del pueblo, sino que su propia naturaleza la coloca como uno de los núcleos centrales tanto de su identidad y cosmovisión, como de la vida social y comunitaria”.
Detalla que “a través de la música, el teatro, la danza y la pintura, se consolida la identidad y la cohesión étnica que incide en la vida cotidiana en forma de ayuda recíproca”.
Explica que en el Xantolo, traducido como “Fiesta de las ánimas”, participa la sociedad, principalmente hombres, quienes caracterizados con personajes femeninos, ejecutan diversas lanzas.
El INPI precisa que los huastecos ofrendan la cosecha del maíz y otros frutos porque creen que la esencia de las almas está presente y por ello el olor de las frutas, la música y la luz, recuerdan los momentos vividos en la tierra.
CRONOLOGÍA DE FECHAS
Con base en el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, esta fiesta simbólica inicia los últimos días del mes de junio, con la siembra de la flor de cempasúchil, representativa de estas fechas, luego que es utilizada para montar los altares, marcar el camino de bienvenida de los muertos y adornar los panteones y casas.
El 30 de octubre las familias empiezan a preparar el montaje de los altares, conocido también como el “día de las flores”, cada familia coloca en sus casas un mantel bordado con llamativos colores y un arco con cañas de azúcar, que muestran que la fiesta ha iniciado.
Las ánimas son llamadas con rezos, copal y cohetes, ese día dan inicio las danzas y comparsas para indicarles que son bien recibidas.
El 31 de octubre, es el día dedicado a los niños o angelitos, por ello se barre la casa y el patio para colocarles un camino de pétalos de flores de cempasúchil que los guía al arco de caña para que no pierdan su camino.
El 01 de noviembre, se dedica a los difuntos adultos y se reciben con las velas grandes prendidas por la mañana para que sirvan de guía. Se ofrenda chocolate, tamales y pan de muerto. Por la tarde se intercambian las ofrendas con los vecinos para convivir con las almas que ya han regresado.
El 02 de noviembre, es dedicado a los fieles difuntos y es el día de la bendición para ellos. Las tumbas se visten y adornan para la misa en el panteón, donde se pide por su eterno descanso.
Por la noche del mismo día, se hace la última ofrenda, la ofrenda del Xantolo chiquito. En los barrios y colonias se lleva a cabo el destape de los viejitos que participaron en las tradicionales fiestas, dejando su identidad al descubierto antes de la medianoche.
Semanas después, para finalizar la celebración y de acuerdo con las antiguas tradiciones, el día primero de diciembre se quitan o tumban los arcos de caña, dando por terminada la “Fiesta de las ánimas”.
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